TURISMO
TEXTO & FOTOS: Chano Montelongo
A refugio en Chinijo
Mimado casi todo el año por los suaves vientos alisos, un grupo de pequeñas islas, casi olvidadas, emerge del Atlántico, al norte de la isla de Lanzarote. Es el Archipiélago Chinijo, un lugar que en el pasado fue un conocido refugio de todo tipo de piratas y que hoy, sin embargo, es refugio de uno de los grandes tesoros biológicos de la humanidad.
 
Bajo sus aguas, en unos fondos prácticamente vírgenes, se esconde la mayor biodiversidad marina de Canarias. Es la reserva marina más grande de Europa y, a pesar de todo, un lugar todavía desconocio para la gran mayoría de los aficionados al submarinismo. ¿Es quizá ésta la razón de que este paraiso aún se conserve intacto, o quizá se deba a las enormes restricciones que tiene todo este área para practicar el buceo deportivo?
Se denomina Archipiélago Chinijo al grupo de islotes existentes al norte de la isla de Lanzarote, formado por La Graciosa, Alegranza, Montaña Clara y los roques de Este y del Oeste. Todas estas islas están deshabitadas excepto la principal, La Graciosa, donde se levanta Caleta de Sebo, una pequeñísima población de poco más de 500 habitantes.
Este área protegida es uno de los enclaves naturales de mayor interés de Canarias, y no sólo porque estos islotes cumplen un papel esencial como área de refugio, descanso y nidificación para un gran número de aves, sino porque en sus aguas se pueden encontrar hasta 228 especies diferentes de peces. En todo el archipiélago canario no existe otra zona que alberque una mayor diversidad de peces. Los más habituales son los dentones, bocinegros, pejeperros, meros, abades y viejas. Los más escasos, pero que todavía es posible encontrar durante las inmersiones, son el romero capitán, la corvina negra, el róbalo o lubina y la sama zapata, por ejemplo. Y si con estos argumentos alguien no está convencido aún de que nos encontramos en un lugar único para la práctica del submarinismo, ahí va otro dato: Sólo en la Reserva Marina se encuentra el 53% de toda la flora marina existente en los fondos canarios. Es el área donde se encuentra el mayor índice de diversidad de especies de macroalgas marinas; un total de 304 especies distintas.

Superprotegida
Muchas zonas de esta Reserva Marina, declarada así desde 1995, están tan protegidas que está terminantemente prohibido la práctica del buceo. Sin embargo, en las aguas exteriores de la reserva y en el entorno norte de Alegranza, si se permite este deporte, previa autorización del Area de Agricultura y Pesca de Las Palmas, dependiente del Ministerio. En esta zona el máximo permitido es de tres barcos diarios. En las aguas interiores de la reserva también está permitido el buceo, pero sólo en zonas muy concretas. Para los buceadores, la mejor forma de conocer estas aguas es realizar un crucero de vida a bordo, y la única empresa que realiza estas salidas es, en la actualidad, Senderismo Acuático www.senderismoacuatico.com, que cuenta con el Oso Ondo (“Muy Bien” en euskera), un barco de 17 m. de eslora con capacidad para albergar a ocho pasajeros y cuatro tripulantes, y que está perfectamente adaptado a los safaris de buceo. Es necesario sacar permisos para el buceo en la zona que son nominativos, por lo que es necesario presentar fotocopias del DNI, titulación de buceo y los seguros pertinentes.

Refugio de piratas
Además de los aspectos medioambientales que reunen las inmersiones en este lugar, hay otros alicientes históricos que atraen a los buceadores. El descubrimiento de América y la penetración europea hacia el Índico a través de la costa occidental africana convirtieron a las Canarias en una encrucijada de las rutas marítimas. Apenas avanzado el s. XVI, comienza el tráfico naval entre las colonias españolas de ultramar y la metrópoli. Los barcos regresaban cargados de tesoros y especias, y sus rutas tenían que pasar forzosamente entre las Azores y Canarias. De esta forma, los mares de las islas se convirtieron en lugares de espera para las flotillas piratas. La piratería en aguas de Canarias empieza en el primer tercio del s. XVI, toma inusitada actividad hacia su final, y continúa durante todo el s. XVII y XVIII, hasta su ocaso en la primera década del s. XIX.
En el caso concreto del Archipiélago Chinijo, al encontrarse situado al norte de las Canarias, el lugar más próximo a las costas africanas, y ser islas deshabitadas, durante siglos, se convirtieron en escondite y refugio de todos los piratas y traficantes de esclavos que surcaban estas aguas. El lugar era el idóneo para ocultarse de los barcos de la Corona Española después de algún abordaje, para refugiarse de los temporales del Atlántico, o para reparar naves dañadas tras los combates y para proveerse de agua de los manantiales naturales de las costa norte de Lanzarote.
El lugar preferido para estas incursiones piratas era el fondeadero del Río, el canal de agua existente entre los imponente acantilados de Famara, al norte de Lanzarote, y la isla de La Graciosa, frente a lo que hoy es la población de Caleta de Sebo. Sin embargo, con el tiempo los barcos de la Armada descubrieron este refugio y comenzaron a realizar periódicas incursiones relámpagos en la zona con el objetivo de sorprender a las confiadas tripulaciones de estos barcos piratas. Cuando ésto ocurría, los bucaneros nada más ver aparecer en el horizonte el velamen desplegado de los galeones militares huían de allí sin esperar, incluso, a sus compañeros que se encontraban en tierra, sin tiempo siquiera de recoger el ancla, por lo que la operación más habitual era cortar el cabo de fondeo. Por eso toda esta zona del Río está llena de una innumerable cantidad de áncoras de todas las épocas. En la inmersión conocida como el Veril del Ancla, se pueden ver algunas de estas áncoras, de diferentes tamaños, formas y épocas.
Precísamente, la isla de la Graciosa, que debe su nombre al navegante Juan de Bethancourt a quien le pareció graciosa cuando la avistó en 1402, tiene un pasado tan ligado a los desembarcos de los piratas que se piensa que sirvió de inspiración A Roberto Louis Stevenson para escribir La Isla del Tesoro.

Nocturna en el puerto
La temperatura de las aguas es uno de los factores determinantes del tipo de flora y fauna que habita en toda esta zona. Anualmente, se produce un ciclo de la temperatura media de las aguas de esta reserva que alcanza su punto más bajo en el mes de marzo, con unos 18 grados centígrados, temperatura que irá ascendiento paulatinamente hasta el mes de septiembre que llega a alcanzar los 21º, después de esta fecha el agua vuelve a enfriarse hasta marzo y comienza otra vez el ciclo. La época más recomendada para bucear es, sin duda, los meses de septiembre y octubre, no sólo por la temperatura de las aguas, sino por el estado de calma del mar y los vientos.
Los islotes son de origen volcánico y por esta razón, a su alrededor, bajo las aguas, predominan los fondos con sustratos rocosos. Para encontrar fondos blandos arenosos o detríticos tenemos que alejarnos de la costa y sumergirnos a algo más de profundidad. De todas formas, las inmersiones que suelen realizarse en el Archipiélago Chinijo rara vez superan los 30 metros de profundidad. En la mayoría de ellas, los fondos están situado a una media de 20 metros. Uno de los grandes atractivos de las inmersiones es la vida que se puede encontrar en los fondos arenosos, como las águilas de mar, las rayas o chuchos y los tiburones ángel, conocidos como angelotes, un tiburón betónico de aspecto apacible y que se caracteriza por aguardar pacientemente a que sus presas se acerquen a su boca mientras espera semienterrado en el fondo arenoso. Las inmersiones nocturnas en las aguas de la reserva están prohibidas. Sin embargo, durante nuestra visita en este archipiélago se nos ocurrió preguntar por los fondos marinos del mismo puerto de Caleta de Sebo, el lugar donde estábamos atracados y que queda al margen de las aguas protegidas, y la respuesta fue: “pues escombros y basura, como en todos los muelles”. Sin embargo, esa noche y la siguiente encontramos un panorama completamente contrario al que se suponía. Iniciamos la inmersión desde el mismo punto donde el barco estaba atracado, muy cerca de la rampa del dique seco del puerto y del atraque de los ferrys que hacen el trayecto Orzola-La Graciosa. Atravesamos primero un largo túnel de unos tres metros de ancho por otros tantos de alto que atravesaba transversalmente la escollera en dirección al mar abierto. En todos los rincones dormían decenas y decenas de enormes lebranchos que apenas se inmutaban cuando las luces de los focos les iluminaban. Las pequeñas piedras del fondo del túnel estaban tapizadas de coloridos nudibranquios y pequeños crustáceos. El túnel tiene entre 20 y 30 metros de largo y desemboca en el lado exterior del dique. Al salir de él, los bloques de hormigón que componen la escollera servían de improvisados escondites para las morenas pintadas y negras. Los sargos breados y las viejas utilizaban los huecos para intentar dormir, una bailarina española aprovechaba la luz para emprender su peculiar y acompasado vuelo entre los bloques. En la arena y a lo largo de todo el espigón, de unos 200 metros de longitud, encontramos numerosos chuchos y mantelinas semienterrados y también alguna alicia miriábilis con sus tentáculos desplegados intentando capturar algún microorganismo con que alimentarse. Sin abandonar el dique, y recorriéndolo por su lado exterior, primero, e interior, después, llegamos de nuevo hasta el barco, donde nos esperaba un buen termo de chocolate caliente para entrar en calor.

Caleta de Sebo
De las islas que componen el Archipiélago Chinijo, La graciosa es la única habitada. En Caleta de Sebo viven medio millar de personas, casi todas ellas dedicadas a la pesca y, en menor medida, al turismo. Esta población es un lugar en donde da la impresión que el tiempo se ha olvidado de pasar. Unas pocas casas blancas albergadas sobre unas rudimentarias calles de arena, dan un ambiente auténtico al lugar. El que este lugar sea hoy Parque Natural y, dentro del mismo, Reserva Marina, se debe fundamentalmente a sus habitantes. Los pescadores artesanales han sabido conjugar tradición y modernidad apoyando la creación de la Reserva Marina que las administraciones pesqueras del Estado y de la Comunidad Autónoma canaria establecieron en 1995. La reserva abarca un total de 70.000 hectáreas que la convierten en la más grande de España y, probablemente, de toda Europa. Pero esto no es suficiente, ya que de los peligrosos corsarios del siglo XVI hemos pasado a otro tipo de piratas de nuestro recien estrenado siglo que están poniendo en peligro este frágil ecosistema. Precísamente, a mediados de abril, la asociación ecologista WWF/Adena pidió públicamente al Gobierno la declaración de este archipiélago como Parque Nacional, ya que asegura que es necesario un nuevo modelo de gestión para solucionar los problemas que en la actualidad padece. Además de la riqueza marina que albergan sus aguas, estos islotes cumplen un papel esencial como área de refugio, descanso y nidificación para un gran grupo de aves marinas. De hecho, el islote de Alegranza acoge la segunda colonia nidificante de pardela cenicienta más importante del mundo. En Chinijo se pueden encontrar, además, alimoches, águilas pescadoras y halcones de berbería. Toda esta riqueza natural del Archipiélago Chinijo ha atraido a personajes desaprensivos que se dedican a explotar de forma furtiva y descontrolada los recursos pesqueros litorales y marisqueros. Además, se sigue cazando a la pardela para el consumo local de sus pollos. Igualmente, habría que llamar la atención sobre otros problemas también perjudiciales para el entorno como es la expansión del turismo, la contaminación marina, la introducción de especies exóticas, el impacto del fondeo de los barcos y la falta de tratamiento de residuos.

 
 
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