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BIOLOGIA
Los gritos del silencio

TEXTO: Mª Victoria Bengoa Ruigómez
(Getxo Aquarium; Nakusarbe)
FOTOS: OCEANA, AMBAR; MV Bengoa

 

Érase una vez un mundo de silencio al que hace 60 millones de años decidieron regresar unos pequeños mamíferos que fueron evolucionando hasta convertirse en uno de los animales más grandes del planeta, las ballenas. Y utilizaron el sonido para comunicarse en ese páramo de tranquilidad. Pero también en la tierra emergida la evolución siguió su curso hasta la aparición hace 2 millones de años de un animal muy ruidoso, el ser humano, que incluso invadió este mundo silencioso con su escándalo poniendo en peligro a sus habitantes, impidiendo que se comunicaran entre sí o que encontraran su camino, terminando muchos de ellos varados en las playas del mundo emergido.

Los cetáceos actuales se pueden dividir en dos grupos, los Misticetos o cetáceos con ballenas como los rorcuales, las ballenas o las yubartas, y los Odontocetos o cetáceos con dientes, como los delfines, las orcas o los cachalotes. Hace más de 60 millones de años que los cetáceos regresaron al mar y han ido desarrollando diversas modificaciones para adaptarse a la vida marina. Uno de los sentidos más evolucionados en estos animales es el oído. Siendo el agua un medio donde el sonido se transmite mejor que la luz es lógico que posean un sistema auditivo muy desarrollado y que su vida dependa del sonido. Los cetáceos emiten al menos dos tipos de sonidos, los de ecolocalización, principalmente producidas por los odontocetos, y las vocalizaciones, por las grandes ballenas principalmente. Generalmente los misticetos producen sonidos a bajas frecuencias, entre 10 y 31 Khz, que pueden viajar grandes distancias en el océano. Muchos científicos afirman que las ballenas son capaces de combinar los sonidos creando un verdadero lenguaje, los cantos, que les sirven para trasmitir información complicada. Cada una de las especies posee un repertorio acústico único que ha evolucionado a lo largo de millones de años y que utilizan en la alimentación, en la reproducción y otros momentos de su vida. Cantos de diferentes especies pueden ser escuchados en la web www.sonsdemar.eu.

Cazar de oídas
Por su parte los odontocetos producen sonidos de alta frecuencia (50 -350 kHz) que, aunque no viajan grandes distancias, les permite localizar con gran precisión la posición de objetos u otros animales. Así la información obtenida por los delfines mediante la ecolocalización es similar a la obtenida por el ser humano mediante la vista. La ecolocalización consiste en la generación de sonidos y la captación de sus ecos una vez hayan chocado con un objeto y revotado de vuelta hasta el delfín, siendo capaces de orientarse, calcular la distancia, tamaño, forma, estructura y densidad de dichos objetos. Los odontocetos generan estos sonidos en forma de clicks haciendo pasar el aire desde la cavidad nasal a través de los labios fónicos. Estos sonidos son modulados por un gran órgano graso conocido como el melón, situado en la mandíbula superior, que actúa como una lente acústica. Cuando el sonido choca con un objeto, vuelve al animal, que capta el eco por la mandíbula inferior transmitiéndolo a través de su tejido graso hasta el oído medio, desde donde es transmitido al cerebro, que lo interpreta. Los odontocetos también transmiten otros tipos de sonidos de frecuencias más bajas que sirven para la comunicación entre ellos.

Un siglo de interferencias
Los océanos, ese “mundo silencioso”, ya no es lo que era. Durante millones de años solo se oían los ruidos naturales pero aproximadamente hace un siglo el hombre ha introducido toda una serie de nuevas fuentes de ruido que han invadido todos los rincones de los mares, un ruido que es ensordecedor para muchos animales marinos, sobre todo los mamíferos marinos. Los puntos con mayor contaminación acústica en nuestro litoral son, Gibraltar, los puertos de Barcelona y Tarragona, y, en el Cantábrico, el puerto de Bilbao y el de Vigo. Pero no son los únicos. Entre las fuentes de ruido producido por las actividades humanas destacan el transporte marítimo, la exploración y producción en alta mar de gas y petróleo, los sonares militares e industriales o las cargas explosivas submarinas, que han introducido en un solo siglo ruido a una escala nunca vista en 10.000 años, algo a lo que las especies no han podido adaptarse en tan poco tiempo. Estos ruidos son emitidos a las mismas frecuencias que las emitidas por los animales marinos enmascarando los sonidos producidos por los cetáceos, interfiriendo así tanto en su vida como en sus comunicaciones. Se han observado cambios de comportamiento de los cetáceos frente a estas fuentes de ruido, huida, cese y/o cambio de sus zonas de alimentación, cese de los cantos reproductivos, cambios en sus comportamientos sexuales, variaciones en sus rutas migratorias, etc. Los ruidos también dificultan su orientación, lo que puede conllevar accidentes de ballenas contra barcos donde los animales son heridos o muertos, o el consiguiente varamiento. A su vez el sonido también produce traumas en los cetáceos, pudiendo herirles gravemente e incluso producirles la muerte. Pero también pueden perder audición, padecer dolor, vértigo e infecciones de oído, llegando a quedarse sordos, es decir, sin ninguna posibilidad de comunicarse o alimentarse, lo que conllevaría a sí mismo la muerte del animal.

El sonar asesino
Estos animales herido o muertos pueden llegar a la costa y quedar varados en la playa. Los varamientos pueden ser divididos en varamientos pasivos, cuando el animal llega muerto a la costa, y varamientos activos, si el animal llega vivo, que pueden ser individuales o en pareja, generalmente una hembra con su cría, o varamientos masivos, de tres o mas individuos, los más preocupantes. Las causas de la muerte suelen ser difíciles de determinar, aunque muchos varamientos son atribuidos al aumento de la sordera en los cetáceos. Pero lo más grave es el aumento sistemático de los varamientos masivos de incluso varias especies de cetáceos diferentes en un mismo punto de la costa observado en los últimos años, muchos de ellos coincidentes con maniobras militares de distintas flotas. Los mecanismos exactos por los que los sonar afectan a los cetáceos aún son desconocidos pero están relacionados con embolias de gas (la enfermedad de los buceadores). En todas las necropsias realizadas se observaron evidencias de lesiones relacionadas con presiones y/o sonidos intensos. Muchas veces los animales presentaban buena salud, pero estaban desorientados y con graves hemorragias internas. Las necropsias de estos animales mostraban lesiones craneales graves, hemorragias en los oídos y en los espacios inter-craneales, hemorragias en los tejidos grasos de los oídos (melón,…), hemorragias intra-coclear y hemorragias renales, congestiones vasculares severas y hemorragias microvasculares asociadas con embolias en órganos vitales. Según los expertos solo una fuente de energía acústica o presión intensa podría ser la responsable de estos graves traumas. Aunque no se sabe el mecanismo exacto que producen estos traumas en unos animales adaptados a las grandes profundidades y a bucear en ellas, o bien se pueden asociar a la formación de burbujas debido a la rápida descompresión producidos por la rápida huída de animales desorientados, lo que causa una supersaturación de nitrógeno en los tejidos, es decir, la denominada enfermedad del buceador, o bien como resultado de un efecto físico del propio sonar sobre tejidos supersaturados por nitrógeno.

Barcos silenciosos
La solución a este problema, uno de los más graves para los océanos, no es sencilla. La alternativa pasa por la fabricación de barcos insonorizados, que no expandan el ruido exterior sino que sea absorbido por la propia estructura del buque, como ya ocurre en naves militares para pasar desapercibidas, la limitación del uso los sonar hasta que se conozcan los efectos sobre los mamíferos marinos, evitando su uso en áreas de concentración de estas especies y tomar medidas más restrictivas sobre el uso de pruebas sísmicas para la explotación del petróleo y gas. La creación de santuarios marinos para los cetáceos también es de gran importancia. Se trata no sólo de proteger los cetáceos, sino todo el ecosistema del que forman parte, por lo que se necesita que estas áreas marinas protegidas sean de gran tamaño tanto en la costa como en alta mar: En España se están llevando a cabo estas investigaciones con el fin de crear estas áreas marinas protegidas en alta mar en el golfo de Bizkaia, las islas Canarias, el sur de Baleares y el mar de Alborán, puerta de contacto entre las poblaciones del Atlántico y del Mediterráneo. ¿Para cuando? ¿Quizás para cuando sea demasiado tarde?

 
 
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