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BIOLOGIA
Piedras vivas TEXTO Y FOTOS: Guillermo Alvarez / CIB

La estructura de piedras o bloques rocosos no asentados mantienen y protegen una gran cantidad de especies marinas de muy distintos grupos de animales
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Cuántas veces en una inmersión hemos levantado una piedra, para ver qué hay debajo? Una explosión de vida se presenta ante nuestros ojos. Caracoles, gusanos, cangrejos, ofiuras... empiezan a desplazarse y a moverse para ponerse al resguardo de posibles depredadores y de la luz. Es un paraíso para los invertebrados marinos y algunas especies de peces, que han desarrollado diferentes estrategias para colonizar y desarrollarse con éxito bajo piedras.
Vivir bajo piedras tiene sus ventajas. Las comunidades de animales infralapidícolas (infra= debajo de; lapidicola= lápida, piedra, roca) viven al abrigo del oleaje, de la luz y de los depredadores. En las calas o zonas de inmersión, donde el oleaje es suave, y a partir de 5 metros de profundidad, las piedras sueltas son lo suficientemente estables para dar cobijo a especies de todos los grupos de animales: esponjas laminares, gasterópodos (caracoles), nudibranquios, crustácreos, briozoos, ascidias, anélidos (gusanos), equinodermos (estrellas y ofiuras), turbelarios (gusanos planos)..., incluso podemos encontrar peces, como el pez ventosa o chuclador (Lepadogaster lepadogaster). Este pequeño pez, de 3-4 cm de longitud máxima, tiene modificada las aletas ventrales en una estructura con forma de ventosa con la cual se engancha a la piedra y se desplaza con cortos y rápidos saltos.

La luz y los depredadores
La luz es otro factor que hace atractivo este sustrato para muchos animales. Al haber poca luz, el éxito de colonización corresponde a la vida animal. En el mar hay muchos animales que viven y se desarrollan mejor en lugares con poca luz: son las especies esciáfilas. Éste es el caso de la oreja de mar (Haliotis tuberculata), un molusco prosobranquio de los más primitivos y que en cuando siente la luz se desplaza sobre el pie de su cuerpo con una velocidad desconocida en los caracoles.
Lo mismo pasa con las ofiuras o bailarinas del mar, por ejemplo la ofiura de espinas finas (Ophiotrix fragilis). En ocasiones levantamos una piedra y encontramos 10 o 14 ejemplares juntos que empiezan a mover sus finos y espinosos brazos en una danza desenfrenada para salir huyendo de la luz.
Muchos gusanos, poliquetos y planarias, se han adaptado a este sustrato para huir del acoso de doncellas, castanuelas, y otros pequeños peces. También muchos bivalvos y caracoles utilizan este hábitat para evitar a sus mayores enemigos, las grandes estrellas. Ser o no ser comidos forma parte del motivo de muchos animales que viven en este enclave.

Diversidad y lucha por el espacio
En una inmersión es fácil observar más de 70 especies diferentes de animales que viven debajo de piedras. Además de las antes mencionadas, podemos encontrar otras especies.
Entre los moluscos, el quitón (Chiton olivaceus), que es un poliplacóforo que tiene su cuerpo protegido por 8 placas de carbonato cálcico; nudibranquios planos y globoso de los géneros Chromodoris, Discodoris y Dendrodoris; bivalvos que viven fijos a las piedras, como Striarca lactea, o que forman habitáculos o bolsas gelatinosas, como las especies del género Lima, un bivalvo que desarrolla unas valvas blanquecinas, frágiles y translúcidas y que, para huir de sus depredadores, realiza aperturas y cierres bruscos de las valvas, dando grandes saltos que facilitan su desplazamiento; equinodermos como la estrella capitán (Asterina gibbosa) o la estrella de espinas finas de brazos irregulares (Coscinasterias tenuis); pequeños cangrejos con cuerpo deprimido del género Porcellana, Pisidia y Xantho corretean sobre las piedras cuando las volteamos.
Muchas de estas especies son filtradoras, se alimentan de partículas en suspensión: detritus y materia orgánica. Las oquedades que provocan las piedras, junto al movimiento del mar, facilitan el desplazamiento de masas de agua, pequeñas corrientes, que llevan la comida a estas especies. Por eso no debe extrañarnos encontrar bivalvos, briozoos, esponjas... colonizando estos sustratos.
La lucha por el espacio de animales bentónicos fijos, como briozoos y esponjas, es despiadada. Los ataques físicos y químicos entre estos organismos y dentro de las especies de estos grupos, para dominar un mayor espacio es una guerra callada y continua que se da en todos los fondos marinos y, en concreto, en las comunidades infralapidícolas.

Actitud y comportamiento
Para terminar quiero recordar cuál debe ser nuestra actitud y comportamiento para observar este medio. Es importante que, cuando se voltea una piedra, después de haber realizado nuestras observaciones la volvamos a colocar en la misma posición en que estaba. Si encontramos bloques unidos unos con otros por organismos bentónicos (como esponjas o algas) no los debemos mover, ni desplazar. No coger animales con los dedos, para pasarlos de un buceador a otro. No sacar ningún animal vivo fuera del agua. Nuestra actitud se debe basar en el ver, observar, recordar y si es posible fotografiar, mejor. La fauna infralapidícola nos dará agradables sorpresas, y nos permitirá conocer y comprender mejor la vida marina.

 



 
 
   
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