El aumento de la temperatura afecta a orcas, focas, tortugas y corales, entre otros. El impacto del cambio climático en la fauna silvestre ya no es un vaticinio sino una realidad, comprobable en numerosas especies. Y las que más parecen sufrirlo, son las que viven en los ecosistemas marinos. Orcas y las focas de la costa oeste de Canadá sufren de una creciente obesidad, que pone en peligro su salud. Esto se debe a la malnutrición de los salmones reales -su dieta principal-, cuya materia grasa cayó debido al aumento de la temperatura del Océano Pacífico. El doctor Peter Ross, del Instituto de Ciencias del Océano de Canadá, descubrió que para suplir esta carencia, focas y orcas se pusieron a consumir entre 1,5 y 2 veces más salmones de lo habitual. De esta forma, también ingieren una mayor concentración de tóxicos, en especial bifenilos policlorados (BPC), que provienen tanto de California como de industrias de las costas asiáticas. Esto hace que los mamíferos marinos coman más, ya que una mayor exposición a los BPC estimula la glándula tiroides, que controla el apetito. Sucede, además, que en los ambientes marinos se combinan diferentes causas -cambio climático, aumento de la contaminación, sobrepesca, tránsito marítimo-: "Se habla de impactos acumulados o integrados, directos e indirectos, con lo cual se hace muy difícil determinar la gravedad que genera cada amenaza sobre una especie en peligro", señala Claudio Bertonatti, de Vida Silvestre. Los osos polares, paradigma de la afectación del cambio climático, han comenzado a practicar el canibalismo, porque el derretimiento de los hielos los aleja de su alimento, las focas, que utilizan las superficies heladas para hacer sus guaridas, aparearse o dar a luz. Investigadores de varias universidades de Estados Unidos y Canadá detectaron varios osos que se alimentaron de animales de su propia especie. Por la misma causa, en el mar Báltico, en 2008 murieron miles de crías de foca anillada -una especie en grave riesgo de extinción- porque el deshielo temprano de sus cuevas las obligó a lanzarse al agua sin tener aún grasa suficiente para su protección y sin estar preparadas para alimentarse por sí solas. Ya lejos del Ártico, con el aumento de la temperatura también crecen los niveles de acidez del agua marina, lo que produce el blanqueo de los corales, por enfermedad o por muerte. Esto implica también un serio riesgo para las miles de especies que viven en los arrecifes. Por ejemplo, las tortugas marinas, elegidas por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) como bandera de lucha contra el cambio climático, ya que el aumento en el nivel del mar destruiría las playas donde desovan. Además, la temperatura del agua también incide en su sexo. En el hemisferio sur, la modificación de las corrientes marinas redujo la cadena alimentaria de especies como la foca de Weddell, habitante de la Antártida. Y la acidificación del océano Atlántico también incide en la alimentación del ostrero común, un ave de la costa patagónica.
<ATRAS
|