2010-06-11
11/06/2010 El regalo de Cousteau


 

Fuente: www.rtve.es/ José Cervera

Curiosamente, Jacques-Yves Cousteau no inventó el regulador ni tenía vocación de marino, sino de aviador. El joven Jacques quería ser piloto de la aviación naval, pero tuvo que redirigir sus ambiciones hacia el mundo submarino por culpa de un accidente de automóvil. Para quienes hemos aprendido a amar nuestras breves visitas al mundo submarino como aficionados, fue un accidente afortunado. Porque gracias a que esquivó las gracias del aire, Jacques Cousteau quiso gozar y divulgar las profundidades el mar. Para lo cual se vio obligado a inventar el submarinismo moderno, lo cual hizo desde una localidad situada en las cumbres de los Alpes y bajo la ocupación alemana de su país. En realidad el entonces Subteniente Cousteau inició sus experimentos en submarinismo cuando estaba destinado en el destructor Condorcet como oficial de artillería. Sus esfuerzos pioneros los hizo en apnea, usando un modelo primitivo de gafas de buceo que le había prestado su colega, amigo y pionero del submarinismo Phillipe Tailliez. Pero el desarrollo del regulador moderno de buceo, es decir, de la llamada Escafandra Autónoma, y con ello de la exploración actual del fondo marino se inició a partir de 1940, cuando Cousteau se retiró con su familia a un pueblo de los Alpes llamado Megève. El orgulloso ejército francés había sido arrollado por los alemanes y la patria había sido ocupada. Hasta 1943 Cousteau se dedicó a perfeccionar sus ideas, y a realizar sus primeras grandes filmaciones submarinas.

La historia del Aqua Lung

Para que un ser humano pueda bajar al mundo submarino hay que resolver dos problemas diferentes. Uno es el obvio suministro de oxígeno, sin el cual morimos; el gas (solo o mezclado) puede llevarse en un depósito, o bien proporcionarse mediante una manguera desde la superficie. Éste segundo método era el más utilizado en las primeras décadas del siglo XX, cuando eran comunes las escafandras: pesados cascos (normalmente de bronce) conectados por una manguera a la superficie, desde donde una bomba suministraba aire con la presión suficiente para alcanzar al buzo. El sistema funcionaba bien, aunque tenía muchas limitaciones: el buzo estaba físicamente ligado a la superficie por una larga manguera que podía romperse o enredarse, lo que limitaba la movilidad e imponía estar sobre el suelo marino u otra plataforma. Además, hacía falta infraestructura, y conocimientos: un mal funcionamiento del aparato podía dar lugar a grotescos accidentes. Era un sistema adecuado para buzos profesionales encargados de reparaciones, recolección y rescates, pero no para aficionados. Además la imposibilidad de nadar impedía su uso para estudiar la fauna marina.

Se conocían ya sistemas portátiles, que llevaban aire (u otras mezclas de gases) a presión en depósitos de acero. De hecho se usaban en ámbitos restringidos, como los bomberos y los mineros, que necesitaban en ocasiones acceder a lugares carentes de oxígeno. Pero adaptar este tipo de sistemas al mundo submarino no era baladí. Porque el problema del suministro de aire estaba relacionado con el otro problema de la profundidad para la fisiología humana: la presión. Al descender en la columna de agua la presión aumenta constante y drásticamente, en una atmósfera por cada 10 metros de profundidad. Eso supone que a 10 metros hay 2 atmósferas, a 20 metros 3, a 30 metros 4... lo cual dificulta disponer de un almacén de aire a presión constante: si la presión externa es mayor que la de la botella, el aire no saldrá. La variación constante con la profundidad obliga a adaptar la presión a la que el buzo recibe el aire a la profundidad exacta a la que está. Ésta es la misión del regulador de Cousteau, bautizado por él como Aqua-lung (del griego aqua y el inglés lung, pulmón), trasformador luego en la reputada marca de material de buceo Aqualung. El buzo se coloca a la espalda una botella (o varias) con aire a muy elevada presión; 200 atmósferas es lo habitual hoy. Entre esta descomunal presión y los pulmones del buzo un aparato mecánico relativamente sencillo se encarga de reducir esta presión a la presión exacta de la profundidad a la que se halla el buzo. De este modo el humano recibe la misma presión dentro que encuentra fuera. El efecto es que respirar resulta tan sencillo como en superficie. Y sin que haya atadura ninguna que reduzca la movilidad del buceador. Esta es la sencilla idea de la Escafandra Autónoma.

Pero para llevarla a cabo hacía falta construir un regulador robusto, fiable y funcional. Existían antecedentes incluso del siglo XIX temprano, pero no eran lo bastante seguros como para arriesgarse a emplearlos bajo el agua. Por eso la primera película submarina de Cousteau, Par dix-huit mètres de fond (18 metros de profundidad), que ganó en 1943 un premio de cine documental, la llevó a cabo a pulmón libre. Ese año, en cambio, rodó por primera vez bajo el agua con su nuevo 'aqualung' la película Épaves (naufragios). Para entonces su regulador ya era utilizable, y había nacido el submarinismo moderno.

El regulador de Cousteau era una bestia temperamental. Creado por Cousteau y el ingeniero franco-canadiense Émile Gagnan a partir de una pieza industrial usada en los coches de gasógeno, era del tipo bitráquea, es decir, con una manguera a cada lado de la cabeza. Una de ellas llevaba el aire a la boca y la otra servía para la expulsión de las burbujas, que se realizaba por la parte de atrás. Esto alejaba las ruidosas y molestas burbujas de la cara, por lo que un modelo reciente ha resucitado el esquema, aunque la mayoría de os reguladores modernos sólo tienen una tráquea y expulsan las burbujas por una bigotera lateral. El Aqua-lung, y los modelos bitráquea posteriores que se utilizaron hasta entrados los años 80 tenían que estar bien cuidados, y para funcionar bien exigían una correcta postura de las botellas y la pieza bucal. Pero funcionaban.

Inicios de la exploración marina

El Aqua Lung permitió a Cousteau dedicarse a la exploración y a la divulgación fílmica de las maravillas del mar. Tras poner en marcha varios centros de investigación y actividades subacuáticas para la marina, en 1948 se embarcó en el balandro Élie Monnier con algunos de sus asociados, precursores e impulsores del buceo autónomo.

En este viaje llevaron a cabo actividades de arqueología submarina con escafandra autónoma por primera vez en un pecio en Túnez, y las filmaron para la película Carnet de Plongeé (cuaderno de buceo), presentada en el Festival de Cannes de 1951. A partir de su retiro de la Marina francesa en 1949 Cousteau se dedicó plenamente a la cinematografía submarina. Desde el primer momento sus experimentos con métodos de buceo autónomo se habían visto impulsados por su voluntad de rodar bajo el agua; a partir de 1950 iba a ser su dedicación prioritaria.

Ese año fue cuando fundó su organización de estudios oceanográficos, y cuando consiguió que un millonario irlandés adquiriese un antiguo dragaminas inglés construido en los EE UU y se lo alquilara por un franco al año.

El barco fue equipado con laboratorios de filmación y estudio del mar, un helipuerto y una cúpula de observación en la proa, y conservó el nombre Calypso de cuando ejercía como ferry en Malta. Fue el inicio de más de 45 años de expediciones, experimentación y filmación que extendieron el conocimiento de las maravillas del mar a millones de personas, y establecieron el submarinismo deportivo como una técnica habitual.

 

La herencia del Comandante

Hoy en día su herencia directa es clara: un gran centro de investigación oceanográfica, numerosas películas y libros divulgativos, las series de televisión que le convirtieron en leyenda, una empresa de equipo de buceo creada con las patentes del aqua-lung original y la transformación del submarinismo en una vibrante disciplina deportiva que permite a miles de personas explorar y disfruta del mundo subacuático. Y, por supuesto, cada vez que un ser humano respira bajo el agua, lo hace a través del descendiente del aparato que inventó Jaques Cousteau. No sólo nos proporcionó las inolvidables imágenes que nos descubrieron parajes increíbles hoy famosos como Bunaken, en el norte de Indonesia, Manado, junto a Borneo, los cenotes de la costa caribeña, los arrecifes de las islas del Pacífico o las Maldivas. Es que además su invento nos permite ir a esos lugares y ver, con nuestros propios ojos, los animales y las increíbles estampas que allí se esconden, bajo el mar.

Puede que hoy sea su cumpleaños, pero el regalo nos lo hizo él.

 

 

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