Los
cetáceos actuales se pueden dividir en dos grupos, los Misticetos
o cetáceos con ballenas como los rorcuales, las ballenas
o las yubartas, y los Odontocetos o cetáceos con dientes,
como los delfines, las orcas o los cachalotes. Hace más de
60 millones de años que los cetáceos regresaron al
mar y han ido desarrollando diversas modificaciones para adaptarse
a la vida marina. Uno de los sentidos más evolucionados en
estos animales es el oído. Siendo el agua un medio donde
el sonido se transmite mejor que la luz es lógico que posean
un sistema auditivo muy desarrollado y que su vida dependa del sonido.
Los cetáceos emiten al menos dos tipos de sonidos, los de
ecolocalización, principalmente producidas por los odontocetos,
y las vocalizaciones, por las grandes ballenas principalmente. Generalmente
los misticetos producen sonidos a bajas frecuencias, entre 10 y
31 Khz, que pueden viajar grandes distancias en el océano.
Muchos científicos afirman que las ballenas son capaces de
combinar los sonidos creando un verdadero lenguaje, los cantos,
que les sirven para trasmitir información complicada. Cada
una de las especies posee un repertorio acústico único
que ha evolucionado a lo largo de millones de años y que
utilizan en la alimentación, en la reproducción y
otros momentos de su vida. Cantos de diferentes especies pueden
ser escuchados en la web www.sonsdemar.eu.

Cazar de oídas
Por su parte los odontocetos producen sonidos de alta frecuencia
(50 -350 kHz) que, aunque no viajan grandes distancias, les permite
localizar con gran precisión la posición de objetos
u otros animales. Así la información obtenida por
los delfines mediante la ecolocalización es similar a la
obtenida por el ser humano mediante la vista. La ecolocalización
consiste en la generación de sonidos y la captación
de sus ecos una vez hayan chocado con un objeto y revotado de vuelta
hasta el delfín, siendo capaces de orientarse, calcular la
distancia, tamaño, forma, estructura y densidad de dichos
objetos. Los odontocetos generan estos sonidos en forma de clicks
haciendo pasar el aire desde la cavidad nasal a través de
los labios fónicos. Estos sonidos son modulados por un gran
órgano graso conocido como el melón, situado en la
mandíbula superior, que actúa como una lente acústica.
Cuando el sonido choca con un objeto, vuelve al animal, que capta
el eco por la mandíbula inferior transmitiéndolo a
través de su tejido graso hasta el oído medio, desde
donde es transmitido al cerebro, que lo interpreta. Los odontocetos
también transmiten otros tipos de sonidos de frecuencias
más bajas que sirven para la comunicación entre ellos.
Un siglo de interferencias
Los océanos, ese “mundo silencioso”, ya no es
lo que era. Durante millones de años solo se oían
los ruidos naturales pero aproximadamente hace un siglo el hombre
ha introducido toda una serie de nuevas fuentes de ruido que han
invadido todos los rincones de los mares, un ruido que es ensordecedor
para muchos animales marinos, sobre todo los mamíferos marinos.
Los puntos con mayor contaminación acústica en nuestro
litoral son, Gibraltar, los puertos de Barcelona y Tarragona, y,
en el Cantábrico, el puerto de Bilbao y el de Vigo. Pero
no son los únicos. Entre las fuentes de ruido producido por
las actividades humanas destacan el transporte marítimo,
la exploración y producción en alta mar de gas y petróleo,
los sonares militares e industriales o las cargas explosivas submarinas,
que han introducido en un solo siglo ruido a una escala nunca vista
en 10.000 años, algo a lo que las especies no han podido
adaptarse en tan poco tiempo. Estos ruidos son emitidos a las mismas
frecuencias que las emitidas por los animales marinos enmascarando
los sonidos producidos por los cetáceos, interfiriendo así
tanto en su vida como en sus comunicaciones. Se han observado cambios
de comportamiento de los cetáceos frente a estas fuentes
de ruido, huida, cese y/o cambio de sus zonas de alimentación,
cese de los cantos reproductivos, cambios en sus comportamientos
sexuales, variaciones en sus rutas migratorias, etc. Los ruidos
también dificultan su orientación, lo que puede conllevar
accidentes de ballenas contra barcos donde los animales son heridos
o muertos, o el consiguiente varamiento. A su vez el sonido también
produce traumas en los cetáceos, pudiendo herirles gravemente
e incluso producirles la muerte. Pero también pueden perder
audición, padecer dolor, vértigo e infecciones de
oído, llegando a quedarse sordos, es decir, sin ninguna posibilidad
de comunicarse o alimentarse, lo que conllevaría a sí
mismo la muerte del animal.
El sonar asesino
Estos animales herido o muertos pueden llegar a la costa y quedar
varados en la playa. Los varamientos pueden ser divididos en varamientos
pasivos, cuando el animal llega muerto a la costa, y varamientos
activos, si el animal llega vivo, que pueden ser individuales o
en pareja, generalmente una hembra con su cría, o varamientos
masivos, de tres o mas individuos, los más preocupantes.
Las causas de la muerte suelen ser difíciles de determinar,
aunque muchos varamientos son atribuidos al aumento de la sordera
en los cetáceos. Pero lo más grave es el aumento sistemático
de los varamientos masivos de incluso varias especies de cetáceos
diferentes en un mismo punto de la costa observado en los últimos
años, muchos de ellos coincidentes con maniobras militares
de distintas flotas. Los mecanismos exactos por los que los sonar
afectan a los cetáceos aún son desconocidos pero están
relacionados con embolias de gas (la enfermedad de los buceadores).
En todas las necropsias realizadas se observaron evidencias de lesiones
relacionadas con presiones y/o sonidos intensos. Muchas veces los
animales presentaban buena salud, pero estaban desorientados y con
graves hemorragias internas. Las necropsias de estos animales mostraban
lesiones craneales graves, hemorragias en los oídos y en
los espacios inter-craneales, hemorragias en los tejidos grasos
de los oídos (melón,…), hemorragias intra-coclear
y hemorragias renales, congestiones vasculares severas y hemorragias
microvasculares asociadas con embolias en órganos vitales.
Según los expertos solo una fuente de energía acústica
o presión intensa podría ser la responsable de estos
graves traumas. Aunque no se sabe el mecanismo exacto que producen
estos traumas en unos animales adaptados a las grandes profundidades
y a bucear en ellas, o bien se pueden asociar a la formación
de burbujas debido a la rápida descompresión producidos
por la rápida huída de animales desorientados, lo
que causa una supersaturación de nitrógeno en los
tejidos, es decir, la denominada enfermedad del buceador, o bien
como resultado de un efecto físico del propio sonar sobre
tejidos supersaturados por nitrógeno.
Barcos
silenciosos
La solución a este problema, uno de los más graves
para los océanos, no es sencilla. La alternativa pasa por
la fabricación de barcos insonorizados, que no expandan el
ruido exterior sino que sea absorbido por la propia estructura del
buque, como ya ocurre en naves militares para pasar desapercibidas,
la limitación del uso los sonar hasta que se conozcan los
efectos sobre los mamíferos marinos, evitando su uso en áreas
de concentración de estas especies y tomar medidas más
restrictivas sobre el uso de pruebas sísmicas para la explotación
del petróleo y gas. La creación de santuarios marinos
para los cetáceos también es de gran importancia.
Se trata no sólo de proteger los cetáceos, sino todo
el ecosistema del que forman parte, por lo que se necesita que estas
áreas marinas protegidas sean de gran tamaño tanto
en la costa como en alta mar: En España se están llevando
a cabo estas investigaciones con el fin de crear estas áreas
marinas protegidas en alta mar en el golfo de Bizkaia, las islas
Canarias, el sur de Baleares y el mar de Alborán, puerta
de contacto entre las poblaciones del Atlántico y del Mediterráneo.
¿Para cuando? ¿Quizás para cuando sea demasiado
tarde? |