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BIOLOGIA
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TEXTO
Y FOTOS:
Toni Romero |
Los
fósiles vivientes |
Los nautilus son unos cefalópodos acorazados que han sobrevivido
a la extinción de otras especies hace millones de años
y que escapan de sus depredadores ocultándose en lugares muy
profundos.
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Desde pequeño
el nautilo ha sido uno de los seres que más me ha fascinado
aunque sólo percibía su apariencia a partir de
imágenes de organismos seccionados. Me intrigaba la disposición
de las celdillas en el interior de su concha pero tuve que esperar
muchos años para ver uno vivo. Mi oportunidad llegó
en un reciente viaje a Mónaco, en el Museo Oceanográfico,
a pesar de la poca iluminación de la pecera (recordemos
que son animales esciofilos) y de su forzada inmovilidad, tuve
la sensación de conocer de forma tangible a un ser que
nos visitaba desde un pasado muy remoto.
En efecto, el nautilo vive en nuestro planeta desde mucho antes
que nosotros, se data en 300 millones de años. Su apariencia
nos da idea de su antigüedad, al igual que el Celacanto
(Latimeria chalumnae) y la limula o cangrejo cacerola (limulus
polyphemus) poseen un particular aspecto acorazado.
Sólo los hallaremos en las tropicales aguas del este
del Indico y oeste del Pacífico.
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El nautilo es un
cefalópodo, es decir cabeza con patas (del griego:
Kephalos- cabeza; Podos- patas), por lo que pertenece
al mismo grupo que el pulpo o el calamar. Sin embargo
nuestros amigos son mucho más antiguos, el primer
pulpo fósil conocido tiene tan sólo 60 millones
de años.
Hoy en día no resulta difícil contemplar
una de estas joyas vivientes (siempre que dispongamos
de un acuario cercano que lo exhiba). Un detalle curioso,
para capturarlos es usual servirse de cestas con restos
de pollo.
Las migraciones verticales constituyen su rutina alimenticia
nocturna. Ascienden desde profundidades de aproximadamente
- 500 m. hasta los - 60 m. pasando de una temperatura
de 7 a 28°C, propulsando agua a través de su
sifón (una capa enrollada de piel). Está
situado en el centro de su línea de simetría
y aparece rodeado de casi un centenar de tentáculos
que se repliegan sobre sí mismos. Dicha estructura
se cubre, al sentirse amenazado, con una placa córnea,
el capuchón.
Una maravilla de la evolución, la estructura de
su concha esta diseñada para resistir presiones
de hasta 100 atm. Está formada por numerosas celdillas
estancas comunicadas entre sí por un tejido vivo,
el sifúnculo. Curiosamente la presión del
gas en dichas cámaras es inferior a 1 atm (presión
de la superficie). El volumen de líquido que introduce
en ellas y por ende su grado de salinidad es controlado
por el sifúnculo. Este es la clave del sistema
de flotación con el que compensa sus cambios de
peso (por la ingestión de comida). Para trasladar
los fluidos utiliza la tendencia natural de las moléculas
de agua, circular de fluidos menos salados a salados (ósmosis),
retrocediendo el agua hacia el interior del cuerpo.
Su ojo simple no posee córnea ni lente (cristalino),
por lo que el agua de mar lo inunda al completo. Este
tipo de cavidad ocular se denomina abierta
y la hallamos también en algunas especies de calamares.
Los nautilos son carnívoros como todo el resto
de cefalópodos. Principalmente se alimentan de
ermitaños y otros cangrejos. |
Detectan sus
presas por las emisiones químicas que éstas
desprenden en el agua (olor). Al agarrarlas con
sus tentáculos se propulsan hacia el fondo
a fin de que no les sean arrebatadas por otro depredador.
Desde luego poseen predadores, tiburones y otros
peces como los ballesta, incluso se han encontrado
conchas perforadas por pulpos, éstos taladran
su dura superficie y los envenenan para después
devorarlos. Se ha comprobado con ejemplares en cautividad
que especies como las tortugas marinas también
pueden asediarlos. Se especula que la migración
diaria que realizan los nautilos a aguas profundas
se debe a la presión de los depredadores
como el pez ballesta.
Tienen diferenciación de sexo. La reproducción
se realiza cara a cara. El macho deposita
un paquete de esperma en la hembra mediante un apéndice
llamado espádice, situado entre los tentáculos
cercanos a la boca. La hembra almacena el esperma
en una bolsa debajo de la boca y lo utiliza para
fecundar los huevos que fijará en lugares
apartados (rocas, hendiduras). No se han hallado
huevos en los arrecifes y la única información
que se conoce, en cautividad, nos indica que sus
embriones se desarrollan más rápidamente
en aguas cálidas (21 y 24° C.).
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Los
huevos tienen la apariencia de un ajo. La cáscara
es dura pero flexible, de material similar a las uñas,
y compuesta por dos capas. Entre ellas encontramos agua
de mar que circula por medio de unos pequeños agujeros.
El tiempo para la eclosión es de casi 13 meses,
transcurrido dicho tiempo emerge un pequeño.
Su vida a gran profundidad sigue siendo un misterio. Los
conocimientos adquiridos mediante los acuarios no son
significativos de sus hábitos a profundidades abisales.
Por desgracia para los humanos, ir más allá
de los 60 m. todavía no está al alcance
de todos. Mucho menos disponer de vehículos para
trabajar a tales profundidades. Mi sueño para este
siglo es poder sobrepasar los - 100 m. de un modo razonable,
es decir sin tener que pasar por ningún entrenamiento,
tan necesario hoy en día.
Los seres ubicados en profundidades abisales son, por
lógica, objeto de la curiosidad del buceador biológico,
tanto del profesional como del aficionado. Me muero de
ganas de ver por mí mismo cómo viven los
calamares abisales (Architentus S.P.) o los increíbles
calamares vampiro (Vanpyroteuthis infernalis), auténticos
aliens que pueblan nuestro planeta. Costeau
y Harold Egdenton nos abrieron los ojos allá por
los años 50, mediante el empleo de una cámara
atada a un planeador. La remolcaron con el Calipso a través
de profundas fosas abisales, tomando las primeras imágenes
de estos seres de los que hoy en día tan poco se
sabe. Sería maravilloso poder estar sentados cómodamente
en nuestro submarino, a -300 m. observando la reproducción
o cualquier otro aspecto de su vida. Tal vez así
aprenderíamos a respetarlos. Son seres que han
sobrevivido a las múltiples extinciones de la Tierra.
Como veis, conocer es respetar. Por ello os pido disculpas
si a veces se me va la cabeza soñando, pero ¿qué
haríamos sin ilusiones?. Cuando llevas cierto tiempo
buceando, es inevitable mirar hacia más abajo.
Yo particularmente odio las incómodas inmersiones
profundas, horas de descompresión y frío
para sólo atisbar fragmentos de lo que allí
abajo ocurre. Espero que la tecnología, algún
día no muy lejano, nos permita fotografiarlos o
filmarlos igual que hoy lo hacemos con otras especies
a profundidades accesibles.
De momento, si queremos conocerlos tendremos que ir al
Aquàrium de Barcelona donde los ejemplares que
ilustran este reportaje nos están esperando.
Gracias de todo corazón a Ferrán González,
Patricio y Lucia, pertenecientes al staff del Aquàrium
de Barcelona, por su paciencia a la hora de tomar las
fotografías.
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La evolución no
pudo con ellos |
Papua Nueva Guinea. Son las 7 de la tarde y el grupo de buceadores
exhaustos tras una fantástica jornada, se dispone a
disfrutar de unas refrescantes cervezas.
Uno de los marineros nativos aparece en la cubierta cargado
con una pequeña jaula de fino metal. Todos nos agolpamos
curiosos alrededor de la jaula. No medirá más
de 50x50 cm., pero es suficiente para nuestro plan. Esta noche
nos proponemos capturar a un NAUTILO.
Estos fantásticos seres están considerados como
fósiles vivientes. Han sobrevivido desde la época
de los dinosaurios hasta nuestros días sin apenas cambios.
A mí me gusta pensar en ellos como en los más
expertos buceadores, ya que el complejo sistema de celdillas
de su caparazón les convierte en expertos del arte
de la flotabilidad. Durante la noche descienden a profundidades
superiores a los 200 mts., para emerger durante el día
a las aguas menos profundas del arrecife.
Nuestra gran sorpresa viene al descubrir que estos misteriosos
cefalópodos son ávidos devoradores de pollo.
Esto es al menos lo que asegura nuestro marinero mientras
el cabo resbala lentamente entre sus manos y la jaula desciende
a las profundidades repleta de tan curioso cebo.
Amanece y nos reunimos esperanzados en la cubierta. Lo más
cerca que había podido estar anteriormente de uno de
estos fantásticos seres era de una triste y vacía
concha, y no podía contener la emoción al pensar
en poder observar a uno vivo y en su estado salvaje. Si la
captura había tenido éxito nos proponíamos
liberarlos inmediatamente viéndoles sumergirse enfundados
en nuestros trajes de buceo.
Nuestras ilusiones se vieron recompensadas y, acompañados
por un grito de júbilo general, recibimos no solamente
a uno, sino a dos ejemplares de Nautilos.
Uno mediría aproximadamente unos 20 cm., y el otro
era algo más pequeño. La primera impresión
es la de encontrarse ante un gigantesco caracol ya que al
sentirse amenazado introduce todos los tentáculos dentro
de la concha y se protege con una membrana que hace las veces
de tapón.
Los introducimos cuidadosamente en un cubo con agua para apreciar
más de cerca las características de su concha.
En la parte superior hay unas marcas semicirculares de tonalidades
violeta que convergen en una pequeña depresión
central, que recibe el nombre de ombligo. La inferior no presenta
marcas y es de color blanco.
Cargados con nuestras cámaras y equipos nos sumergimos
en un punto algo alejado del arrecife. El marinero espera
en la zodiac a que estemos a suficiente distancia para soltar
a los Nautilos.
En contacto con el agua se parecen a un caracol que se haya
puesto del revés, ya que los tentáculos aparecen
por la parte más larga de la concha. Los vemos descender
en lo que a primera vista parece una caída libre, pero
cuando se colocan a nuestra altura podemos comprobar lo erróneo
de esta impresión, ya que somos nosotros los que tenemos
que hacer malabarismos para compensar y equilibrar nuestro
nivel de flotación.
Buceando siempre me emociono cuando mi mirada se encuentra
con alguna de las fascinantes criaturas que habitan el planeta
agua y esta vez tampoco sería una excepción.
Ese ojo de mirada inescrutable me observaba con el mismo interés
con el que le estaba observando yo. Veo agitarse sus tentáculos
como si fueran los dedos de una mano. Unos dedos que no sirven
solamente para cazar o agarrar, que también están
provistos del sentido del olfato.
Inesperadamente se propulsa y se aleja rápidamente
de mi lado. Estoy a una profundidad en la que sería
absurdo pretender seguirle el rastro. En las profundidades
del océano él es el Rey y yo un simple invitado.
Cristina Castelló
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