Perdida
en un olvidado lugar del Caribe mexicano, en la conocida como Costa
Maya, la pequeña aldea marinera de Mahahual permanece ajena
a lo que ocurre en el resto del mundo. Ni crisis, ni globalización
que valgan. Aquí aún huele a enchilada mexicana. ¡A
las auténticas enchiladas wey! (con arroz y frijoles). Hasta
este pequeño rincón de la Península del Yucatán
todavía (afortunadamente) no ha llegado el monstruo depredador
del turismo masivo. Por eso, sus cristalinas y cálidas aguas
que mecen con mimo la Barrera de Coral Maya -el segundo sistema
arrecifal más largo del mundo- también supuran autenticidad
por sus cuatro costados, ya que excepto la naturaleza (en forma
de un destructivo huracán llamado Dean, en agosto de 2007),
aquí nadie ha metido mano. Y si esto fuera poco, Mahahual
no sólo ofrece un buceo de primer nivel en sus más
de 60 km de costa -la mayoría inexplorados- sino que es la
puerta de entrada al atolón coralino de Banco Chinchorro,
Reserva de la Biosfera y la mejor zona de buceo (y menos conocida)
de todo México.
Puerto
Ángel
La pequeña panga detiene sus motores. Como un resorte, sin
dar tiempo que sus últimos sonidos se disipen con la suave
brisa del Caribe, el grupo de buceadores se pone en pie y comienza
diligente a montar sus equipos. Estamos sobre el arrecife de Puerto
Ángel. Nuestra primera inmersión en Mahahual. Antes
de que a nadie le de tiempo a nada, Jorge Zamora, el animoso y experto
instructor del centro Zona de Buceo, levanta la cabeza, se fija
en la superficie del mar y grita: ¡manatí! ¿Qué?
¡Un manatí...ahí! ¿Dónde? ¡ahí..,
wey! No había acabado la frase y ya estábamos todos
en el agua nadando hacia él. Es bastante inusual encontrarse
a este tipo de mamífero marino nadando en aguas abiertas,
ya que su hábitat natural son los manglares y las desembocaduras
de los ríos. Probablemente, se trate de un ejemplar que vive
en las inmediaciones del cercano a Sian Ka'an, un espacio natural
protegido -Reserva de la Biosfera- que se encuentra a escasos kilómetros
al norte del pueblo de Mahahual y que es rico en manglares.
El verdadero tesoro de Mahahual es su sistema arrecifal. Desde superficie
pudimos ver claramente (a unos 25 metros de profundidad) la doble
cordillera de coral. El Sistema Arrecifal Mesoamericano es un ecosistema
de aproximadamente 1.000 km de longitud que comprende cuatro países.
Nace unos 100 km al norte de donde estamos, en Cabo Catoche, bordea
las costas de Belice y Guatemala y finaliza en las Islas de la Bahía/Cayos
Cochinos, en la costa norte de Honduras. Es único en el hemisferio
occidental y el segundo del mundo después de la Gran Barrera
Australiana. Cuando esta cordillera pasa junto a la costa de Mahahual
se bifurca en dos arrecifes paralelos, separados por una decena
de metros, y que son claramente visibles desde la superficie del
mar.
Poco
explorado
En el entorno de Mahahual hay localizados una veintena de zonas
de buceo, en las que destacan inmersiones como El Faro Viejo, La
Grieta de las Langostas, Paitocal, Los Escalones, o Balamku, pero
la realidad es que este litoral mexicano se conoce muy poco, sus
fondos marinos están muy poco explorados y todos los días
se descubre un nuevo lugar de inmersión que supera a los
anteriores. Bucear en Mahahual es pura sorpresa. Ésta es
una de las formaciones de arrecife coralino con mayor biodiversidad
del mundo. En sus aguas, al menos, se han reconocido hasta ahora
ocho hábitats diferentes que albergan innumerables organismos.
El sistema presenta una gran variedad de especies de coral duro,
hasta 70 distintas, e innumerables tipos de peces, alrededor de
500 especies, incluyendo al tiburón ballena, en peligro de
extinción. Asimismo, la presencia de crustáceos, moluscos
y otros invertebrados dan al arrecife su colorida apariencia, contribuyendo
significativamente a la belleza estética que caracteriza
a este recurso natural. Uno de los nudibranquios que más
abundan y que sobresalen por su extraordinaria belleza son las lenguas
de flamenco (Cyphoma gibbosum), también conocidas como caracoles
pijama por esas manchas anaranjadas que extienden sobre su concha
blanquecina. Se alimentan de corales blandos y, por eso, siempre
los veremos sobre las gorgonias. Son frecuentes los peces ángel.
También son muy numerosos los bancos de snappers o pargos
- sobre todo roncadores- que se ven principalmente en los arrecifes
de profundidad media.
Cementerio de buques
Pero, si de verdad queremos hablar de buceo con mayúsculas,
hay que mirar al horizonte, al mar abierto. A unos 30 km, en una
zona donde la profundidad del mar no baja de los mil metros, se
levanta derepente, desde el lecho del fondo marino, el Banco Chinchorro,
cementerio de buques, paraíso de buzos, refugio de animales
amenazados, jardín submarino, rica zona pesquera (hay una
colonia de pescadores que vive en palafitos sobre el mar), hogar
de millares de aves. Desde Mahahual hay entre una hora y media y
dos horas de navegación hasta Chinchorro, dependiendo del
estado del mar, de la dirección del viento y de la zona del
arrecife a la que queramos acceder.
Chinchorro se halla sobre una meseta submarina y abarca 800 kilómetros
cuadrados, aunque sólo siete de ellos sobresalen fuera del
agua. Es un atolón de forma elíptica que posee una
laguna interior de apenas cinco metros de profundidad en la que
se encuentran tres pequeños cayos.
La calidad de los fondos marinos de Chinchorro se ha merecido la
calificación de Santuario Nacional Marino del gobierno mexicano.
Esta Reserva de la Biosfera esconde hasta 70 especies de corales
distintos, numerosos tipos de anémonas de suaves colores
y gruesos tentáculos, y unas 20 especies diferentes de esponjas.
Además, en este lugar se han registrado hasta 200 especies
de peces tropicales, a menudo agrupados en densos cardúmenes.
Peces globo, mariposa, cirujano, ángel y muchos más
que forman una verdadera sinfonía cromática, con todos
los colores imaginables, mientras se mueven lentamente entre el
coral sin mostrar ningún temor por los buceadores que se
les acercan. También es posible ver algunas especies de tiburones,
como el gato o nodriza, el gris de arrecife y, si se tiene un poco
de suerte, hasta martillos y toros.
El arrecife tiene dos zonas bien diferenciadas: el oeste, a refugio
de los vientos y muy accesible para los submarinistas, y el este,
continuamente azotado por las tempestades y que a lo largo de la
historia ha sido una verdadera trampa para los navíos. Desde
la época colonial, los marinos que navegaban desde Cartagena
(Colombia) hasta la Habana (Cuba), para hacer escala antes de poner
rumbo a España, debían tener mucho cuidado al atravesar
estas aguas traicioneras. Galeones ingleses y españoles de
los siglos XV y XVI y otros barcos de todas las épocas naufragaron
en las inmediaciones del arrecife. La mayoría de estos pecios
están del lado malo del atolón y el mar impide la
mayor parte del año su acceso. Sin embargo, a sotavento,
si hay un naufragio que bien merece una visita y que es conocido
como El Pecio de los 40 cañones, un barco holandés
del siglo XVII hundido cerca de Cayo Norte, a sólo cinco
metros de profundidad.
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