Cuántas
veces en una inmersión hemos levantado una piedra, para ver
qué hay debajo? Una explosión de vida se presenta
ante nuestros ojos. Caracoles, gusanos, cangrejos, ofiuras... empiezan
a desplazarse y a moverse para ponerse al resguardo de posibles
depredadores y de la luz. Es un paraíso para los invertebrados
marinos y algunas especies de peces, que han desarrollado diferentes
estrategias para colonizar y desarrollarse con éxito bajo
piedras.
Vivir bajo piedras tiene sus ventajas. Las comunidades de animales
infralapidícolas (infra= debajo de; lapidicola= lápida,
piedra, roca) viven al abrigo del oleaje, de la luz y de los depredadores.
En las calas o zonas de inmersión, donde el oleaje es suave,
y a partir de 5 metros de profundidad, las piedras sueltas son lo
suficientemente estables para dar cobijo a especies de todos los
grupos de animales: esponjas laminares, gasterópodos (caracoles),
nudibranquios, crustácreos, briozoos, ascidias, anélidos
(gusanos), equinodermos (estrellas y ofiuras), turbelarios (gusanos
planos)..., incluso podemos encontrar peces, como el pez ventosa
o chuclador (Lepadogaster lepadogaster). Este pequeño pez,
de 3-4 cm de longitud máxima, tiene modificada las aletas
ventrales en una estructura con forma de ventosa con la cual se
engancha a la piedra y se desplaza con cortos y rápidos saltos.
La
luz y los depredadores
La luz es otro factor que hace atractivo este sustrato para muchos
animales. Al haber poca luz, el éxito de colonización
corresponde a la vida animal. En el mar hay muchos animales que
viven y se desarrollan mejor en lugares con poca luz: son las especies
esciáfilas. Éste es el caso de la oreja de mar (Haliotis
tuberculata), un molusco prosobranquio de los más primitivos
y que en cuando siente la luz se desplaza sobre el pie de su cuerpo
con una velocidad desconocida en los caracoles.
Lo mismo pasa con las ofiuras o bailarinas del mar, por ejemplo
la ofiura de espinas finas (Ophiotrix fragilis). En ocasiones levantamos
una piedra y encontramos 10 o 14 ejemplares juntos que empiezan
a mover sus finos y espinosos brazos en una danza desenfrenada para
salir huyendo de la luz.
Muchos gusanos, poliquetos y planarias, se han adaptado a este sustrato
para huir del acoso de doncellas, castanuelas, y otros pequeños
peces. También muchos bivalvos y caracoles utilizan este
hábitat para evitar a sus mayores enemigos, las grandes estrellas.
Ser o no ser comidos forma parte del motivo de muchos animales que
viven en este enclave.
Diversidad
y lucha por el espacio
En una inmersión es fácil observar más de 70
especies diferentes de animales que viven debajo de piedras. Además
de las antes mencionadas, podemos encontrar otras especies.
Entre los moluscos, el quitón (Chiton olivaceus), que es
un poliplacóforo que tiene su cuerpo protegido por 8 placas
de carbonato cálcico; nudibranquios planos y globoso de los
géneros Chromodoris, Discodoris y Dendrodoris; bivalvos que
viven fijos a las piedras, como Striarca lactea, o que forman habitáculos
o bolsas gelatinosas, como las especies del género Lima,
un bivalvo que desarrolla unas valvas blanquecinas, frágiles
y translúcidas y que, para huir de sus depredadores, realiza
aperturas y cierres bruscos de las valvas, dando grandes saltos
que facilitan su desplazamiento; equinodermos como la estrella capitán
(Asterina gibbosa) o la estrella de espinas finas de brazos irregulares
(Coscinasterias tenuis); pequeños cangrejos con cuerpo deprimido
del género Porcellana, Pisidia y Xantho corretean sobre las
piedras cuando las volteamos.
Muchas de estas especies son filtradoras, se alimentan de partículas
en suspensión: detritus y materia orgánica. Las oquedades
que provocan las piedras, junto al movimiento del mar, facilitan
el desplazamiento de masas de agua, pequeñas corrientes,
que llevan la comida a estas especies. Por eso no debe extrañarnos
encontrar bivalvos, briozoos, esponjas... colonizando estos sustratos.
La lucha por el espacio de animales bentónicos fijos, como
briozoos y esponjas, es despiadada. Los ataques físicos y
químicos entre estos organismos y dentro de las especies
de estos grupos, para dominar un mayor espacio es una guerra callada
y continua que se da en todos los fondos marinos y, en concreto,
en las comunidades infralapidícolas.
Actitud y comportamiento
Para terminar quiero recordar cuál debe ser nuestra actitud
y comportamiento para observar este medio. Es importante que, cuando
se voltea una piedra, después de haber realizado nuestras
observaciones la volvamos a colocar en la misma posición
en que estaba. Si encontramos bloques unidos unos con otros por
organismos bentónicos (como esponjas o algas) no los debemos
mover, ni desplazar. No coger animales con los dedos, para pasarlos
de un buceador a otro. No sacar ningún animal vivo fuera
del agua. Nuestra actitud se debe basar en el ver, observar, recordar
y si es posible fotografiar, mejor. La fauna infralapidícola
nos dará agradables sorpresas, y nos permitirá conocer
y comprender mejor la vida marina.
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