Día 9. Pulau Tifore (Mar de Molucas):
Tras una agradable travesía nocturna, sobre las cuatro de la mañana, los motores de la Ondina pararon y el ruido de las cadenas del ancla despertaron a los que tenían el sueño más ligero. Por el ojo de buey de los camarotes, y entre las sombras de las últimas horas de la noche, apenas podían adivinarse las suaves siluetas de la pequeña isla de Tifore que, junto a su vecina Mayu, son las dos únicas "cagadas de mosca" que aparecen en las cartas náuticas entre la región de Molucas y la provincia de Sulawesi. El Equipo Nautilo, formado por periodistas, naturalistas y miembros de la Sociedad Geográfica Española, pasará toda la jornada explorando estas aguas, donde hasta ahora nunca se han hecho prospecciones subacuáticas en sus arrecifes. Con las primeras luces del agua y antes, incluso, de desayunar, los buceadores se sumergen en la zona conocida como Tanjung Niniwit para descubrir un ecosistema marino dominado por un arrecife coralino que destaca por la visibilidad del agua. Grandes corales duros y gorgonias de intensos colores rojos, dorados y rosados se extienden ante la vista. Sin embargo, lo más llamativo es una gran extensión de largos corales látigo que se mueven rítmicamente mecidos por las ligeras corrientes dominantes. A primera vista, se perciben grandes cardúmenes de peces, pero entre las grietas y oquedades es posible ver rayas de puntos azules, grandes y pequeñas morenas (particularmente agresivas con los buceadores), peces trompetas y anémonas con sus correspondientes peces payasos.
Bombas caseras
A lo largo de la jornada, el equipo procedió a explorar otras zonas del litoral de Pulau Tifore, entre las piraguas artesanales de los pescadores locales que se sumergían en apnea una y otra vez junto a los buzos para recoger sus nasas. Sin embargo, en el punto conocido como Pantai Sago, el grupo descubrió una extensa zona del arrecife, localizada entre seis y ocho metros de profundidad, que parecía desvastado por una gran apisonadora submarina. Insistimos en buscar las causas de aquel inhóspito paisaje y detectamos, entre los corales muertos, algunas pequeñas botellas de cristal. Eran bombas caseras utilizadas por los pescadores de esta región que no habían estallado al caer al mar. Sin embargo, en cuanto la pendiente del arrecife se hacía más pronunciada, al llegar a la cota de los 10-12 metros, la vida arrecifal volvía a surgir con gran fuerza y entre los numerosos corales y las enormes esponjas barril se observaba abundante vida marina: escórporas, peces ángel, globos, león, soldados, mariposas y bancos de cirujanos. Antes de caer la noche, en la última inmersión, los buceadores tuvieron un grato encuentro con un tiburón leopardo y con una enorme cardumen de grandes barracudas. Tras una frugal cena, recompensa de un largo día, la Ondina levó anclas y puso rumbo noroeste, hacia la ciudad industrial de Bitung, en la entrada del mítico Estrecho de Lembeh, la última parada.
Día 10, 11 y 12. Estrecho de Lembeh (Sulawesi)
Tras ocho horas de navegación nocturna, la goleta entró en las verdes aguas del Estrecho de Lembeh. Por babor, la omnipresente silueta del volcán Manado recuerda el origen volcánico de estas tierras. A las faldas de esta majestuosa figura, divisamos los perfiles del Puerto de Bitung, que con una población cercana a los 150.000 habitantes es un enorme foco de contaminación que vierte sus basuras y desperdicios a estas aguas. Esta zona, al norte de Sulawesi, se encuentra en medio de la mayor concentración de arrecifes coralinos del planeta. Sin embargo, a causa de la proximidad del puerto que mueve un importante tráfico marítimo, de una factoría de tratamiento de pescados, de la contaminación y de las arenas negras y volcánicas que lo cubren todo, el fondo marino del Estrecho de Lembeh es un lúgrube paraje, desolado, con aspecto de paisaje lunar. No obstante, las cosas aquí no son lo que parecen. Debido al afloramiento de aguas profundas del mar de Molucas que arrastra hacia el Estrecho una nutritiva sopa planctónica y, además, a la presencia de varios ríos que bajan de los bosques de Sulawesi para verter aquí otra gran cantidad de nutrientes, el Estrecho de Lembeh es un paraíso de vida marina, aunque muy diferente a lo que los buceadores están acostumbrados a ver. En estas aguas, siempre acompañadas por la penumbra, no hay corales ni coloristas esponjas, pero en cualquier lugar donde se ponga la mano hay vida, camuflada en la arena u oculta en cualquier recodo. Sólo basta tener paciencia y abrir bien los ojos, porque la sorpresa puede saltar en cualquier momento. Es lo que se conoce como el muck dive o buceo en el fango. Lembeh es la meca de esta especialidad de buceo donde continuamente, científicos y grandes fotógrafos y cámaras submarinos buscan las especies más raras, desconocidas o extravagantes.
Feos y frikis
Sólo bastan un par de minutos de inmersión para que, ante los ojos de los buceadores, comiencen a surgir las criaturas más fascinantes e inimaginables del mundo submarino. Las especies que aquí habitan han conseguido adaptarse al entorno hasta el punto que han modificado su apariencia y comportamiento, camuflándose para pasar desapercibidos o arrastrándose en lugar de nadar libremente. Aquí son todos depredadores, peligrosos, venenosos y feos, muy feos. En medio de la árida arena negra, como si surgiera del mismísimo infierno, una anguila serpiente asoma su cabeza. Inmóvil, espera el momento de abalanzarse sobre alguna despistada presa. Un poco más allá, camuflado entre una rama de palmera sumergida, un grotesco pez rana peludo se confunde con el color negro de la arena. Más adelante, junto a unas rocas una extravagante rhinopia, familia de los peces escorpión, amenaza con sus espinas venenosas, mientras en una pequeña y aislada gorgonia, un par de caballitos de mar pigmeos, se agarran fuertemente con su cola para no dejarse arrastrar por la ligera corriente. Lembeh es, probablemente, el mejor sitio del mundo para los fotógrafos amantes del macro. Botellas de cristal, latas, plásticos, cortezas de cocos, neumáticos..., cualquier cosa que se encuentre en el fondo del Estrecho es una potencial guarida para las criaturas marinas, por lo que lo mejor es no dejar pasar nada y examinar dos y tres veces cada objeto que encontremos durante la inmersión.
También pecios
Además de esta variedad de vida marina, en el mismo Estrecho hay varios pecios de la II Guerra Mundial que suponen una buena alternativa a tanto bichito pequeño y extraño. En algunos de ellos viven de forma permanente los peces rana, las gambas mantis, los caballitos pigmeos y los peces pipa fantasma.
El Equipo Nautilo ha llegado hasta Lembeh a bordo de un crucero especial, fletado para la ocasión para atravesar un territorio al margen del circuito turístico, como es la isla moluqueña de Halmahera. Sin embargo, llegar hasta el paraíso submarino que supone el Estrecho es bastante más factible para todo tipo de buceador. Hay bastantes resorts de diferentes categorías a lo largo de ambas orillas del Estrecho, además de varios cruceros de vida abordo que se mueven continuamente por estas aguas. Tras varias jornadas disfrutando de este edén sumergido, la Expedición Maluku llega a su fin. En el Puerto de Bitang nos espera un autocar que en un par de horas nos llevará hasta el aeropuerto de Manado y, de allí, un avión a nuestro próximo destino, también dentro de Indonesia..., pero eso es otra historia.
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