Para iniciar una inmersión en apnea, el buceador a pulmón
realiza una serie de hiperventilaciones. Esta acción reduce
la presión parcial del dióxido de carbono en el organismo,
cuya concentración es la que activa los estímulos
que constituyen nuestra señal de alarma natural para respirar.
De esta forma se retrasa deliberadamente la necesidad de respiración.
Insistimos en que la necesidad de aire cuando aguantamos la respiración
la desencadena el aumento de concentración de dióxido
de carbono (CO2), y no la disminución de oxígeno (O2).
Por eso las hiperventilaciones sin control aumentan el riesgo de
sufrir este tipo de accidentes. Durante la apnea, aunque se interrumpe
la respiración de forma voluntaria, los demás procesos
fisiológicos continúan, por ejemplo, la absorción
de nitrógeno por los tejidos, de modo que un apneista puede
sufrir un ataque de descompresión. Por tal motivo se recomienda
no practicar apneas después de una inmersión con botellas.
El apneísta se sumerge y empieza a consumir oxígeno
y a generar dióxido de carbono.. La baja tasa de dióxido
de carbono conseguida con la hiperventilación, hace posible
que el sujeto prolongue su apnea bastantes segundos más sin
esfuerzo aparente.
Al sentir nuevamente la falta de aire, el buceador decide dar por
terminada su apnea. Durante el ascenso se produce una inversión
del flujo de O2, es decir, se favorece la difusión del oxígeno
hacia los pulmones debido a la diferencia de gradiente. Esto origina
una anoxia de instalación brusca en el cerebro que ocasiona
la pérdida de conocimiento y, si el buceador no es socorrido
la muerte por ahogamiento.
Para practicar la apnea se recomiendan las siguientes pautas:
En ninguna situación bucear sólo.
Bucear con una boya de señalización.
Alternar las zambullidas con nuestra pareja, de tal forma
que uno permanezca en superficie controlando y observando al que
se encuentra sumergido.
Evitar lastrarse en exceso.
La hiperventilación puede aumentar la duración
de la apnea entre un 40 y un 60% en función del buceador
y su estado de reposo o actividad, pero se debe practicar con
precaución.
No sobrestimar nuestras posibilidades. La apnea es un
deporte, y como tal, requiere una práctica y un entrenamiento.
Algunos de los riesgos que encierra esta disciplina pueden ser
atenuados usando el sentido común: