Un
traje de neopreno, unas aletas, unas gafas y al agua. La práctica
del buceo en apnea, conocido como a pulmón, es tan accesible
como peligrosa. Aunque las patologías subacuáticas
carecen de una especialidad médica que las regule, la realidad
es que el 80% de las muertes que se producen por ahogamiento -la
primera causa externa de muerte en Galicia, según los últimos
datos del Instituto Nacional de Estadística- en estas actividades
deriva del buceo sin equipo. El buceo en apnea tiene la particularidad
de que se puede practicar sin ninguna restricción legal y
de ser el único con el que se permite la pesca submarina.
"Los que buceamos con escafandra no podemos sacar nada del
agua", explica el buceador y médico de la Unidad de
Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital de A Coruña, Salvador
Fojón. A bucear sin equipo se puede aprender con la ayuda
de un amigo, y cualquier persona puede hacerlo, "pero es mucho
más peligroso de lo que se imagina la gente". De hecho,
"la inmensa mayoría de los muertos que se producen en
actividades subacuáticas proceden de este campo", asegura
el doctor.
Síncope de la apnea
A falta de una formación específica en el campo de
las patologías subacuáticas, los médicos han
tardado "muchos años" en comprender la causa de
la elevada mortalidad de esta actividad deportiva. Fojón
señala que "este gran enemigo es el síncope de
la apnea o de las aguas someras", descubierto "hace unos
quince o veinte años" y que consiste en una "súbita
pérdida de conocimiento que se produce en los apneistas al
emerger", por las elevadas diferencias de presión que
existen entre la profundidad marina y la superficie. "Cuando
se está llegando a la superficie, disminuye tanto la presión
ambiental como la que hay dentro del tórax, y al no llegar
el oxígeno suficiente a la sangre, el buceador pierde el
conocimiento y se ahoga", matiza.
Lo más sorprendente y paradójico de este síncope,
subraya el doctor, es que "se da en buzos entrenados capaces
de alcanzar los tiempos y profundidades necesarios, y que hacen
hiperventilación -un truco que realizan los apneistas más
expertos para aumentar el tiempo de inmersión-". El
problema, añade Fojón, es que "cuando crees que
has alcanzado el dominio de la situación, ésta te
lleva a la perdición". Este doctor explica que, a 10
metros de profundidad, el buceador se siente muy a gusto y experimenta
una sensación de control tremenda, "pero en realidad
no va más allá de un engaño que le está
llevando al desastre". La otra cara de la moneda, confiesa
este médico intensivista, es la práctica del buceo
con escafandra autónoma o botellas de aire comprimido, "donde
la seguridad está garantizada".
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