MEDICINA
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El síncope de los 7 metros
   
 


La hiperventilación engaña al organismo sobre sus necesidades de oxígeno, pero acaba pasando factura.





La apnea o buceo a pulmón no es una variedad sencilla del submarinismo con botellas.
Casi todos los accidentes propios del buceo con escafandra autónoma se pueden producir también con el buceo a pulmón libre, como los barotraumatismos, formación de burbujas de nitrógeno en los tejidos, lesiones producidas por animales o los trastornos debidos al frío. Sin embargo, los accidentes característicos del buceo en apnea se producen como consecuencia de la disminución de oxígeno en los tejidos. Repetidos episodios de estados hipóxicos pueden provocar, a la larga, lesiones irreversibles en el tejido cerebral. Las estadísticas desvelan que existe más riesgo en esta modalidad que con el buceo con equipo autónomo. El síncope de los 7 metros es un desmayo que se produce durante el ascenso del apneísta en los últimos 10 metros antes de alcanzar la superficie. Este accidente, que sólo se presenta en los buceadores en apnea, recibe también el nombre de “síncope de las aguas bajas” o “síncope hipóxico”.



Para iniciar una inmersión en apnea, el buceador a pulmón realiza una serie de hiperventilaciones. Esta acción reduce la presión parcial del dióxido de carbono en el organismo, cuya concentración es la que activa los estímulos que constituyen nuestra señal de alarma natural para respirar. De esta forma se retrasa deliberadamente la necesidad de respiración. Insistimos en que la necesidad de aire cuando aguantamos la respiración la desencadena el aumento de concentración de dióxido de carbono (CO2), y no la disminución de oxígeno (O2). Por eso las hiperventilaciones sin control aumentan el riesgo de sufrir este tipo de accidentes. Durante la apnea, aunque se interrumpe la respiración de forma voluntaria, los demás procesos fisiológicos continúan, por ejemplo, la absorción de nitrógeno por los tejidos, de modo que un apneista puede sufrir un ataque de descompresión. Por tal motivo se recomienda no practicar apneas después de una inmersión con botellas.

El apneísta se sumerge y empieza a consumir oxígeno y a generar dióxido de carbono.. La baja tasa de dióxido de carbono conseguida con la hiperventilación, hace posible que el sujeto prolongue su apnea bastantes segundos más sin esfuerzo aparente.
Al sentir nuevamente la falta de aire, el buceador decide dar por terminada su apnea. Durante el ascenso se produce una inversión del flujo de O2, es decir, se favorece la difusión del oxígeno hacia los pulmones debido a la diferencia de gradiente. Esto origina una anoxia de instalación brusca en el cerebro que ocasiona la pérdida de conocimiento y, si el buceador no es socorrido la muerte por ahogamiento.

Para practicar la apnea se recomiendan las siguientes pautas:

• En ninguna situación bucear sólo.

• Bucear con una boya de señalización.

• Alternar las zambullidas con nuestra pareja, de tal forma que uno permanezca en superficie controlando y observando al que se encuentra sumergido.

• Evitar lastrarse en exceso.

• La hiperventilación puede aumentar la duración de la apnea entre un 40 y un 60% en función del buceador y su estado de reposo o actividad, pero se debe practicar con precaución.

• No sobrestimar nuestras posibilidades. La apnea es un deporte, y como tal, requiere una práctica y un entrenamiento. Algunos de los riesgos que encierra esta disciplina pueden ser atenuados usando el sentido común:

 



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