Al
décimo día de navegación a bordo
de la goleta Ondina divisamos una hilera de diminutas
islas, el punto geográfico donde el inmenso
Mar de Banda da paso al Mar de Seram, una extensión
de agua salpicada por miles de islas, cada cual más
bella y exótica. Una de esas pequeñas
ínsulas es Palau Koon, conocida mundialmente
por su único punto de buceo bautizado como
Too Many Fish (en cristiano: demasiados o muchísimos
peces). Nunca un nombre tan pretencioso se ha quedado
tan corto al intentar describir la riqueza marina
que albergan un ecosistema marino.
Esta hilera de islotes corta el paso repentinamente
al extenso Mar de Banda, provocando que éste,
al intentar pasar al otro lado, provoque unas fuertes
corrientes entre los estrechos que quedan entre las
islas. Estos ríos de agua son la clave de todo:
de la relativa visibilidad que reina en las profundidades
y de los inmensos bancos de peces que, en algunos
casos, podrían hasta provocar en el buceador
un agobio claustrofóbico.
La corriente
La Ondina, tras fondear cerca de Palau Koon, bota
las dos neumáticas con las que nos acercaremos
hasta el punto de buceo, situado en el extremo sureste
de la isla. La corriente pega fuerte en este lugar
y, al encontrar un obstáculo (la isla), se
divide en dos, una corriente recorre la isla por el
lado derecho y el otro por el izquierdo. La clave
es intentar conseguir llegar hasta el vértice
justo donde la corriente se separa en dos. Ahí
se produce una espacio muerto donde no existe corriente
alguna, el lugar ideal para arrodillarse sobre la
arena y disfrutar plácidamente del espectáculo.
Las instrucciones son precisas: Nadie puede permanecer
en superficie, porque la corriente le arrastraría
lejos del lugar de inmersión, por lo que hay
que caer al agua con el chaleco desinflado y con algo
más de lastre del habitual para hundirse lo
más rápidamente que permitan los oídos.
El barquero dará la señal para dejarse
caer una decena de metros antes del punto de destino,
calculando que cuando consigamos llegar al fondo (unos
15 metros) la corriente ya nos ha empujado hacia el
lugar que buscamos. Aunque parece complicado no lo
es tanto y todo el grupo consiguió llegar hasta
ese espacio muerto donde las corrientes no molestan.
El fondo es una ladera no muy pronunciada donde se
levanta un saludable arrecife de coral. Cada pareja
de buceadores buscó pequeñas explanadas
de arena para asentarse. Allí, de rodillas
y mirando al azul, como si un espectáculo de
cine o teatro se tratara, comenzó el show.
La fuerte corriente que segundos antes nos arrastró
hasta allí era perfectamente visible a nuestros
ojos. Densos cardúmenes de jacksfish, fusileros,
barracudas, atunes de aleta amarilla, entre los que
se escondían tiburones de puntas blancas, meros,
peces murciélago, etc, pasaban a toda velocidad,
impulsados por la fuerte corriente, a derecha e izquierda
de donde estábamos situados, tomando una de
las dos vertientes de la pared. Durante más
de 20 minutos, permanecimos quietos, arrodillados
entre los bellos pináculos de coral, mirando
al azul. Los ejemplares que surgían ante la
vista se contaban por miles y, muchas veces, el banco
de cirujanos que nadaba más cerca de ti, no
dejaba ver a los pargos de rayas azules que estaban
detrás. Una verdadera orgía de peces.
Cuando cada pareja creía conveniente, abandonábamos
la posición estática e iniciábamos
el recorrido hasta el punto establecido para que nos
recogieran las neumáticas, en la parte posterior
de Pulau Koon. Así que, nadábamos unos
pocos metros hasta que la corriente nos atrapaba,
nos mezclaba entre la numerosa fauna y nos arrastraba
hacia el otro lado de la isla. Mientras volábamos
sobre el arrecife, podíamos ver entre el coral
a enormes rayas, numerosas morenas y algunas serpientes
marinas. Incluso, nadando a contracorriente, con una
tranquilidad pasmosa, nos tropezamos con un soberbio
y despistado ejemplar de tiburón martillo.
Los últimos búfalos
del arrecife
Al llegar al final del arrecife, cuando empezábamos
a superar la isla de Koon, la pared se metía
repentinamente hacia la derecha, quedando todo aquel
lugar a refugio de la corriente. El escenario presentaba
una arrecife de relieve bajo con amplias zonas de
arena. Cuando nos disponíamos a consumir nuestros
últimos minutos de inmersión, comenzamos
a oír un extraño ruido ronco. Sonaba
algo así como una manada de cuadrúpedos
al galope. Detrás de los arrecifes descubrimos
su origen. Se trataba de un banco de enormes loros
gibosos o pez loro de cabeza jorobada (Bolbometopon
muricatum), de más de un metro y medio de largo
y de más de 80 kilos de peso cada uno. El sonido
era producido por la demolición de coral al
ser mordido por sus dientes en forma de pico de loro
y ser después triturado por el impresionante
molino de dientes farígeos de sus gargantas.
Cuando advirtieron nuestra presencia, los cautos loros
gibosos iniciaron la huída en perfecta formación,
arrecife abajo. Sus enormes y deformes cuerpos amontonados
recordaban a las legendarias manadas de los bisontes
en las llanuras americanas, provocando, incluso, ruido
y nubes de polvo a su paso. Sólo faltaba allí
el mítico Bill Cody del Lejano Oeste lanzándose
en pro de los últimos búfalos del arrecife.
Regulador del arrecife
Cada uno de estos peces consume entre 4 y 5 toneladas
métricas de arrecife al año, la mitad
de los cuales son de coral vivo y de la especie Acrópora,
de crecimiento rápido, actuando así
como elemento de equilibrio del ecosistema marino,
ya que permite que otras variedades de coral de crecimiento
lento dispongan de espacio para desarrollarse y no
perecer en el intento. A pesar de que el loro giboso
posee unas escamas grandes y duras de gran resistencia
que, incluso, pueden desviar un arpón disparado
a bocajarro, es una especie que está desapareciendo
de casi todos los mares tropicales en los que habita.
La carne de estos animales es aún muy apreciada
para algunas poblaciones indígenas del sureste
asiático. Así, han terminado por desaparecer
de lugares como Guam, Fiji y Filipinas. Hoy, estas
espectaculares manadas de búfalos marinos sólo
pueden encontrarse en Layang Layang, Sipadán,
Molucas y pocos sitios más.
La razón por la que estos bancos habitan en
estos remansos de paz, entre fuertes corrientes, es
porque en estos lugares pueden asegurar la conservación
de la especie. Los loros de cabeza jorobada, al igual
que otros peces como los napoleones, por ejemplo,
desovan en áreas situadas en los márgenes
del arrecife donde las corrientes se llevan las huevas
lejos de allí y de todas las bocas hambrientas
que habitan este ecosistema. Eso les da una oportunidad
para que la especie perdure.
Nuestras inmersiones de Too Many Fish terminaron siempre
observando a los numerosos cardúmenes de peces
murciélago desfilando por el arrecife, entremezclándose
con varias clases de peces cirujanos y bancos de fusileros.
En pocos lugares del planeta, nunca se eligió
un nombre tan acertado para una inmersión como
en este lugar, en la zona más virgen y salvaje
de Indonesia.