Algunas
de las posibles consecuencias de exposiciones crónicas
al sol son: cáncer de piel (carcinoma basal y melanomas),
envejecimiento prematuro, cataratas y cambios en el sistema
inmunológico.
Las quemaduras se pueden clasificar en función del
espesor de piel afectada. Las de primer grado o superficiales
sólo abarcan la capa externa de la piel (epidermis),
mientras que las de segundo y tercer grado presentan destrucción
de la epidermis y la dermis (primera y segunda capa de la
piel). En las quemaduras de primer grado la piel se encuentra
enrojecida o gris y puede haber dolor e hinchazón.
En las de segundo grado, las más dolorosas, se forman
ampollas y la piel adquiere un color rojo muy intenso; se
pierden estructuras ligadas a la piel como los folículos
pilosos, glándulas sudoríparas, glándulas
sebáceas, etc. En las de tercer grado o más
severas, también hay daños en el tejido adiposo,
nervios, músculos y huesos, y si el daño de
los nervios es considerable, hay ausencia de dolor. Las
quemaduras de este tipo aparecen secas, al contrario que
las de segundo grado, que aparecen húmedas.
La radiación que emite el sol, o espectro solar,
presenta longitudes de onda muy diferentes que se miden
en nanómetros (nm). Se compone de los siguientes
tipos de radiaciones:
- Ultravioleta C (UVC), con longitudes de onda inferiores
a los 290 nm; se absorbe en la atmósfera por el ozono
y no llega hasta nosotros.
- Ultravioleta B (UVB), entre 290 nm y 320 nm; puede ser
absorbida por los cristales y afecta a nuestra piel, produciendo
eritema solar.
- Ultravioleta A (UVA); hay de 2 tipos: UVA 1 (340 nm a
400 nm) y UVA 2 (320 nm a 340 nm).
- Visible, que no interviene en el bronceado pero puede
producir ciertas alergias al sol.
- Infrarroja, con efecto calorífico; origina dilatación
del sistema vascular.
Las quemaduras del sol se deben principalmente a la radiación
ultravioleta B (UVB), y los síntomas suelen aparecer
frecuentemente entre las 4 y 12 las horas siguientes a la
exposición.
No
se debe aplicar vaselina ni ningún ungüento
que impida el paso del aire.
Tampoco lavar la zona quemada con un jabón duro.
Aplicar compresas frías o dar baños fríos
durante 10-15 minutos varias veces al día puesto
que alivia el dolor.
Aplicar una loción calmante en la piel, preferiblemente
sin benzocaína ya que con frecuencia causa reacciones
alérgicas.
Ante quemaduras de sol severas el médico puede recetar
alguna crema a base de esteroides.
Se debe buscar ayuda médica de urgencia siempre
que haya signos de shock como desmayos, mareos, respiración
rápida, piel pálida, fría y/o húmeda,
náuseas, fiebre, dolor en los ojos, etc.
Si deseamos disfrutar plenamente del placer de realizar
cualquier actividad al aire libre sin quemarnos, debemos
aprender a preparar con antelación nuestra piel.
Es recomendable el consumo de ciertas hortalizas y frutas
ricas en betacaroteno, precursor de la vitamina A, que estimula
la producción de melanina y acelera el proceso natural
del bronceado, pero lo más importante es el uso de
cremas con protección solar unos minutos antes de
exponerse a los rayos solares, y después de cada
baño.
El factor de protección solar FPS o IP, es un índice
que nos informa del tiempo aproximado que se puede permanecer
expuesto al sol sin riesgo de quemaduras y por tanto indica
la protección frente a los UVB. Por ejemplo, si una
determinada piel resiste 20 minutos expuesta al sol sin
quemarse, con una crema con un FPS de 6 podrá aguantar
6 veces más, es decir una hora. Por lo tanto, un
mismo producto protege durante distinto tiempo a dos personas
dependiendo de su tipo de piel.
Por último, es aconsejable secar bien la piel después
de cada baño, puesto que las gotas de agua actúan
como pequeñas lentes, aumentando el riesgo de quemaduras.
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