El calentamiento global y la descongelación paulatina del Océano Glacial Ártico han puesto de verdadera actualidad una zona ignorada por su carácter remoto y el riguroso clima que soporta. Se sabía de antes que el casquete polar cobija en su lecho ingentes recursos naturales, pero su gruesa capa helada hace imposible su extracción e impide el tráfico marítimo durante todo el invierno. Ahora la perspectiva ha cambiado y, si los cálculos de los científicos no fallan, en pocos lustros la disminución del hielo hará permanentemente navegable el extremo norte del planeta. Será posible entonces instalar plataformas marinas para la obtención de hidrocarburos y arrancar de las entrañas de la tierra valiosos minerales en muchas islas y regiones costeras. Ello ha convertido el Polo Norte y todo su entorno en una región estratégica que interesa cada vez más a los países ribereños. Son grandes potencias y no parecen dispuestas a dejar que se menoscaben sus intereses. La pugna no ha hecho más que comenzar. La conquista, por supuesto, la tendrá que hacer cada estado desde el sector de costa y las aguas territoriales que les pertenecen. Y es que el deshielo puede hacer cambiar radicalmente, no sólo el paisaje del Océano Glacial Ártico, sino también la situación demográfica de su costa. Un clima algo más benigno, la afluencia de población en busca de trabajo en los yacimientos y las empresas auxiliares de los nuevos y viejos asentamientos, además del aumento de la actividad portuaria como resultado de un trasiego de navíos más abundante, transformarían profundamente el panorama económico de la región. La masa de agua que baña todo el norte del Círculo Polar es el océano más pequeño que existe. Su tamaño es, no obstante, mucho mayor que el del mar Mediterráneo. Comparativamente, el Ártico tiene unas dimensiones parecidas a la superficie acuática comprendida entre las islas Marianas y Vietnam, de este a oeste, y entre Japón y la isla indonesia de Java, de norte a sur. Para una mayor similitud habría que quitar del mapa del sudeste asiático las islas Filipinas y tal vez también la de Borneo (Indonesia). Lo demás son todo diferencias y bastante acusadas, sobre todo en lo que se refiere al clima y a la cantidad de población que habita uno y otro litoral. Según Ártur Chilingárov, presidente de la Asociación de Exploradores Polares rusos, en el conjunto de todas las localidades existentes a lo largo de la cornisa norte de Rusia, Groenlandia, Canadá, Noruega, Alaska y en todas las islas árticas, cuya longitud total de costa es de unos 38.800 kilómetros, no viven mucho más de 600.000 personas, de las que medio millón corresponden solamente a las ciudades rusas de Múrmansk y Arjánguelsk. Chilingárov precisa que, en un sentido más amplio, el número de personas en todo el mundo en vecindad directa con el Ártico superan los cuatro millones.
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