MEDICINA
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  Morenos a la carta
 

Iniciamos la temporada de buceo y ni siquiera ha habido días de sol suficientes para habernos tostado un poquito. Si somos un poco coquetos, querremos desde el primer momento lucir bronceado. La alternativa más segura para estar moreno durante todo el invierno y el verano son los autobronceadores artificiales, aunque es importante que las personas que los utilizan sean muy conscientes de que a pesar de su aspecto bronceado, no están protegidas frente a la radiación solar.

Para entender cómo funcionan y a qué nivel, es fundamental comprender la estructura de nuestra piel. Se distinguen 3 capas principales: epidermis, dermis y tejido subcutáneo. El proceso de bronceado se produce en la capa más externa o epidermis, que a su vez se estratifica en 4 capas. La más externa es el estrato córneo, constituido por células muertas que actúan de barrera protectora para evitar la entrada de microorganismos y agentes tóxicos. También es la encargada de impedir la pérdida de agua. Le siguen, la capa granular, la espinosa y finalmente la basal, donde se encuentran los melanocitos, o células dónde se produce el pigmento natural responsable de nuestro verdadero moreno, la melanina.

En la actualidad existen básicamente 3 opciones para imitar la pigmentación natural sin exponerse demasiado a las peligrosas radiaciones solares:
* Tomar pastillas que fomenten y estimulen la pigmentación natural.
* Utilizar cosméticos bronceadores que estimulan de igual forma la síntesis de melanina.
* Uso de autobronceadores, donde por el contrario no interviene la melanina, que es el único protector natural del que dispone la piel humana para protegerse de la radiación ultravioleta. Básicamente, con los autobronceadores se consigue la coloración de la piel por la reacción de los agentes químicos de la crema con las proteínas de la piel, es decir, que resulta como una ligera capa de pintura.

En sus inicios, el mercado de los productos autobronceadores no tuvieron una gran acogida puesto que el color que daban era muy anaranjado y con posibilidad de aparición de manchas. En la actualidad estos productos han evolucionado notablemente.

Las sustancias que desencadenan reacciones de este tipo suelen ser hidroxialdehídos e hidroxicetonas. Destaca muy especialmente la dihidroxiacetona (DHA). Se trata de un azúcar que no resulta tóxico, y de hecho, es un producto intermedio en el metabolismo de los hidratos de carbono en la mayoría de las plantas y animales; al entrar en contacto con nuestra epidermis produce una reacción de oxidación por la que se tiñen las células muertas de la capa más externa de la piel. Con sólo un 2% de DHA se consigue ya el bronceado sin sol, pero la mayoría de los autobronceadores poseen entre el 3% y el 6% de DHA. El color conseguido va a depender de nuestra piel y del producto aplicado, pero por norma, las pieles secas se autobroncean más fácilmente que las grasas.
Antes de la primera aplicación se recomienda preparar la piel para conseguir un bronceado uniforme. Nunca hay que aplicarse el producto directamente sin haber eliminado las células muertas para que la piel quede completamente limpia y libre de rugosidades. Para ello se recomienda exfoliar e hidratar la piel. Un buen método casero y económico se consigue con la mezcla de aceite de oliva y azúcar.
Hay que extender el producto minuciosamente en la zona que queramos broncear. La cara requiere aplicar menos cantidad pero más frecuentemente que, por ejemplo, las extremidades. Las uñas y los dedos de las manos, al igual que las rodillas y codos se colorean muy intensamente. Para evitar este excesivo oscurecimiento se debe administrar menos producto en codos y rodillas y lavarse bien las manos después de la aplicación del autobronceador.

Una vez aplicado el producto los resultados empiezan a mostrarse al cabo de una hora. Lo ideal, para conseguir un tono suficiente es repetir la aplicación tres horas después de la primera y volver a aplicar cada 2-4 días.

Es importante recalcar que ningún autobronceador, sea de la marca que sea, y salvo aquellos con la aclaración expresa de poseer a su vez protección solar, no nos defienden de ningún modo contra las radiaciones solares UVA ni UVB, puesto que no activan el proceso de producción de melanina. Para conseguir protección solar es imprescindible además, hacer uso de productos con factores de protección adecuados para nuestro fototipo y el tiempo de exposición al sol.


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