2011-02-16
16/02/2011 El viento enfría los océanos


Los océanos pueden almacenar 1.000 veces más calor que la atmósfera, de ahí su capacidad para regular los climas. Por eso, la perplejidad de los expertos no es para menos cada vez que el termómetro de los mares se enfría.

Es el caso, por ejemplo, de la NASA cuando en 2006 anunciaba que la temperatura de los mares había bajado 0,03º C desde 2003. Ahora, un nuevo estudio, liderado por el Instituto Español de Oceanografía (IEO), sugiere, según informa la plataforma SINC, que la temperatura del agua en el Atlántico subtropical experimentó un descenso de 0,15 ºC entre 1998 y 2006 por la acción del viento. En concreto, el estudio, publicado en «Journal of Physical Oceanography», explica que mientras que de 1957 a 1998, la temperatura del agua de esta zona, situada a lo largo del paralelo 24,5º norte, desde la costa Africana hasta el Caribe, aumentó 0,27ºC, se ha registrado un descenso de 0,15ºC de 1998 a 2006 en la misma área.

«En el océano hay ciclos de cambio muy pronunciados, y por tanto, cambios como los ocurridos en las coordenadas analizadas pueden volver a ocurrir en cualquier lugar y en cualquier momento», recalca a SINC Pedro Joaquín Vélez Belchí, autor principal e investigador en el Centro Oceanográfico de Canarias del IEO.

Según el estudio, este fenómeno no estaría vinculado con el cambio climático. «Los mecanismos de variabilidad naturales del océano son mayores de lo que pensamos», recueda Belchí. El equipo baraja varias hipótesis para explicar el cambio de temperaturas. Para los científicos, este enfriamiento podría deberse a «la circulación forzada por el viento». «Cambios en la estructura global de los vientos en el Atlántico norte provocan oscilaciones en la capa superficial del océano que se pueden sentir hasta los 2.000 metros de profundidad», asegura.

Sin embargo, los científicos descartan la hipótesis del deshielo a pesar de que algunas masas de agua, con origen en el Antártico y el Mediterráneo, influyen en la zona analizada. El descenso de la temperatura «debería haberse observado claramente en las zonas cercanas al Polo Norte», afurna Belchí. Y no ha sido así.

 

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