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REPORTAJE
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Cousteau
cumple 100 años
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"Sin vida en los mares", escribió
una vez, "el contenido de la atmósfera en gas carbónico
comenzaría a aumentar inexorablemente. Superada una cierta
proporción de CO2, el efecto llamado 'de invernadero' entraría
en juego: el calor, irradiado por la Tierra hacia el espacio, mantenido
bajo la estratosfera, originaría una brusca elevación
de la temperatura del globo al nivel del mar. Los casquetes polares
se fundirían en ambos polos, mientras que el nivel de los
océanos subiría unos treinta metros en pocos años.
Todas las ciudades se inundarían". Fue el primero en
reflexionar sobre ello y darse cuenta del valor de los océanos.
Hoy está considerado como el hombre que amaba los mares.
Jacques Yves Cousteau, el famoso Comandante Cousteau, no sólo
fue un excelente divulgador científico y ambientalista, sino
el hombre que revolucionó el buceo. Este año se cumple
el centenario de su nacimiento.
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Oficial de la marina francesa, Jacques
Cousteau es hoy famoso por sus documentales de la
serie Mundo Submarino, que cautivó en su momento,
y sigue cautivando, a millones de espectadores de
todo el mundo. Pero también por muchas más
cosas: fue el impulsor y promotor de la Carta de Derechos
de las Generaciones Futuras, en la que se alertaba
de la necesidad de cuidar el planeta hoy para no dejarlo
en condiciones irreversibles dentro de unas décadas
y fue el gran concienciador de la verdadera valía
de los mares y los océanos, de su flora y su
fauna. "Si los océanos de nuestra Tierra
murieran -esto es, si, de algún modo, la vida
de pronto desapareciera-, sería la más
formidable, pero también la más definitiva,
de las catástrofes en la historia atormentada
del hombre y de los demás animales que con
él comparten este planeta", sentenció
en la introducción del primer volumen de Mundo
submarino. Hasta ese momento, pocos países
habían reparado en el tremendo equilibrio que
existe entre el mar y la vida.
Pulmón
acuático
Nacido en la localidad francesa de Saint-André-de-Cubzac
el 11 de junio de 1910, Jacques Cousteau siguió
su vocación infantil, la del mar, y se enroló
en la Marina Francesa. Allí se desarrolló
su pasión por el mundo submarino y su ingenio
por las cosas. Hasta entonces, sólo se podían
acceder a los fondos submarinos a través de
complejas escafandras conectadas por un tubo de aire
a un barco en la superficie. Los buzos debían
llevar botas de plomo para poder caminar sobre el
fondo y su capacidad de movimientos era muy limitada.
En 1936, junto con el investigador Emile Gagnan, Cousteau
ideó un ligero sistema de respiración
subacuática más ligero. Consistía
en la colocación de tres bombas de oxígeno
en la espalda de un buzo y un sistema de control de
la presurización dependiendo de la profundidad
a la que se descendiera. Se inspiró en los
pescadores malayos para fabricar unas gafas que no
permitiesen que el agua entrase en los ojos. En junio
de 1936, Cousteau probó el invento... y funcionó.
Acababa de nacer el Aqua-lung (literalmente, en inglés,
'pulmón de agua')y un nuevo estilo de inmersión
submarina: el buceo autónomo con equipo.
El Calypso
Aquel invento se expandió rápidamente
y convirtió a Cousteau en un hombre rico. Pero
lejos de destinar aquel dinero a una vida relajada,
se lanzó a nuevas aventuras. Dos años
después, en 1938, ideó un sistema para
crear cámaras fotográficas subacuáticas
protegidas por una caja de madera que impedía
que se filtrase el agua. Luego emplearía cámaras
de cine. En 1943, perfeccionaría, de nuevo
junto a Emile Gagnan, el equipo de buceo. Cousteau
no dejaba de imaginar e inventar cosas y estaba concentrado
en su gran pasión: conocer las profundidades
marinas en toda su extensión. En 1950 adquirió
un antiguo dragaminas norteamericano que adaptó
a las necesidades de un buque oceanográfico
y que sería bautizado con el nombre de Calypso.
En aquel momento, tenía todo lo que podía
ansiar: un sistema de buceo autónomo, un barco
propio y cámaras de grabación submarinas.
Ya sólo podía dedicarse a lo que más
quería: filmar los océanos y la vida
en su interior.
El
mundo del silencio
En 1956, su documental El mundo del silencio, obtuvo
el Oscar al mejor filme de divulgación científica.
Cousteau estaba en la cúspide. Y aprovechó
esa situación para comenzar a alertar al planeta
de los peligros que lo acechaban. En 1960 comenzó
una activa campaña contra el Gobierno francés
para evitar que desperdicios atómicos fueran
vertidos en el mar. Consiguió para los trenes
con los residuos tóxicos. En un encuentro con
el presidente frances, Charles de Gaulle, éste
le pidió a Cousteau, en un tono amable, que
fuese comprensivo con las investigaciones nucleares.
Cousteau le respondió: "Que esas investigaciones
sean también más comprensivas con nosotros".
Tras un segundo Oscar en 1966 por El mundo sin sol,
Cousteau se dedicó a filmar la serie de televisión
Mundo Submarino que le haría famoso en todo
el mundo. Luego llegarían los galardones, los
reconocimientos internacionales. El Comandante Cousteau
murió en París en junio de 1997, a los
87 años. Desde entonces, el mar sigue recordando
su nombre y su legado.
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Carta de Derechos
para las Generaciones Futuras
Cousteau inició
una cruzada ecológica ante diversos foros internacionales.
Su propósito consistía en llamar la atención
sobre los peligros a los que se enfrentarían las
futuras generaciones ante el deterioro de nuestro planeta.
La preocupación del Comandante Cousteau le llevó
a publicar en 1979 un documento que tituló “Carta
de Derechos de las Generaciones Futuras” (“A
Bill of Rights for Future Generations”) . Este documento
contiene una serie de principios encaminados a la protección
de los derechos de las futuras generaciones. Cousteau pretendía
que la Carta de Derechos de las Generaciones Futuras fuera
adoptada por la AGNU. Para lograr dicho fin, la Sociedad
Cousteau recabó millones de firmas para respaldar
la presentación del proyecto ante dicha organización
en octubre de 1994. Las necesidades e intereses de las generaciones
futuras ya se mencionaban en diversos instrumentos normativos,
entre ellos la Convención de la UNESCO para la Protección
del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural, cuya adopción
en 1972, marcó un hito para el desarrollo del tema.
La intención de abordar esta cuestión en dicho
tratado internacional obedecía, entre otras cosas,
al deseo de salvaguardar el patrimonio cultural mundial
a fin de que pudiera transmitirse intacto a las generaciones
futuras. El deseo de Cousteau, consistente en la adopción
de la Carta de Derechos de las Generaciones Futuras por
la Asamblea General de las Naciones Unidas, no se cumplió.
No obstante, la UNESCO prestó mayor atención
a las demandas de Cousteau.
Artículo 1 Las generaciones futuras tienen el derecho
a una Tierra sin contaminación ni destrucción
para su disfrute como el escenario de la historia de la
humanidad, de su cultura y de los lazos sociales que hacen
a cada generación e individuo, miembro de la familia
humana.
Artículo 2 Cada generación, que comparte la
herencia y espacio de la Tierra, tiene el deber como administrador
de las generaciones futuras de evitar daños irreparables
e irreversibles a la vida de la Tierra y a la libertad y
dignidad humana.
Artículo
3 Es por lo tanto, responsabilidad monumental de cada generación
el mantener una vigilancia constante y evaluación
prudente de los disturbios tecnológicos y modificaciones
adversas que afecten la vida en la Tierra, el balance de
la naturaleza, y la evolución de la humanidad con
el fin de proteger los derechos de las generaciones futuras.
Artículo 4 Serán tomadas todas las medidas
apropiadas, incluyendo educación, investigación
y legislación para garantizar estos derechos y asegurar
que no sean sacrificados por conveniencias presentes.
Artículo 5 Por lo tanto, gobiernos, organizaciones
no gubernamentales e individuos deberán utilizar
todos sus recursos e imaginación para implementar
estos principios, como si estuvieran presentes las futuras
generaciones cuyos derechos buscamos establecer y perpetuar.
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