Cuando
en un curso de buceo se habla por primera vez sobre la Narcosis
o Borrachera de las profundidades (este último término
fue utilizado por Jacques Cousteu en 1954), resulta prácticamente
inevitable no observar risitas sordas e intercambio de miradas
entre los alumnos.
El término narcótico proviene del término
griego narco, y dícese de las sustancias
que producen sopor, relajación muscular y embotamiento
de la sensibilidad (Diccionario de la Real Academia
Española). En buceo, la narcosis se puede definir
como el estado de euforia y de confusión mental semejante
a la embriaguez alcohólica, que se produce al respirar
aire comprimido a partir de una determinada profundidad.
Si nos remontamos a las primeras investigaciones y datos
sobre la narcosis, tenemos que retroceder al año
1835, cuando el francés Junod describía por
primera vez las reacciones que producía el aire comprimido
a presión. No es hasta 100 años después,
en 1935, cuando Behnke y colaboradores, atribuyen esta situación
a la alta presión parcial del nitrógeno respirado
a profundidad.
Aunque siempre se habla del nitrógeno como principal
responsable de la narcosis, esta alteración puede
ser producida por cualquier otro gas inerte (helio, hidrógeno,
etc.). Sin embargo, ¡cuidado!, inerte no significa
inofensivo, tan sólo significa que una vez que ha
penetrado en el organismo no participa en ninguna ruta metabólica.
Los síntomas de la narcosis, que aparecen a partir
de los 35-40 metros de profundidad y que se van agravando
con la profundidad, son muy similares a los de una intoxicación
alcohólica. El buceador se siente eufórico,
tiene falsa sensación de seguridad, sensación
de liberación, un aumento del diálogo interior,
etc.
A nivel más general y objetivo, la narcosis afecta
primeramente al razonamiento y a la memoria inmediata, se
produce disminución de la atención, ralentización
del pensamiento y desinterés. Seguidamente se pierde
coordinación motriz, el buceador padece una hiperexcitabilidad
y trastornos de comportamiento, puede experimentar alucinaciones,
reverberación del sonido e inclusive, a más
profundidad puede perder el conocimiento.
La
tolerancia y susceptibilidad individual puede ser muy variable,
y por supuesto, hay algunos factores que predisponen a la
narcosis:
* Ejercicio muscular
intenso antes y durante la inmersión, que produce
un aumento de dióxido de carbono que potencia la
narcosis.
* Descenso al fondo
a gran velocidad.
* Ingestión
del alcohol antes de la inmersión, comidas copiosas,
etc.
* Miedo y aprensión
a sumergirse.
El mecanismo exacto de cómo se produce la narcosis
no se conoce en su totalidad, aunque existen distintas teorías
al respecto. Una de las más extendidas, sugiere que
el nitrógeno se disuelve en los lípidos de
las neuronas (células nerviosas), y como consecuencia
se producen interferencias en la transmisión nerviosa.
Como la potencia narcótica de un gas es directamente
proporcional a la solubilidad en los lípidos, y el
nitrógeno es una molécula de elevada solubilidad,
su capacidad narcótica es bastante alta comparada,
por ejemplo, con la del hidrógeno. Por este motivo,
se utiliza el trimix (mezcla compuesta a base de helio,
nitrógeno y oxígeno) para inmersiones profundas,
reduciéndose así, el riesgo de experimentar
narcosis.
El peligro potencial de la narcosis no son los síntomas
que se pueden llegar a padecer sino todas las posibles consecuencias
que pueden resultar del comportamiento negligente e imprudente
causado por el efecto narcótico. El único
tratamiento que se puede aplicar, es ascender a una profundidad
donde desaparezcan los síntomas, puesto que el efecto
es totalmente reversible y no deja secuelas.
La adaptación a la narcosis, aunque no en su totalidad,
se consigue con exposiciones repetidas y exposiciones prolongadas
por parte del buceador. Por lo tanto, existe una cierta
aclimatación fisiológica que aunque no se
mantiene en el tiempo y se pierde en breve plazo si uno
deja de bucear asiduamente, puede ser útil para personas
que de forma obligada tienen que descender a profundidades
de riesgo.
La mejor prevención, por tanto, es evitar todos
los factores que favorecen su aparición, así
como no rebasar los límites de profundidad establecidos
para cada mezcla respiratoria y para cada nivel de entrenamiento.
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