MEDICINA
TEXTO Y FOTOS:
El mal sagrado
 

La Epilepsia no es una enfermedad contagiosa ni está causada por ningún retraso mental. En la antigüedad este síndrome se conocía como Mal Sagrado y en algunas culturas los afectados eran considerados emisarios divinos. El síndrome se caracteriza por episodios críticos en forma de accesos convulsivos y otras manifestaciones motoras, sensitivas y psíquicas. La epilepsia puede aparecer como respuesta a varias afecciones, como tumores cerebrales, intoxicaciones, secuelas de traumatismos o meningitis, pero en muchas ocasiones no se logra determinar la enfermedad responsable de las manifestaciones epilépticas, en cuyo caso se habla de epilepsia criptogénica (aproximadamente el 50 % de los casos).

Afecta a un número de personas considerable y parece ser que tiene un importante componente genético ya que es tres veces más frecuente en individuos con antecedentes familiares. Las personas que la padecen no deben practicar ejercicio físico intenso y deben evitar situaciones que produzcan deshidratación o hipoglucemia. Desgraciadamente el buceo es una actividad absolutamente contraindicada para aquellos que padecen esta enfermedad. Si el buceador sufre una de estas crisis estando debajo del agua o si llega a perder el conocimiento, el riesgo de ahogamiento es muy elevado ya que puede perder el regulador de la boca o el control de flotabilidad y sufrir barotraumatismos severos o ataque de descompresión. Por otro lado, los efectos asociados a algunos medicamentos que se recetan al epiléptico son incompatibles con la práctica del buceo (somnolencia, disminución de reflejos, disminución en el número de glóbulos rojos y blancos o alteración en el ritmo cardiaco).

En resumen, no se debe bucear cuando se padece esta enfermedad. Sin embargo, y contrariamente a lo que piensa mucha gente, la epilepsia no siempre es una enfermedad de carácter crónico, de modo que existen pacientes que con tratamiento adecuado o por una evolución natural, pueden ser autorizados a bucear tras un mínimo de dos años sin rastro alguno de enfermedad.

Las crisis epilépticas se presentan de formas muy diversas. Pueden ser crisis parciales, si sólo está involucrada una parte del cerebro, o generalizadas, si se encuentran involucrados ambos hemisferios cerebrales. Entre las crisis generalizadas, el episodio se inicia con unos instantes en los que el enfermo manifiesta ciertas sensaciones premonitorias del acceso, luego se produce la pérdida súbita de conocimiento y se continua con dos fases sucesivas: la fase tónica, caracterizada por contracción intensa de la musculatura esquelética y después la fase clónica en la que se producen convulsiones violentas, rítmicas y de poca amplitud de brazos, piernas y cabeza. El episodio se resuelve después de pocos minutos cayendo el enfermo en un estado comatoso de duración variable y tras el cual sentirá fuertes dolores de cabeza pero no recordará nada de lo sucedido.

En relación con el buceo, existe el riesgo de padecer crisis de este tipo como consecuencia de respirar mezclas con elevadas presiones parciales de oxígeno, como podría suceder en accidentes de buceo con nitrox. Este cuadro se denominan ataque de hiperoxia, y tiene idéntica estructura que el episodio de crisis epiléptica generalizada.

El diagnóstico de la epilepsia sólo puede establecerse basándose en una recogida cuidadosa del historial personal y médico del paciente, la posible observación in situ de los episodios críticos y el electroencefalograma, aunque se debe tener en cuenta que a veces esta prueba puede dar falsos negativos.

El tratamiento varía de una forma de epilepsia a otra, y se considera que en aproximadamente un 80% de los casos se pueden controlar los ataques epilépticos, mientras que para el 20% restante no se dispone actualmente de medicamentos adecuados para su control. En unos pocos casos el tratamiento permite cirugía para extirpar el tejido cerebral que esté dañado, aunque se trata de casos excepcionales. Algunas prácticas médicas realizadas en la antigüedad para combatir el mal sagrado incluían el uso de ciertas especies de rayas marinas, como los torpedos o las rayas eléctricas. Estos animales, son capaces de producir descargas eléctricas, que en algunos casos puede superar los 200 voltios, gracias a unos órganos musculares modificados llamados electroplastos. Como anécdota, cabe recordar las insólitas recomendaciones que se hacían antiguamente a las personas epilépticas, como que comieran carne de estos animales y que se aplicaran electroplastos en la cabeza por el supuesto valor terapéutico que tenían las descargas eléctricas.


 
Copyright (c) 2001 BUCEO XXI - S.G.I. Asociados - Todos los derechos reservados