2010-02-01
01/02/2010 Las estrellas de mar invaden As Pías


 

La percepción que la mayoría de las personas tienen de las estrellas de mar es la de un animal bello. Quizás porque gracias a su morfología consiguen decorar el agua salada de tal forma que parece el cielo. Pero lo que poca gente conoce es el apetito voraz de estos equinodermos. Se alimentan de bivalvos y en grandes concentraciones pueden llegar a consumir más de un kilo de marisco al día. Cuando esto sucede, como ocurre en el banco de As Pías, ya pasan a ser un problema.

Todas las mañanas desde hace quince días dos embarcaciones, una de la cofradía de Ferrol y otra de Barallobre, acuden a la zona cercana a los muelles de la antigua Astano para limpiar el fondo del mar de estrellas. Dos buceadores de cada lancha se sumergen durante casi hora y media y al término de la jornada, cada pareja puede rellenar hasta 25 capazos. «Hay momentos en los que no ves ni rastro de la arena. Cuando llegas al fondo parece que pisas sobre una alfombra, porque estas estrellas no son como las de la parte exterior de la ría, son blandas, casi gelatinosas», explica, poco después de subirse a La Maga, Julio Esmorís, uno de los mariscadores que participa en los trabajos. En la cubierta ya no queda ni un rincón vacío para apilar otra remesa de estos equinodermos.

 

Implacables depredadores

 

Mientras, a doce metros de profundidad por debajo del casco de la lancha, una estrella de mar se desplaza despacio por el lecho marino. Casi en sigilo busca su próxima presa. Cuando localiza una almeja comienza a escarbar en la arena hasta que la toca. La sitúa en el centro de su cuerpo y la atrapa con cada uno de sus apéndices. Entonces se encoge, se levanta sobre la arena como una bailarina de ballet y en ese instante empieza a devorar el bivalvo. «Las almejas quedan como si les hubiesen inyectado un ácido», explica Esmorís. El rastro que cada estrella deja en su lento caminar es el de un manto áspero de cáscaras.

La auxiliar del Cabo Prior Uno de la cofradía de Ferrol cambia de ubicación y los buceadores vuelven a sumergirse. Son las diez de la mañana y llueve abundantemente. La temperatura del mar no supera los 12 grados. Uno de los profesionales, Alejandro Mourente, indica que la nueva zona está bastante limpia y ya no es necesario proseguir con las labores. Se sube de nuevo a la lancha y eligen otra localización. El mariscador hace otra inmersión y entonces ordena a los compañeros que permanecen en la embarcación que suelten un cabo con la zaranda (una red en forma de cono) donde se irán almacenando las estrellas. Mourente se equipa con una especie de garfio de varias puntas con el que va pinchando las estrellas y las introduce en la malla. Cuando ya la ha llenado pega dos tirones y entonces la eleva a la superficie para vaciarla en los capazos. La operación se repite en varias ocasiones hasta que el frío ya no permite seguir trabajando a los buceadores. Normalmente, a esa profundidad, las inmersiones superan levemente los 60 minutos para que no sea necesario realizar paradas de descompresión.

La jornada está a punto de concluir. Los barcos ponen rumbo al muelle de Barallobre donde está situado un contenedor de los que habitualmente se utilizan para desechar los escombros de las obras y en el que los mariscadores depositan las estrellas de mar que han retirado del banco de As Pías. El desfile de capazos se prolonga durante cerca de media hora. Ahora, los buceadores ya pueden mudarse. Dejan la piel de neopreno para colocarse la ropa con la que iniciar el viaje hacia una ducha con la que entrar en calor.

La rutina continúa

Las labores de limpieza de la zona continuarán durante los próximos meses mientras se procede a la extracción y reparqueo (siembra en otras partes de la ría) de los bivalvos que se encuentran en el banco clausurado por la elevada contaminación de las aguas. Los buceadores alternarán estos trabajos con la eliminación de los mejillones que compiten por el alimento con las almejas y los berberechos. Durante este tiempo cada mariscador percibirá 70 euros por cada día de faena. Los armadores además recibirán 80 euros para compensar los gastos de carburante y de mantenimiento de las embarcaciones. Los biólogos de los pósitos y de la Xunta supervisan estas tareas.

 

 

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