El
Mar Cantábrico tiene características propias
que lo diferencian de las aguas que lo delimitan, las
del Atlántico gallego y las de la Bretaña
francesa. Sobre todo por su temperatura, ya que de media
siempre está ligeramente por encima de los mares
vecinos. Además, está dominado por un
complejo sistema de corrientes que se nutre de aguas
cálidas subtropicales, que hacen su aparición
en los meses de otoño, y de las frías
provenientes de un afloramiento que surge bajo el Cabo
Peñas. Es por esto por lo que al hablar de Asturias,
de la Costa Verde como se la conoce, hay que hacerlo
diferenciando claramente dos zonas: el oriente y el
occidente, dos mundos tan diferentes entre sí,
como extraordinarios y bellos. Desde el punto de vista
del submarinismo, estamos hablando prácticamente
del lugar más desconocido de la península,
donde la industria del buceo es con diferencia la menos
desarrollada de nuestra geografía. Es probable
que la dureza de este mar tenga mucho que ver con esto,
ya que a lo largo del año ofrece muy pocas posibilidades
de practicar este deporte, en comparación al
resto del litoral. De todas formas, la mejor temporada
para bucear es la primavera, sobre todo el mes de junio,
ya acercándose al verano, aunque hasta principios
de octubre las condiciones del agua son muy buenas.
Pero estamos hablando de uno de los mares más
impredecibles que tenemos. La temperatura del agua,
por regla general, es fría, y como mucho, en
la época de más calor, el termómetro
puede subir hasta los 20-21º C en las zonas más
altas, registrándose en las cotas más
bajas una media de 17-18º C, por lo que siempre
es aconsejable un traje de neopreno de entre 5 y 7 milímetros
como poco. Si tomamos como referencia el imponente Cabo
de Peñas, hacia el oeste, en dirección
a las costas gallegas, nos encontramos aguas más
frías y unos fondos marinos que por su fauna
y vegetación recuerdan mucho a los de la Bretaña
francesa o a los de la costa del sur de Inglaterra,
con enormes laminarias que pueblan completamente los
fondos y dan al entorno un aspecto de verdadera jungla
sumergida. Sin embargo, si nos orientamos hacia el lado
contrario, hacia oriente, los fondos que recorren todo
el litoral hasta el Golfo de Vizcaya, con aguas algo
más cálidas y salinas, encontramos un
ambiente más meridional, con flora y fauna más
parecida a la que podemos ver en costas como las del
sur de Portugal o en aguas atlánticas de Marruecos.
Ambas zonas son muy atractivas para el buceo y para
aquellos que les gusten las aguas llenas de vida, aunque
a primera vista no se divise.
La jungla sumergida
A
lo largo de toda la costa occidental de Asturias podemos
encontrar innumerables zonas de buceo repartidas por
casi todos los concejos del litoral como Valdés,
El Franco, Luarca, Soto del Barco y, especialmente,
el de Cudillero que es uno de los que aglutina mayor
número de puntos de inmersión diferentes
de este sector. La infraestructura de centros de buceo
en toda esta vasta área de la Costa Verde es
muy escasa, por lo que los aficionados asturianos
suelen acceder a estas zonas desde la costa, claro,
siempre que el terreno lo permita, ya que en muchos
casos sólo llegar hasta la playa supone un
gran esfuerzo.
Uno de los ejemplos más palpables es el de
la Playa del Silencio, también conocida como
la Praia de Gavieiru, uno de los lugares más
bellos del litoral asturiano. El agua limpia y cristalina
entra hasta una rivera joven, formada por pequeños
cantos rodados. Está protegida a la derecha
por un bello acantilado que parece cortado a pico
y, a la izquierda, por enigmáticos islotes
que dibujan caprichosas figuras sobre la superficie
del mar. Lo recomendable sería acceder a esta
zona de buceo con embarcación pero, teniendo
en cuenta que no hay ningún centro de buceo
cerca, la opción que queda es hacer una inmersión
de infantería, desde la playa. Para llegar
hasta este hermoso paraíso, hay que bajar 97
escalones de piedra en mal estado y, por supuesto,
hay que pensar que a la vuelta hay que volver a subirlos.
Trasportar aquí los equipos de buceo, con botellas
y lastre incluido, ha hecho desistir a más
de un aficionado. Sin embargo, el esfuerzo vale la
pena.
En
el margen derecho de la playa, bajo los acantilados
del Cabo Nocedal, los fondos marinos son de una belleza
extraordinaria, donde la innumerable gama de tonos
verdosos de las enormes laminarias, de hasta dos metros
de longitud, se confunden con los amarillos y los
ocres de otros tipos de algas como la Bifurcaria bifurcata,
la Saccorhiza polichides, la Dictyota dichotoma, etc.
Todo es un espectáculo multicolor que haría
las delicias de cualquier fotógrafo. Juguetones
lábridos corretean entre esta jungla misteriosa
que parece bailar al son del leve mar de fondo. Las
sepias y los pulpos habitan en las grietas y recovecos
y, si nos fijamos bien, es posible que descubramos
la puesta de huevos de algunos de ellos. Los cabrachos
y varias especies de blénidos también
son muy comunes por estos fondos que alcanzan como
mucho, los 12-15 metros de profundidad.
No muy lejos de allí, en Oviñana, cerca
del Faro de Vídio, se encuentra otro de los
puntos de buceo más populares del occidente
asturiano, quizá porque es que el tiene el
acceso más cómodo de toda la zona. Es
el pequeño puerto de Oviñana, al que
se llega por una carretera que sale del pueblo y que
acaba en un estrecho túnel por el que es posible
entrar con el coche y llegar hasta la misma rampa
del pequeño muelle, por donde los buceadores
entran caminando en el mar. Nada más entrar
en el agua, si nos dirigimos hacia nuestra izquierda,
es decir, hacia el oeste-noroeste, enseguida cogeremos
unos 10-12 metros de profundidad entre espléndidos
bosques de laminarias y entraremos en una zona conocida
como los Cañones de Oviñana, donde se
abre un laberíntico mundo de pasillos entre
rocas completamente tapizadas de vida. Llamativos
espirógrafos se ocultan al paso de los bucedores,
mientras sargos, lubinas y algún pez gato huyen
despavoridos ante las extrañas presencias.
Esponjas de considerable tamaño y curiosos
colores decoran el paisaje e infinidad de pequeños
nudibranquios salpican las paredes de estos cañones
sumergidos.
Otro de los lugares recomendables para bucear es la
Concha de Artedo, en el Concejo de Cudillero. Es una
playa de arena y cantos de piedra de gran fama por
su belleza. Es una de las conchas más limpias
y protegidas de toda la región. Las paredes
de los dos extremos de la playa pueden bucearse, aunque
sin duda, el que tiene más fama es el de la
Punta Austera, el de la izquierda. Hay grandes grietas
que recorrer, con paredes cubiertas de esponjas y
gorgonias. Y si abandonamos unos metros la zona rocosa
y nos fijamos en la arena es posible descubrir numerosas
rayas, tembladeras y peces de fondo. Esta inmersión
requiere embarcación, aunque también
se puede salir de la playa, pero será muy difícil
recorrer la totalidad de la pared si tenemos que reservar
aire para volver otra vez hasta la costa.
El
oriente asturiano
Antes de seguir nuestro recorrido hacia el oriente
asturiano, es necesario hacer una parada en Cabo Peñas,
para mí el lugar más espectacular de
todo el Principado, pero que cuenta con el inconveniente
que el embravecido Cantábrico no permite aquí
más de diez buceos al año. Bajo este
cabo, en su extremo más al norte, junto al
pequeño islote de Erbosa, se encuentran los
restos de un pecio, el Costa Africana. En realidad
ya no queda prácticamente nada de la estructura
del carguero, sólo un montón de chatarra
amontonada en el fondo de arena y roca, entre unos
35 y 40 metros de profundidad. El acceso a este lugar
sólo es posible con embarcación. Entre
los restos diseminados podremos encontrar enormes
congrios, increíbles langostas y confiadas
centollas. Los bancos de pequeñas sardinas
y caballas recorren permanentemente la zona en continuo
vuelo rasante sobre las paredes rocosas, completamente
tapizadas por una pequeña y colorida anémona,
Corynactis viridis, muy común en todo el litoral.
En esta inmersión se hace muy difícil
regresar a superficie, ya que nunca se sabe cuando
será la próxima vez que se pueda volver
a sumergirse.
Al contrario que en occidente, en esta parte del litoral
asturiano es posible encontrar algunos centros de
buceo que periódicamente hacen salidas, centros
que están situados en localidades como Gijón,
Lastres y Ribadesella y que tienen localizados bastantes
puntos de inmersión muy recomendables, como
el pecio Nereida, un buceo profundo -unos 40 metros-
sólo apto para submarinistas con experiencia.
Sin embargo, si hay alguna zona de buceo que personalmente
destacaría del oriente asturiano, es la zona
comprendida entre Llanes y la frontera con Santander,
hasta el concejo de Rivadedeva. Allí, el único
centro de buceo que hay en toda la zona es el de Todonorte
(todonorte.com), dirigido por un gran profesional
como es Toño Puertas, y que está situado
en Bustio, exactamente en la desembocadura del río
Cares-Deva, en una finca a las faldas de una montaña,
entre un bosque de robles, castaños, acacias
y alces. La subida de marea permite que se pueda salir,
al menos dos veces diarias, en zodiac desde la misma
casa rural donde está ubicado el centro, a
pie de la Ría Tina Mayor. Ya sólo por
el paisaje que ofrecen los cinco minutos de recorrido
por el río, entre bosques y acantilados, hasta
salir al mar, vale la pena cualquier inmersión.
A menos de 20 minutos de travesía se encuentra
la zona de buceo, concentrada en un área comprendida
entre los islotes de Pesues y El Castrón de
Santiuste, que ofrece algo más de una decena
de inmersiones bien diferenciadas, aunque los buceos
más recomendables están a tan sólo
10 minutos del centro y se localizan en el ecosistema
de especial protección de los Acantilados de
San Emeterio. Acantilados vírgenes plagados
de cañones, túneles y cuevas submarinos
que hacen que el paisaje durante el buceo sea espectacular.
Aunque la zona está muy machacada por los aficionados
a la pesca submarina y los pequeños pescadores
de los alrededores, aún se puede encontrar
una gran cantidad de vida que sorprende por su tamaño,
vitalidad y colorido. En los agujeros de las cuevas
es muy fácil encontrarse con confiados congrios
de considerables dimensiones, a los que suelen acompañar
algún imponente bogabante con pinzas tan grandes
como un antebrazo de hombre. Las pastinacas también
son muy comunes en este lugar, que descansan pacientemente
entre la arena y las piedras esperando que un ejército
de gambas efectuén el servicio de limpieza
habitual. Las rocas están completamente tapizadas
por erizos multicolores, entre los que pueden encontrarse
ondulantes anémonas que hacen bailar sus melenas
de tentáculos a las leves corrientes dominantes.
En los cañones y las cuevas, sorprende encontrase
los techos y las paredes forrados de exuberantes esponjas
anaranjadas y de las rojizas anémonas.
La Costa Verde, a pesar de la carencia de programas
de protección gubernamentales, de las elevada
explotación pesquera y de los pescasub, sigue
manteniendo en sus fondos un verdadero vergel donde
la vida nace en cualquier rincón. Asturias:
paraíso natural... también bajo el mar.