z
 

 

Texto y Fotos: David Montserrat


TURISMO INTERNACIONAL
Isla Guadalupe: Santuario del Gran Blanco
 

 

 

La Isla Guadalupe. Una pequeña y casi deshabitada isla en el Pacifico, en aguas mexicanas. Lejos, verdaderamente lejos de cualquier parte...

Empezamos en Tijuana donde no dudes en buscar un taxista seguro. Esto es fácil, búscalo en el aeropuerto o en un hotel. Nada de parar un coche por la calle, su servicio puede ser de dudosa confianza. De todos modos puedes andar con tranquilidad por el centro y calles adyacentes. Encontrarás mucho comercio, bares restaurantes, discotecas etc. Tienen una presencia de turista yankee importante, muy importante. Las compras y la diversión son interesantes. Curiosamente también la odontología, la farmacia, la óptica y oftalmología. Los precios, seriamente competitivos, hacen que muchos americanos se acerquen a México por servicios médicos. Sorprende la cantidad de dentistas, clínicas variadas y farmacias que hay en Tijuana. Ya sabes donde puedes ir a sacarte un diente y ponerte gafas.
Después de pasear por Tijuana y por lo que los mexicanos llaman la línea (Frontera EEUU) nos espera una hora larga en coche. El paisaje en Baja California es muy árido. Cactus arena y piedras te acompañan por la carretera.

El Sea Escape
Ensenada es el puerto donde aguarda lo que será nuestra casa en los próximos días. En este caso son 33 metros de un casco azul. Coronado por unas grandes jaulas en Popa. Una grúa de a bordo se encargará de sumergirlas cuando Antonio, el Rasta, el Shark Expert decida. Pero ese momento se hace esperar. Por delante tenemos 18 horas de navegación, más o menos. Isla Guadalupe está ahí, en medio del gran azul. Lejos de todas partes, con su árido aspecto y su subacuático atractivo.
Pero en la cercanía del Sea Escape, embarcación en especial buen estado en la que veo como los marineros cargan mi equipaje, oímos ruidos. Unos ruidos, rugidos más bien, persistentes, insistentes. Los pelícanos apenas nos dejan ver, pero sí. Frente a nosotros un pantalán lleno, repleto de …. Leones marinos. Leones de California también conocidos como Zalophus californianus. Una maravilla de animal que cuando lo encuentras se cuentan por docenas. Allí estaban, tomando el sol en un pantalán del puerto. Felices, casi tanto como yo al verlos, un par de centenares sin más distracción que ver como pasean los humanos. Nosotros, a navegar.

La Isla y el Gran Blanco

Llegar a Isla Guadalupe es la sensación de por fin llegar a alguna parte cuando en realidad no llegas a ningún lado. Con un récord de 25 habitantes censados en el 2005, es una isla preciosa, sin vegetación apenas. En medio del Pacífico emerge hasta unos 1200 metros de altura. De apenas unos 35 Km. de largo, anclamos junto a la costa, cerca de la playa pero la sonda indica 70 metros de profundidad.
Apenas tenemos tiempo para hacer un par de fotos del perfil de la costa y oímos el chapoteo de las jaulas en el agua. Se trata de dos construcciones lo suficientemente grandes como para albergar a 4 o 5 buceadores con comodidad. Desde superficie te facilitan un narguile, una segunda etapa de regulador. Un latiguillo suficientemente largo, un buen lastre y ausencia de botella en la espalda y aletas facilitan la comodidad, el tránsito por la jaula.
Inmediatamente se lanza pescado al agua. La espera empieza, el tiempo aquí no corre. Frente a nosotros esa roca por un lado y 250 Km. de agua al punto de tierra más cercano por el otro lado.
Entrar en una jaula para ver al gran tiburón blanco siempre es una sensación curiosa, extraña. Sabes qué animal esperas ver pero nada ni nadie puede decirte en qué momento, en qué condiciones aparecerá. No sabes cuánto tiempo lo o los tendrás ante ti. Nadie puede predecir si se acercarán, si posaran para ti o sólo verás una aleta borrosa perdida en el azul. Pero no, las aguas limpias, sorprendentemente azules y transparentes de este lugar presagiaban lo que ocurriría en apenas un par de horas.

Un mordisco, 10 kilos menos
Alrededor de nuestro habitáculo, la jaula, aparecen siluetas. No demasiado lejanas pero si recelosos. Se trata de machos, sólo machos. Depende de la época aparecen los machos o las hembras. Nadie sabe del todo el por qué de sus migraciones, pero así se presentan. Merodean por los alrededores, se acercan, se dejan ver, se dejan fotografiar. De todos modos se ven recelosos. No te quitan ojo de encima. No están acostumbrados a la presencia humana. No saben si somos algo bueno o no. Pero se acercan, buscan la presa que les presentamos. Cuando consideran que no somos peligro llega el momento de su ataque. Abren la mandíbula hasta desencajarla. La cabeza se deforma y los ojos se pierden hacia atrás. Buena defensa para evitar el zarpazo desesperado de un león marino en apuros. Unas hileras de dientes, que por cierto carecen de raíz y se reemplazan constantemente a lo largo de la vida del animal, se cierran sobre la presa. Ejerce una presión, aproximadamente unas 300 veces más fuerte que la mejor de las mandíbulas humanas. Sin piedad, arranca un pedazo de la presa y se la lleva. A cada mordisco desaparecen unos 10 kilos de pescado, tranquilamente. Las apariciones se suceden durante todo el día y durante todos los días de la estancia en la isla. Entro en la jaula, permanezco en ella hasta que el frío y el cansancio piden reposo. Un café, algo de comer y de nuevo elegir en qué jaula entraré esta vez.

El león valiente
A principio de la tarde del segundo día una sombra extraña aparece. Muy rápida en sus movimientos y no creo lo que veo. Viene a por su parte del menú un león marino. Un león marino de pelo corto de Guadalupe. Una especie parecido al californiano pero que sólo se encuentra aquí. Es increíble que se atrevan a aparecer entre tanto tiburón. Pero son muy rápidos, no quitan ojo al gran blanco y este sabe que solo ganará la partida si puede sorprender. Ver a ambos animales en el agua es algo que jamás había imaginado. El León marino juguetea alrededor, siempre pendiente del Blanco. Tal como llegaron desaparecieron. Pedí al capitán me llevase hasta la costa en lancha. Quise fotografiar de cerca esta especie que solo volveré a ver si vuelvo a Guadalupe. La noche se agradece, su calma. Comer a bordo es una delicia como lo son cada uno de los tripulantes. Cada uno en su lugar, las estrellas en el cielo. Aquí la contaminación se olvidó de llegar. Espero siga así por mucho tiempo.
Más información sobre Guadalupe y el buceo en www.clubcantamar.com

 
 

Copyright (c) 2001 BUCEO XXI - S.G.I. Asociados - Todos los derechos reservados