Por
fin he entendido lo que quería decir Jacques Costeau
cuando bautizó al Mar de Cortez como El acuario
del mundo. La ciudad mexicana de La Paz es la puerta
de entrada a este inmenso acuario de 1.200 kilómetros
de largo por 222 de ancho. Por su gran diversidad, este
lugar está considerado entre los siete más
importantes del mundo para el buceo, ya que en este rico
mar habitan más de 800 especies diferentes de peces,
de las cuales más de la mitad residen en arrecifes.
Este es un mar en que predomina, según la época
del año, la presencia de plancton denso que atrae
a un gran número de ballenas que filtran sus alimentos,
mantararrayas (mobulas) gigantes y tiburones ballenas.
Lo pudimos comprobar por nosotros mismos, ya que nos encontramos
con un mar verde y espeso, con muy poca o ninguna visibilidad,
debido a la gran cantidad de plancton, pero a cambio pudimos
disfrutar de los encuentros con mantas mobulas y con dos
soberbios ejemplares de tiburón ballena.
Mar de lobos
Sin embargo, si hay algo que realmente represente al Mar
de Cortez o, mejor dicho, si hay algo por lo que los buceadores
recordamos este destino de buceo, es, sin duda, el buceo
con los leones marinos, muy comunes en estas aguas. Bucear
y jugar junto a ellos es una de las mejores experiencias
que un submarinista puede guardar en su memoria. Fue cuando
empezamos a sobrepasar por estribor la extensa Isla de
Espíritu Santo, cuando empezamos a oír los
cantos de sirena que nos llamaban desde el horizonte.
Pronto comenzamos a divisar los irregulares contornos
de Los Islotes. El aire ya comenzaba a oler y no muy bien,
precísamente... Los Islotes, justo al norte de
la Isla de Espíritu Santo, son el hogar de una
colonia de más de 300 lobos marinos. Es un lugar
único en el mundo, ya que se puede bucear junto
a ellos y, dependiendo de la época, podremos ver
su etapa de apareamiento, alumbramiento o jugar con los
pequeños cachorros. A bordo del Dive Rage rodeamos
los islotes y fondeamos a norte de los mismos. Pudimos
ver a algunos cachorros que se aproximaban al barco antes
de que iniciáramos la inmersión. Estaban
juguetones.En días anteriores ya hicimos esta inmersión
y dimos un recorrido por la zona más oriental de
los islotes y buceamos en la parte más profunda
donde abundan los meros, las morenas y los peces tropicales.
Sin embargo, hoy nos centraremos en la zona menos profunda
para jugar exclusivamente con los lobos.
Paraíso
amenazado
Los leones marinos viven en colonias dominadas por una
jerarquía social determinada, en las que siempre
domina un gran macho que controla a un par de hembras
y a varios ejemplares jóvenes. El dominio sobre
su familia es total y muchas veces, el macho no permite
el acercamiento de ningún otro ejemplar que pueda
representar una amenaza para su indiscutible jefatura.
Nuestra visita a Baja California nos permitió
también disfrutar de la visiones de numerosos
cardúmenes de delfines, de tiburones martillo
y de infinidad de especies de túnidos y peces
tropicales. La verdad, que la sensación que dan
estas aguas, sólo al navegar sobre ellas, es
que están llenas de vida. Allí donde se
posa la mirada se ve o se intuye el movimiento de algo
que se desplaza a pocos centímetros de la superficie.
El Mar de Cortés es un mar estrecho y alargado
en el que se mueven hasta 30 especies distintas de mamíferos
marinos, 870 especies de peces y 400 especies de algas.
Esta explosión de vida se produce a causa de
la especial situación geográfica de estas
aguas, que están situadas entre los ecosistemas
tropicales y templados. El aislamiento de estas aguas,
que sólo tienen salida por su zona sur, también
ha favorecido el desarrollo de las especies endémicas
que las pueblan. Sin embargo, las asociaciones ecologistas
de la zona, ya han dado la voz de alarma en cuanto a
la conservación biológica se refiere.
Los recursos de este mar son cada vez más escasos
debido a la sobreexplotación pesquera y, sobre
todo, a la contaminación producida por el uso
de pesticidas en las explotaciones agrarias cercanas.
La ciudad de la Paz, bañada por la impresionante
bahía que da nombre a la localidad, cuenta con
una variado abanico de posibilidades para bucear. En
todos los puntos de inmersión la fauna es abundante
y en muchos de ellos como La Reina o el Bajón,
la posibilidad de tener encuentros con pelágicos
es alta.
Pecios y desiertos.
Si
hay otros tesoros sumergidos de los que puede presumir
el Mar de Cortez es el de los barcos que el pasado naufragaron
en sus aguas y hoy sólo sirven de guarida a las
malencaradas morenas y de misteriosa distracción
a los submarinistas. El pecio de Salvatierra, por ejemplo,
un viejo barco de 100 metros de eslora que se hundió
en 1975, se encuentra casi intacto y está cubierto
de coral negro y gorgonias e invadido por peces loros
y grandes meros. Esta es una inmersión indiscutible
cuando se va a visitar La Paz por primera vez. También,
en la misma bahía de la Paz, se encuentran los
restos del Fang Ming, un viejo barco que antes de su
hundimiento en estas aguas servía para transportar
de forma clandestina en sus bodegas cargamentos de inmigrantes
chinos. Pero nuestra visita a esta parte remota de México
no sólo consistió en disfrutar del buceo
y de sus aguas, ya que también, de la mano de
Andrea Tomba, un excelente piloto de carreras, y de
su mujer Anna, también una gran conductora y
mejor mecánico, recorrimos durante varios días
el apasionante desierto de Baja California. Aprovechando
las primeras y tenues luces que nos ofrecía el
madrugador sol mexicano, extendimos el mapa de la península
de Baja California sobre el capó de uno de los
inmensos suburbans que nos ayudarían a atravesar
el duro desierto durante los próximos cuatro
días. Andrea me señaló la ruta,
desde Pichilingue, hacia Punta Coyote y a Roque el Mechudo,
siguiendo la costa del Mar de Cortez, y luego hacia
el interior, hasta que el Océano Pacífico
nos cortara el paso. Dormiríamos en un campamento
de Isla Magdalena. Todo estaba previsto. Pasó
muy poco tiempo hasta que los neumáticos de nuestros
coches abandonaron por última vez el asfalto
de las carreteras mexicanas e irrumpieran en lo que
ellos llaman La brecha, abruptos caminos
de tierra y arena que atraviesan las zonas más
áridas, duras e inhóspitas de la península
de Baja. Andrea, delante con nosotros, y Anna, en el
otro todoterreno con el resto del grupo, conducían
con maestría sobre los polvorientos baches del
camino. Aquél desierto era una extraña
y bella tierra salvaje envuelto en un halo de misterio.
Franqueado por dos grandes mares de una riqueza extraordinaria,
el de Cortez y el Pacífico, este enorme desierto
está repleto de paisajes montañosos, plantas
raras y tímida fauna vive oculta de la vista
y de los intensos calores.
Al
otro lado
El final de la travesía por el desierto lo marcó
la refrescante brisa marina de Bahía Magdalena
que se colaba por las ventanillas. En la playa encontramos
la pequeña panga que nos llevaría al otro
lado, a la isla, donde acamparíamos esa misma
noche, entre los espesos manglares y las suaves dunas
de arena rubia. En Bahía Magdalena vive una inmensa
cantidad de pequeños organismos y peces que durante
el invierno atraen a numerosas aves y especies marinas,
entre ellas la ballenas gris. En nuestro recorrido en
panga nos encontramos con solitarios lobos marinos que,
flotando indiferentes boca arriba, parecían saludarnos
a nuestro paso. También pudimos disfrutar de
la compañía de numerosos grupos de delfines
que nadaban confiados junto a nuestra pequeña
embarcación. Tras recorrer la Bahía Magdalena,
volvimos a la península de Baja California, desembarcamos
en San Carlos donde nos esperaban los dos suburbans
reparados y listos para continuar viaje al interior,
hacia el pequeño y pintoresco pueblo de San Miguel
de Comundú. En cuanto dejamos atrás la
ciudad de Constitución volvimos a encontrarnos
con un árido y severo paisaje de secas y escarpadas
montañas. A final de la tarde, llegamos a la
ciudad de Loreto, donde pasaríamos la noche.
Allí pudimos visitar la famosa Misión
de Loreto, fundada en 1697 por Juan María de
Salvatierra, un misionero audaz y emprendedor. Esta
es la primera misión de las Californias. Nuestra
última etapa del viaje atravesó la región
de Bahía Concepción que acoge las paradisíacas
playas de El Coyote y el Requesón, bañadas
por cristalinas y tranquilas aguas tropicales. Nuestro
viaje acabó en Punta Chivato, bajo los pasionales
colores de fuego del atardecer del Mar de Cortez: las
aguas de los desiertos de la vida.
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