Que el océano ha sabido servir de nexo más que de abismo es una realidad que ha dejado numerosos rastros a uno y otro lado del Atlántico. Los más evidentes, más allá de la lengua, son los arquitectónicos: las trazas y modos similares que parecen replicar numerosas ciudades. E, históricamente, uno de los momentos en los que eclosionó una mayor voluntad de trabajo común entre pueblos de uno y otro lado fue en la Constitución de 1812, con la aportación conjunta de diputados de las dos orillas. Así, el ciclo Ultramar, que dio comienzo el 27 de enero en el Colegio de Arquitectos, tratará de incidir en estos puntos en común entre la Península y América. El proyecto, que se alargará hasta 2012 y servirá de previa a la celebración de la VIII Bienal Iberoamericana de Arquitectura en la ciudad, cuenta además con la colaboración del Consorcio del Bicentenario.

Fue el arquitecto bonarense Ramón Gutiérrez el encargado de inaugurar el encuentro, en el Colegio de Arquitectos, con una charla en la que habló sobre Los ingenieros militares desde Cádiz y América y Las innovaciones en la arquitectura y fortificación americana. "Ciudades como Cartagena, San Juan o Cádiz no son un calco -explica, al respecto, el arquitecto-. Pero surgieron de un pulso común y tienen un modo de vida muy atado a sus fortificaciones y a los puertos, a las llegadas de las flotas y la dinámica económica que eso generaba".

A partir del siglo XVI, los ingenieros y constructores encargados de habilitar las plazas americanas se formaban en Barcelona pero luego "tenían que practicar sobre el terreno en Cádiz, ya que las fortificaciones que iban a levantar se tenían que levantar sobre el agua -comenta Gutiérrez-. Los conocimientos técnicos de gran parte de los constructores que llegaron a América provenían de experiencia gaditana".

En el siglo XVI, Cádiz contó, para sus nuevas fortificaciones, con italianos que trabajaban para Felipe VI. "Antonelli, por ejemplo -explica el arquitecto- pasó a formar parte del Plan de Defensa General del Territorio Americano. Cristóbal de Rojas iba a ir a Río de la Plata, pero ante la amenaza inglesa lo dejaron en Cádiz".

El Plan General era una "completa utopía" que pretendía desarrollar un sistema de fortificaciones desde el norte de México hasta Tierra de Fuego. "La idea fracasó -continúa Ramón Gutiérrez- pero terminó concentrándose y desarrollándose más tarde, en el siglo XVIII, en el área del Caribe, donde se contaba, además, con una auténtica fortaleza flotante de galeones que se movían en la zona de Acapulco, San Juan de Puerto Rico, La Habana, Panamá, Cartagena de Indias... En esta época, la fachada del Atlántico había desplazado a la fachada del Pacífico pero la flota española había perdido gravitación, y se vivía la necesidad de recuperar el control del mar y construir puertos y fortificaciones inexpugnables".

A la idea sobre plano había que confrontar, en todos los casos, la adaptación al clima, la disponibilidad de material, las herramientas y las terribles distancias que había que cubrir, "España -indica Gutiérrez- sufriría mucho el coste real de estas empresas".

La relación urbanística de Cádiz con América en el siglo XVIII se aprecia no sólo en las construcciones militares, sino también en la estructura de las viviendas: en el Caribe, abundan los entresuelos típicos de las viviendas de Cádiz, y también la necesidad de ir en altura, como ocurre en lugares como Cartagena o San Juan, que tampoco disponen de mucho suelo. "La traza -prosigue el arquitecto- es el elemento de mayor duración, por eso estas ciudades parecen tan inamovibles, tan bien conservadas (además de la vida marinera, que impregna fuertemente la cultura del lugar). Si encima han sido fortificadas, el efecto es mucho mayor. Cádiz, por ejemplo, es como una península con arrecifes que marcan una geografía, muy firme, igual que ocurre en Montevideo. Pero Cádiz también es la ciudad y su bahía, como Cartagena y La Habana".

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