2011-03-30
30/03/2011 Los microorganismos marinos, no frenaron el CO2 en la última deglaciación


Un trabajo realizado por investigadores del CSIC, de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA), de la Universidad de Barcelona, de la Universidad de Columbia y de Geoscience Australia demuestra que las aguas profundas de la Antártida, ricas en CO2, fueron las responsables de la liberación a la atmósfera de gran cantidad de CO2 durante la última deglaciación planetaria, iniciada hace 17.000 años.

Una investigación liderada por Eva Calvo y Carles Pelejero del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona del CSIC y de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA) demuestra que, durante la última deglaciación del planeta hace unos 18.000 años, la retirada del hielo antártico y el consecuente afloramiento de aguas profundas ricas en CO2 fue más determinante en el aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera que la acción de los microorganismos marinos. El equipo de investigación de este trabajo, que se ha publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), lo completan los investigadores Isabel Cacho de la Universidad de Barcelona, Leopoldo D. Pena de la Universidad de Columbia (EEUU) y Graham A. Logan de Geoscience Australia.

 La influencia del fito plancton como sumidero de CO2
En el trabajo, los investigadores han analizado la evolución del fitoplancton del Pacífico Este Ecuatorial en los últimos 40.000 años para discernir su impacto en la regulación del CO2. En concreto, han estudiado los cambios en la población de diatomeas y de algas cocolitoforales. Estas algas microscópicas retienen CO2 durante la fotosíntesis, proceso que elimina CO2 de la atmósfera y lo retiene en los océanos. Se sabe que las diatomeas son más eficaces reteniendo CO2 que las algas cocolitoforales porque estas últimas construyen un esqueleto carbonatado, proceso que provoca que parte de este CO2 sea devuelto al aire.

Por tanto, cambios en los organismos responsables de la fotosíntesis en los océanos podrían jugar un papel muy importante en la regulación del CO2 y, por tanto, en el clima. Lo que han visto los investigadores, gracias el estudio de biomarcadores en los sedimentos marinos profundos y su comparación con el registro de CO2 de los últimos miles de años, es que durante la última desglaciación el efecto de estos microorganismos reteniendo CO2 queda minimizado frente al retorno de aguas profundas a la superfície en la zona antártica, que son muy ricas en nutrientes pero también en CO2.

Al inicio de la deglaciación, el desplazamiento del cinturón de vientos sobre la Antártida y la retirada del hielo antártico facilitaron el afloramiento de aguas profundas, ricas en nutrientes y en CO2, que habían estado alejadas del contacto con la atmósfera durante la época glacial. Esos nutrientes favorecieron el crecimiento de las diatomeas frente las algas cocolitoforales, lo que aumentó la capacidad de los océanos de retener CO2. El impacto de esa mayor retención de CO2, sin embargo, fue insignificante frente a la gran cantidad de CO2 que se liberó a la atmósfera como resultado del afloramiento de aguas profundas.

 

 

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