El
nombre de esta isla portuguesa situada a 900 Km. de Lisboa se lo
debe a sus frondosos bosques de Laurissilva, un fósil
vegetal del Terciario. El Parque Natural de Madeira ocupa dos terceras
partes de la isla y desde hace unos años se ha transformado
en un lugar ideal para la práctica del senderismo gracias
al aprovechamiento de las levadas, canales de irrigación
construidos al comienzo de la colonización, que llevan el
agua a unas terrazas destinadas al cultivo conocidas como poios.
Estas construcciones humanas compensan la difícil orografía
de la isla para conseguir unos cultivos entre los que destacan plátanos,
viñas, chirimoyas y frutas de la pasión. Durante los
2.150 Km. de levadas, que en algunos tramos se convierten
en acueductos y túneles los senderistas pueden disfrutar
de un paisaje florido y predominantemente húmedo, con escarpadas
montañas y una costa cortada por impresionantes acantilados.
Pero no hay que distraerse mucho con el paisaje porque las calzadas
paralelas a las levadas tienen un ancho de 50 a 70 cm.
sin ningún quitamiedo.
Si lo que quieres son playas , deberás cruzar en barco a
Porto Santo. En dos horas y media te encontrarás en una isla
bien diferente. Dorada y seca por un sol incesante, posee 9 kilómetros
de playas. Sus arenas de origen calcáreo tienen propiedades
curativas . Por estas playas paseó Cristóbal Colón,
que se enamoró de la hija del gobernador y de la isla, pero
otros personajes como la emperatriz Sissi de Austria, Winston Churchill,
Bernard Shaw o Ernest Hemingway fueron ilustres visitantes de Madeira
y Porto Santo.
Clima privilegiado
El clima de Madeira la convierte en un destino ideal en cualquier
época del año, especialmente para las actividades
al aire libre como el buceo. Los inviernos son moderados, mientras
que los veranos no experimentan el insoportable calor abrasador.
la temperatura ambiente media es de 23º C en verano y 19º
C en invierno. La temperatura del mar es también muy agradable
debido a las corrientes del Golfo, alcanzando un promedio de 22º
C en verano y de 17º C en invierno. Su aire, además,
tiene cualidades terapéuticas, siendo todo el conjunto de
la isla un tónico ideal para nuestra estresada existencia.
La isla posee una amplia oferta de deportes marítimos. Además
del esquí acuático, windsurf, submarinismo y navegación
a vela, destacan sus capturas de pesca deportiva de gran altura
puesto que se han capturado ejemplares de espadín azul de
más de 500 kilos, además de poseer una gran diversidad
de especies de túnidos, quizás el mayor atractivo
de sus fondos junto con la transparencia y tranquilidad de sus aguas.
El mayor conjunto arquitectónico de la isla se encuentra
en Funchal, capital del archipiélago y primera ciudad atlántica
construida fuera de Europa (1425). El cultivo de la caña
de azúcar y su próspero comercio pronto llenó
la población de mercaderes y navegantes llegados del Viejo
Continente y el Mediterráneo, que la transformaron en una
ciudad cosmopolita, cruce de numerosos pueblos y razas.
Para disfrutar del mar lo mejor es apuntarse a uno de los minicruceros
que salen cada día desde el Puerto Deportivo de Funchal.
Antes, puedes acercarte al muelle al atardecer, frente al Vagrant,
el mítico yate de los Beatles, transformado en un bar de
copas donde los patronos de los barcos de recreo venden los minicruceros.
Se puede navegar
en una réplica de la Santa María de Colón,
que se acercará hasta Cabo Girão, uno de los acantilados
más altos del mundo con 600 m. de altitud. Uno de los barcos
de Costa do Sol nos llevará por la costa sur y veremos delfines,
aunque también podemos decidirnos por visitar las Ilhas Desertas,
un pequeño archipiélago que está protegido
como Reserva Natural porque es uno de los últimos refugios
de la foca monje (Monachus Monachus). Para fondear cualquier embarcación
se precisa de autorización.
El archipiélago cuenta con otras reservas biológicas
como la Reserva Natural de Ilhas Selvagens, a 180 millas de Madeira
que representan un verdadero santuario ornitológico, o la
Reserva Natural Parcial de Garajau que ofrece fauna marina variada
entre la que destacan grandes meros y mantas. La navegación
en esta última está muy limitada y existen infraestructuras
y material de apoyo para la práctica del escafandrismo.
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