Una flota de robots está a punto de tomar control de los océanos. La imagen tiene poco de apocalíptica: es en realidad la concreción de un proyecto de larga data de un grupo de investigadores en California, que diseñó unos dispositivos capaces de navegar los mares en busca de información científica nunca antes conseguida. Las máquinas flotantes serán capaces de recorrer más de 9.000 millas por año y de sondear las profundidades para recoger datos sobre la fauna, los lechos oceánicos y el agua misma, que son transmitidos en tiempo real a tierra firme. Y de hacerlo recortando notoriamente los costos de recolección de información con las tecnologías preexistentes. En el plazo de casi un año, se prevé que estos equipos recolecten 2,25 millones de datos discretos. Para acompañar la expedición, se ha lanzado una convocatoria abierta a científicos de todo el mundo para premiar la idea más innovadora sobre cómo usar esta información recopilada en ultramar. De lograrlo, el premio para Liquid Robotics –la empresa de Silicon Valley que está detrás del proyecto-, será batir el récord Guinness de navegación no tripulada. Además, claro, de abrir para sus "criaturas" marinas un abanico de posibilidades comerciales. "Queremos mostrar que la tecnología puede cambiar nuestra comprensión de los océanos. Después de todo, los océanos son tres cuarta parte de nuestro planeta y han sido poco comprendidos hasta ahora porque ha sido muy difícil accederlos", señaló a BBC Mundo Graham Hine, vicepresidente de operaciones de Liquid Robotics.
Con energía solar
El principal desafío de los científicos fue diseñar el software para controlar los robots. El germen de la idea surgió de la necesidad de seguirles los pasos a las ballenas jorobadas de Hawaii. Allí, la Fundación de Investigación Júpiter pidió a un grupo de investigadores del Silicon Valley que diseñara dispositivos para poder registrar los sonidos de estos cetáceos sin necesidad de anclar los equipos de grabación al suelo oceánico. Así surgieron los equipos de Liquid Robotics, que son capaces de impulsarse solos mediante el uso de energía eólica y solar, lo que les otorga autonomía de navegación teóricamente sin límites. "Primero los testamos en una piscina, luego los pusimos a viajar por 120 días, luego a uno de ellos lo dejamos por dos años en el agua. Y aquí estamos, con una tecnología que es capaz de cruzar océanos", destacó Hine. A primera vista, alguien podría confundirlos con tablas de surf para gigantes: los robots son pequeñas balsas, de dos metros de largo por medio de ancho, hechas del mismo material que los equipos de surf y puestos a flotar sobre las olas. En un mástil externo tienen una estación de medición climática y, debajo del agua, están unidos por un cordón umbilical a un zepelín que funciona como hélice, impulsada por la energía solar que le proveen dos paneles en la superficie. Pero el verdadero tesoro está en cajas selladas de aluminio: allí se alojan los sensores, con conectores a prueba de agua, capaces de recoger millones de datos para almacenarlos en pequeños chips.
El hombre de Java
El principal desafío, según sus responsables, ha sido el diseño de del software que controla los robots, que debía ser lo suficientemente robusto como para no generar dolores de cabeza durante una misión de ultramar. Para ello, sumaron al proyecto al padre del lenguaje de programación Java, que hoy se usa en la mayoría de las aplicaciones web. James Gosling se encargó de crear una red para los robots bajo el concepto de "nube" (cloud computing, en inglés) que rige las redes de los usuarios personales. "Eso nos permite conectar todos estos dispositivos de medición para que trabajen juntos y funcionen como una flota en lugar de cada uno independiente, mientras emiten un flujo de datos que recibimos y decodificamos en tierra… porque no se trata sólo de recoger los datos sino de saber qué significan", apuntó el vicepresidente de Liquid Robotics a BBC Mundo. Al no estar tripulados, los robots pueden aventurarse a las aguas en cualquier condición climática. Aunque allí afuera también tienen sus desafíos por sortear, desde las grandes tormentas a la amenaza de los tiburones (en un prototipo, un sensor recibió una mordedura letal) o la necesidad de contar con un sistema de alertas para evitar choques con embarcaciones.
A navegar
En el trayecto, se ocuparán de recoger datos sobre temperatura y salinidad, sobre la biología submarina (por ejemplo, determinar si hay superpoblación de una especie en un área determinada), el comportamiento de las olas en altamar, la composición química o la posible existencia de crudo, entre otras cosas. Entre sus usos concretos, los científicos destacan la posibilidad de medir variables para avanzar en el entendimiento del cambio climático, de detectar alertas de tsunami que sólo se perciben en aguas profundas o incursionar en el centro de un huracán para poder comprender mejor la dinámica de este fenómeno meteorológico.
Liquid Robotics ha trabajado con la Administración del Océano y la Atmósfera de Estados Unidos y, además de los centros de investigación científica, ha despertado el interés de empresas de transporte naviero o compañías de petróleo y gas. Los costos son parte del atractivo: por unos US$3.00 al día que cuesta solventar un robot, se puede reemplazar una embarcación que recoja datos similares cuyo mantenimiento sale hasta 35 veces más."Pero el objetivo de fondo tiene que ser el de aprender a ser mejores custodios del océano y a vivir con este recurso en mejor armonía", aseguró el ejecutivo del proyecto.
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