La
enfermedad descompresiva es la aparición de burbujas
de nitrógeno en los tejidos al disminuir la presión
ambiente a la que se encuentra nuestro organismo. Existen
múltiples factores que pueden favorecer la aparición
de la enfermedad descompresiva y, efectivamente, entre ellos
se encuentran los viajes en avión después
de bucear.
La mayor parte de los modelos de descompresión actuales
hacen los cálculos basándose en la presión
atmosférica existente a nivel del mar. Las cabinas
de los aviones no se encuentran presurizadas a la misma
presión del nivel del mar (1.013mb = 1atm) puesto
que la diferencia entre la presión interior y exterior
del avión sería tan elevada que podría
poner en peligro la resistencia mecánica del fuselaje.
Por ello, existe una escala de la presión que debe
procurarse en cabina a cada altura. Así, un avión
que vuela a 7.000 metros de altitud debe mantener en el
interior de la cabina una presión equivalente a la
existente a 1.800 metros.
Si el buceador volase en avión, avioneta o helicóptero,
o bien, ascendiese a un puerto de montaña antes de
que el cuerpo se desature por completo, aumentará
considerablemente el riesgo de padecer un ataque de descompresión.
Las recomendaciones para los viajes en avión son
las siguientes:
-Si se realizan inmersiones simples, nos aconsejan no ascender
a cotas altas en un intervalo mínimo de 12 horas.
-Si, por el contrario, se realizan inmersiones múltiples
diariamente durante días sucesivos, o buceos que
requieran descompresión, nos recomiendan esperar
un intervalo de tiempo aún mayor, siendo lo más
generalizado 24 horas.
Los dolores leves en articulaciones (síntoma característico
de enfermedad descompresiva), suelen desaparecer si se desciende
a una altitud menor porque al aumentar la presión
atmosférica, disminuyen o desaparecen las burbujas
de nitrógeno causantes del problema.
En cualquier caso, ante cualquiera de los síntomas
de descompresión, sea cual sean los motivos de su
aparición, el tratamiento más adecuado es
la recompresión en una cámara hiperbárica.
Otro tema relacionado con la altitud es el traslado de
pacientes con enfermedad descompresiva mediante helicóptero,
puesto que la disminución de presión atmosférica
empeoraría el estado de los accidentados al aumentar
el tamaño de las burbujas embolizantes. En este tipo
de rescates es imprescindible la realización de un
vuelo rasante a una altitud máxima de 200 metros
para que la disminución de presión atmosférica
sea poco importante y el ataque descompresivo no se agrave
más aún como consecuencia de los efectos de
la altitud.
La prevención y el tratamiento de la descompresión
y sus posibles efectos deben tomarse muy en serio, puesto
que episodios aparentemente triviales pueden generar situaciones
muy peligrosas.
Así que, aunque queramos aprovechar al máximo
nuestras vacaciones buceando hasta el último día,
o bien alternar buceo con turismo local en zonas donde la
altitud pueda resultar arriesgada, no debemos olvidarnos
nunca de ser muy prudentes y tener, ante todo, los pies
en la tierra o, mejor dicho, en la orilla del mar, y dejar
que pasen suficientes horas para que nuestro organismo vaya
normalizando su concentración de nitrógeno
disuelto.
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