Cuando
es necesario inyectar fármacos o realizar analíticas
sanguíneas frecuentes, cada vez más se recurre
a la colocación de un reservorio para facilitar las
punciones repetidas. Con ésto se consigue que el
paciente mejore enormemente su calidad de vida al no tener
que someterse a frecuentes punciones, incluso varias al
día. Los reservorios son depósitos de titanio
o resi na
que tienen una membrana de silicona biocompatible por donde
se pincha la aguja. Van provistos de un catéter intravenoso
o intramedular. Se colocan mediante cirugía menor
bajo la piel. La implantación se realiza siempre
en quirófano, con anestesia local y con el paciente
ligeramente sedado. La técnica se realiza bajo control
radiológico en la fase en la que el catéter
tiene que introducirse en la vía deseada.
La colocación de los reservorios suele ser abdominal,
pues en esta zona de la piel, la capa adiposa suele tener
mayor espesor, con lo que el artilugio queda protegido de
golpes accidentales, pero sobretodo, porque su tamaño,
que puede llegar a los 60 cc haría  incómoda
la vida para el paciente si se implantase en otro lugar.
Un uso novedoso de los reservorios abdominales es el tratamiento
de ojo seco severo. En este caso el depósito se rellena
con lágrima artificial, y mediante un fino conducto
que se coloca bajo la piel hasta el párpado, se instila
gota a gota en el ojo. Dependiendo de la capacidad del reservorio
y de la velocidad de suministro de su contenido, el depósito
tendrá que rellenarse periódicamente entre
uno y tres meses mediante una sencilla inyección
subcutánea que acceda al mismo.
En otras ocasiones el reservorio es de reducidas dimensiones,
pues no necesita almacenar ninguna sustancia, sino sólo
servir para inyectar fármacos intravenosos o extraer
sangre en personas que por diversas causas tienen las venas
esclerosadas. En este caso es frecuente la colocación
del reservorio bajo la clavícula para acceder al
torrente sanguíneo por la vena subclavia, aunque
también, cuando este acceso es inviable puede elegirse
la vena yugular interna o incluso la vena femoral, para
lo cual, en esta última opción, el reservorio
se coloca bajo la piel de la fosa iliaca. Estos reservorios
utilizados para la obtención de muestras de sangre
o para tratamientos de quimioterapia tampoco se ven afectados
por los cambios de presión que se originan durante
una inmersión. Así que, si la localización
de este pequeño depósito o la propia patología
por la que se tiene colocado no se lo impide, un buceador
podría realizar inmersiones.
Normalmente la colocación de un reservorio es motivada
por una dolencia grave, y como además son artilugios
delicados, el buceo está contraindicado. Sin embargo,
en los casos excepcionales en los que se permitiese bucear,
debería realizarse con moderación, y siempre
bajo supervisión y consentimiento médico.
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