Según una nueva investigación, el aumento de las emisiones de CO2 puede estar afectando a los cerebros y sistemas nerviosos centrales de los peces, con graves consecuencias para su supervivencia.
La investigación ha hallado que las concentraciones previstas en el océano para finales de este siglo interferirán en la capacidad de los peces para oír, oler y eludir a depredadores. El Centro de Estudios Coralinos ARC informa que ha estado examinando la reacción del pequeño pez de arrecife en un entorno marino con niveles más elevados de CO2 disueltos durante varios años. "Ahora está bastante claro que sufren una importante alteración en sus sistemas nerviosos centrales, algo que probablemente perjudique sus posibilidades de supervivencia," dice Phillip Munday, jefe del equipo investigador.
En un artículo publicado en la revista Nature Climate Change, Munday y sus colegas detallan también lo que informan se trata de la primera prueba de que los niveles elevados de CO2 en el agua de mar altera un receptor cerebral clave en los peces, provocando cambios en su comportamiento y en su capacidad sensorial. "Hemos descubierto que concentraciones elevadas de CO2 en los océanos pueden interferir directamente en las funciones neurotransmisoras, planteando una amenaza directa y desconocida anteriormente para la vida marina," decía Munday. El equipo empezó examinando la reacción del pez payaso y los peces damisela ante depredadores en un entorno enriquecido con CO2. El estudio halló que si bien los depredadores se veían afectados en cierta medida, los peces alevines del coral sufrían tasas mucho más altas de deserción. "Nuestro trabajo inicial mostró que el sentido olfativo de los peces alevines se deterioraba en concentraciones elevadas de CO2, dificultándoles la localización de un arrecife donde reguardarse así como detectar el olor que advierte la presencia de un depredador," dice Munday. El equipo examinó posteriormente si el sentido del oído de los peces, empleado para localizar un lugar seguro en los arrecifes durante la noche y evitarlo durante el día, se veía afectado. "La respuesta es sí. Se desorientaban y ya no evitaban los sonidos del arrecife durante el día. Verse atraído por los arrecifes durante la luz del día los convierte en presas fáciles para los depredadores." La investigación mostró también que los peces tenían también tendencia a perder su instinto natural de girar a la izquierda o a la derecha, un factor importante en el comportamiento del banco. "Todo esto nos lleva a sospechar que no solo dañaba su sentido individual, sino que niveles más elevados de dióxido de carbono estaba afectando a sus sistemas nerviosos centrales en un conjunto." Munday dice que cerca de 2.300 millones de toneladas de emisiones de CO2 de origen humano se disuelven cada año en los océanos del mundo, provocando cambios en la química ambiental del agua en la que viven los peces y otras especies.
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