La alineación del Sol y de la Luna con nuestro planeta en torno al equinoccio de otoño, que este año es el 23 de septiembre, provoca las mareas más intensas
El final del verano o, más exactamente, del veraneo (la estación no cambiará hasta el 23 de septiembre) siempre viene acompañado de las mareas equinocciales de San Agustín, en torno al 28 de agosto. El Sol, la Luna y la Tierra se alinean sobre el Ecuador y en ese momento la atracción gravitatoria, la fuerza que gobierna las mareas, es máxima. Su intensidad crece si, como sucedió el pasado lunes, esa disposición coincide con la Luna llena (también ocurre en la fase de Luna nueva).
Por tanto, dado que el equinoccio de otoño se producirá el 23 de septiembre (la fecha varía de unos años a otros), las grandes mareas registradas estos días volverán a repetirse, aún con más fuerza, a finales de mes, en particular alrededor del 28 de septiembre, fecha del siguiente plenilunio, cuando se estima que la diferencia del nivel entre la bajamar y la pleamar será de cinco metros. La gran intensidad que alcanzan las mareas en esta época se debe a la alineación del Sol, de la Tierra y de la Luna en el plano ecuatorial. Además, en los equinoccios las mareas son igual de vivas durante el día y durante la noche. Por el contrario, cuando el Sol forma un ángulo recto con respecto al plano ecuatorial de nuestro planeta, en los solsticios de verano y de invierno, la atracción gravitatoria es mínima; entonces tienen lugar las mareas muertas, caracterizadas por la escasa amplitud en el recorrido del agua entre las fases de bajamar y de pleamar.
Las mareas vivas, asociadas a fuertes corrientes, poseen un intenso efecto erosivo, más notorio en aquellos tramos de costa donde el mar tiende a extraer sedimentos en vez de a depositarlos, ya sea por causas naturales (los sistemas de corrientes costeras) o inducidas por el hombre, como sucede en la playa castrillonense de Salinas, donde las mareas se llevan gran cantidad de arena como mecanismo de compensación de los dragados realizados en la barra de la ría de Avilés. Este fenómeno se explica por el carácter de acumuladores de sedimentos que tienen los estuarios (su evolución natural tiende a rellenarlos), de manera que, si se extraen esos depósitos, los sustituyen por materiales de su entorno, en este caso de la playa de Salinas, aprovechando la corriente costera que se desplaza de Oeste a Este (razón de que las principales playas se desarrollen en la margen oriental de los estuarios).
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