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TURISMO INTERNACIONAL |
TEXTO & FOTOS: CHANO MONTELONGO/EQUIPO NAUTILO |
El tesoro del penal |
Entre mares de color turquesa, Panamá, célebre por el canal que une el Atlántico y el Pacífico, esconde selvas impenetrables, culturas ancestrales y reservas naturales de un valor incalculable. A más de 300 kilómetros al oeste de Panama City, la capital, en pleno Océano Pacífico, las aguas albergan uno de los mayores tesoros de un país que, en sus orígenes, fue bautizado con la palabra “Panamá”, proveniente de las lenguas nativas y que significa "abundancia de peces"... Y en ningún otro lugar de este pequeño país centroamericano se manifiesta esa exuberancia de vida marina como en Coiba, el lugar donde se encuentra la mayor biodiversidad marina de todo el Pacífico Oriental.
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NOTAS DE INTERES
Cuándo bucear: Cualquier época es buena para ir a Santa Catalina, aunque, por las lluvias, lo mejor es ir en la temporada seca, entre diciembre y abril.
Condiciones del agua: La temperatura media del agua en superficie oscila entre los 26º y 29ºC durante todo el año. A veces, se encuentran termoclinas y la temperatura desciende sobre los 24ºC. La visibilidad media está entre 20 y 30 metros.
Como ir: La única agencia española que actualmente organiza viajes de buceo y surf a Coiba y Santa Catalina es Max Viajes (www.maxviajes.com y 902 366 159). se vuela de forma directa desde Madrid a Pánama City y, dese allí, por carretera, hay que hacer unos 300 km hasta el pueblo de Santa Catalina. |
Desde siempre, los codiciados brillos de las perlas, el oro y la plata atrajeron hasta aquí a innumerables aventureros y cazatesoros en busca de fastuosas fortunas. El Equipo Nautilo, un grupo de buceadores formado por periodistas, naturalistas y miembros de la Sociedad Geográfica Española, ha estado recientemente en esta región en busca también de grandes riquezas, aunque de otro tipo, menos materiales, pero igual de bellas y codiciadas, que durante casi un siglo han estado custodiadas por el miedo, los peligros y el misterio que siempre han rodeado a la conocida como "Isla del Diablo". Declarado Parque Nacional desde 1991 y recientemente nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, el archipiélago de Coiba se encuentra a 32 kilómetros de distancia de las costas de la provincia de Veraguas. Hoy, estas islas son uno de los enclaves naturales más protegidos del mundo, una sorprendente ofrenda de la naturaleza. Mientras en tierra, este archipiélago es un verdadero laboratorio de la Historia Natural, en el mar existe un vergel de vida marina donde conviven tiburones, mantas, ballenas, delfines y densos cardúmenes de peces tropicales.
La mítica ola de Santa Catalina
Dispuestos a desenterrar el pasado y el presente de la última joya de Panamá, los miembros del Equipo Nautilo se desplazaron hasta las costas de Veraguas, al pequeño pueblo pesquero de Santa Catalina, en el Golfo de Montijo, donde se instaló el centro de operaciones desde el que partieron todas las expediciones a Coiba, un lugar todavía por explorar.
Santa Catalina es un pueblo remoto de la costa cuyos habitantes son indios-negros costeños amables y hospitalarios. Este lugar es mundialmente conocido porque alberga una de las mejores olas de surf del planeta, comparada solamente con Sunset Beach en Hawai. Desde hace más de 30 años, los mejores surfers del mundo han pasado por aquí en busca de la mítica ola de Santa Catalina. Los jóvenes indígenas del poblado se han criado entre tablas y pastillas de cera. En esta pequeña aldea está ubicado el único centro de buceo que tiene permiso para operar dentro del Parque Nacional: Scuba Coiba, dirigido por un amable y parsimonioso austriaco llamado Herbi. La travesía en barco suele durar entre 40 minutos y una hora y media, dependiendo del lugar elegido para bucear. Por el camino, la aparición de pequeños grupos de delfines ponen de manifiesto la gran riqueza natural que albergan estas aguas.
Parque Nacional de Coiba
El Parque Nacional de Coiba, con más de 270.000 hectáreas, es una de las reservas más grandes de Centroamérica y alberga un archipiélago de ocho islas, siendo la de Coiba, con 50.000 hectáreas, la de mayor extensión no sólo del país sino de todo el Pacífico Oriental. Este espacio natural forma parte del Corredor Marino Mesoamericano junto a las islas Galápagos, en Ecuador, Gorgona y Malpelo, en Colombia, e Isla del coco, en Costa Rica.
A medida que nos acercamos a la isla de Coiba divisamos las arenas blancas de sus tranquilas playas. Tras ellas una selva impenetrable se alza desafiando a cualquier ser humano. Esto ha originado que la mayor parte de esta isla esté aún sin explorar y que albergue zonas completamente vírgenes donde el hombre nunca ha estado antes.
El equipo Nautilo inició la exploración en la zona este, internándose en Río Amarillo, el más caudaloso de Coiba, donde se encuentra un extraordinario ecosistema de manglares que sirve de refugio a numerosas especies de aves, peces y enormes cocodrilos. El silencio es casi absoluto, sólo roto por los cantos de las aves exóticas de esta selva tropical y de alguna especie de simio pequeño. Este es un escenario misterioso, casi de leyenda...Sin embargo, la isla de Coiba no siempre ha sido considerada un paraíso, ya que sus idílicas playas y sus exuberantes selvas tropicales esconden un dramático pasado reciente lleno de incógnitas y desgracias. Algo tan terrible que durante décadas hizo que se la conociera como "La Isla del Diablo".
Leyenda negra
La siniestra mala fama de esta isla se remonta a principios del siglo XX, cuando el Gobierno panameño decidió, en 1914, convertir Coiba en una cárcel para presos peligrosos. A pesar de ser, en su mayoría, asesinos con largas condenas a sus espaldas, los reos vivían en campamentos y podían moverse a su antojo por la isla, pudiendo cazar, sembrar y vivir "libremente". Los 32 kilómetros de mar abierto hasta el continente y la abundante presencia de cocodrilos marinos y tiburones en estas aguas, abortaban cualquier intento de fuga. El paraíso se convirtió en un infierno y al lugar comenzaron a llamarle "La otra Isla del Diablo", haciendo referencia al legendario islote-cárcel de la Guayana francesa, donde miles de presos murieron víctima de las enfermedades tropicales en la primera mitad del siglo XX. En 1998, cinco reclusos fueron decapitados con machetes tras un enfrentamiento con otra banda rival de presos. Poco después, las autoridades panameñas decidieron poner fin a aquel infierno y, en Agosto de 2004, cerraron definitivamente el penal.
El paraíso del penal
Enterrado todo vestigio de peligro de la colonia penal, su clausura fue el despegue definitivo de este Parque Nacional como uno de los últimos paraísos ecológicos del mundo, no en vano, en los albores del siglo XXI, Coiba se había convertido en el lugar más preservado de todo América. Las terribles historias de la Isla del Diablo mantuvieron a raya al resto del mundo.
Hoy, bajo sus aguas se esconden 1.700 hectáreas de arrecifes de coral, el mayor de todo Centroamérica y el segundo del Pacífico Oriental y un ecosistema marino que, sin duda, ha de tenerse en cuenta como uno de los "puntos calientes" de la biodiversidad mundial. Sólo hay algunas especies de corales duros y blandos. Sin embargo, estos son abundantes en muchos sitios. Entre ellos y el fondo rocoso los caballitos, las aguja de mar, el pejesapo, el camarón arlequín y una gran variedad de nudibranquios y morenas, se refugian y juguetean ajenos a la curiosidad de los pocos buceadores que aún visitan estas aguas. La mayor parte del buceo se lleva a cabo alrededor de los picos o montañas submarinas cercanos a la costa. Estos picos volcánicos se elevan desde grandes profundidades, algunos rompen la superficie mientras otros sólo suben hasta 40 m. desde la superficie. Estas rocas mantienen una abundante y diversificada vida, que algunas veces sólo se puede describir como espectacular. Enormes cardúmenes de barracudas, Jack, Cacho Arco Iris y el pez espada del Pacífico son comunes, al igual que las mantas gigantes, las rayas y las águilas pintadas.
Los tiburones, bien merecen un capitulo aparte, no sólo por su presencia constante en cada una de las inmersiones, sino por su variedad. Los Tigres, Toros, Cabeza de Martillo, Negros y Galápagos son comunes en estos arrecifes, aunque más difíciles de ver. Sin embargo, los tiburones gata y los puntas blancas, están presentes en cada rincón, bien posados sobre las rocas, confiados de la vida tranquila en el arrecife, bien vigilantes y activos sobrevolando nerviosos sus dominios, o bien, durmiendo plácidamente, amontonados, los unos sobre los otros, entre las pequeñas grietas de la paredes rocosas.
También los amber jack, los pragos y los enormes mederegales, que a veces se acercan velozmente a los buceadores, son habituales de estas aguas, en las que también abundan, como no, la venerada tortuga marina. Una de las razones de esta abundancia de vida marina es la presencia casi constante de corrientes submarinas, en su mayoría moderadas. Estas mismas corrientes son las que arrastran hasta aquí esa gran cantidad de nutrientes que atraen a la pequeña fauna marina en busca de alimentos y, éstos, a su vez, a los grandes depredadores. Es el inicio de la cadena alimenticia. Es también por esto por lo que la visibilidad y la luminosidad de las aguas, en algunas zonas del archipiélago, puede bajar considerablemente, aunque, por regla general, las aguas son limpias y claras.
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