MEDICINA
TEXTO Y FOTOS:
 
Sería difícil encontrar entre los lectores alguien que no conozca algún caso de picadura de medusa. Cuando más y cuando menos hemos podido ver lesiones como las que ilustran este texto.
   


Las medusas y el resto de los organismos incluidos en el filo de los celentéreos, tienen una organización corporal común, con una única abertura que actúa como ano y boca indistintamente y una serie de tentáculos provistos de unas células cargadas de sustancias tóxicas y provistas de un arpón, los cnidocitos,

Bañistas, submarinistas e incluso aquellos que pasean por la playa, pueden sufrir las consecuencias de miles de arpones microscópicos cargados de veneno, que se clavan en la piel cuando rozamos a uno de estos animales. En el mismo instante del contacto se produce una intensa y dolorosa sensación de quemadura.

Las medusas, anémonas y corales utilizan sus cnidocitos tanto para protegerse de los depredadores, como para matar o atontar a sus presas. Esta estructura puede permanecer activa incluso días después de muerto el animal.
La cadena de reacciones que provoca el veneno, una vez que ha penetrado en nuestro cuerpo, depende de la naturaleza de la proteína de la que está formado, de la cantidad inoculada, del estado de la víctima y, por supuesto, de la zona en la que se clavaron los nematocistos. Las mucosas (labios, nariz...) están enormemente vascularizadas, por lo que el veneno se propaga rápidamente provocando una reacción extensa y muy dolorosa. La inflamación y enrojecimiento de la zona afectada son casi inmediatos, y es frecuente la aparición de fiebre.

A este tipo de lesiones epidérmicas puede seguirle un cuadro de shock alérgico determinado por la aparición de sustancias extrañas, no reconocidas por nuestro sistema inmune, con la consecuente secreción masiva de histamina. En estos casos es necesaria la actuación de un médico y la administración de antiestamínicos.
Las señales del contacto pueden evolucionar, apareciendo desde ronchas hasta heridas persistentes que pueden dejar cicatrices perennes.


La Carybdea marsupialis o avispón marino, es una medusa transparente con cuatro tentáculos ribeteados de rojo, que se encuentra en el Atlántico y en el Mediterráneo. Su contacto provoca violentas quemaduras, dolores musculares y articulares, pérdida de consciencia y, en algunos casos, la muerte. Se trata del celentéreo más peligroso de nuestras aguas.
Cuando un accidentado muestra una lesión epidérmica debida a una medusa, hay que retirar cuidadosamente cualquier resto de tentáculo que pudiera quedar, y lavar la herida con agua salada. Es muy importante no frotarse la lesión por mucho que pique y no lavarse con agua dulce, pues la diferencia de presión osmótica del agua dulce y del líquido que rodea al dardo, provoca un estallido del cnidocito que lo contiene. Esto hace que se disparen los dardos que aún no lo han hecho, complicando la situación.
Después se debe tratar con alcohol isopropílico al 60% o ácido acético al 5%. Si no se tienen los productos anteriores, es igualmente efectivo el vinagre.
Ninguno estamos libres de toparnos con una medusa. Recordemos que ellas no se nos acercan intencionadamente, somos nosotros los que nos interponemos en su camino. Y si eso ocurre, esperamos que estos primeros auxilios nos ayuden.


 


 
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