La cardiopatía isquémica es una enfermedad provocada por el estrechamiento de las arterias que irrigan el corazón. Si el corazón no recibe un aporte de oxígeno suficiente no puede funcionar de modo normal.
La obstrucción de las arterias, o arterioesclerosis, se produce por acumulación de células del sistema inmunitario que se llenan de lípidos como el colesterol reduciendo la luz del vaso sanguíneo.
Cuando el estrechamiento de las arterias coronarias es muy severo se puede desencadenar alguna de estas dos situaciones: angina de pecho o infarto agudo de miocardio.
Un episodio de este tipo debería considerarse una contraindicación absoluta para el buceo. El buceador se expone a determinadas situaciones que incrementan el riesgo de alteraciones circulatorias y, por tanto, estas situaciones deben ser evitadas por sujetos con antecedentes cardíacos de esta naturaleza. Veamos porqué.
El submarinismo no exige una excelente preparación física, pero es incuestionable que supone un gasto energético elevado para el organismo y, en determinados momentos, un esfuerzo físico considerable: cargar el equipo, bucear contra corriente, regresar al barco si hemos salido lejos tras una inmersión, etc.
Las situaciones de emergencia durante la inmersión exigen también una respuesta con una alta tolerancia al ejercicio físico.
Los antecedentes de isquemia miocárdica no son la mejor condición médica para afrontar estas exigencias y, consecuentemente, debe desaconsejarse la práctica del buceo a personas que padezcan esta dolencia.
En relación con la temperatura del agua, el buceo en agua fría tiene sus implicaciones a nivel circulatorio: aumenta el retorno de sangre al corazón y disminuye la frecuencia cardiaca, se produce una vasoconstricción periférica en los vasos sanguíneos de la piel. Si el frío es muy intenso, se pueden producir incluso arritmias.
Estos factores aumentan el riesgo coronario y deben evitarse cuando se tiene antecedentes de cardiopatía isquémica.
Otras situaciones indeseables para estos enfermos de corazón son los cambios en la presión parcial de oxígeno y dióxido de carbono en sangre que pueden tener consecuencias neurológicas -como perdida de conciencia o que se acentúen los efectos de la narcosis-. El buceo se acompaña siempre de estos incrementos en la presión parcial de gases.
Por último, debido al incremento de la densidad del aire a profundidad, el submarinista incrementa el esfuerzo respiratorio por la resistencia al flujo de gas tanto en las vías respiratorias como en el regulador. Para personas que hayan sufrido cardiopatías isquémicas estas situaciones son inasumibles, ya que suponen un mayor gasto cardíaco y, en consecuencia, un riesgo para un corazón mal irrigado.
A pesar de lo expuesto, como cada paciente es un caso único, el médico hiperbárico podría albergar dudas de si permitir a un paciente que ha sufrido una cardiopatía isquémica bucear o no. La opinión del cardiólogo será fundamental, valorando los antecedentes genéticos y personales del paciente y realizando pruebas diagnósticas como resonancia magnética, prueba de esfuerzo, arteriografía y ecocardiografía.
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