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Amantes


La mar es una amante exigente. Lo es porque se sabe única, bella, rica, inmortal e inmensurable. Femenina como es, le gusta que tomemos la iniciativa, aunque ella sabe sorprendernos constantemente y sin previo aviso. Sus cambios de humor son, a veces, constantes, imprevisibles y terribles; tenues y majestuosos otras. Es de trato difícil para desconocidos e infieles. Arrastra una leyenda negra por la que se cuentan decenas de miles los que sucumbieron a sus encantos o los que arrojó a los oscuros abismos por desairarla. Pero tiene también sus momentos dulces, armoniosos, maternales, en los que te sientes amado por ella y elevado como un ser superior, casi mítico, sublimando todos los sentidos y arrastrando el corazón hacia cánticos profundos que se funden con el origen de los tiempos. La mar es así, caprichosa, alegre, divertida, pero también terriblemente posesiva y celosa. Un amante fatal y a la vez esencial para todos los que tengan un corazón verde, aventurero, soñador. En su regazo encuentran al ser humano heroico que todos llevamos dentro, la conexión con sus orígenes, el contacto directo con el cosmos. La conocen y se conocen a sí mismos.

Este número nos hemos acercado a tres hombres que, desde distintas experiencias y ámbitos profesionales, nos han contado sus historias de amor con esta dama azul.

Andre Ghilain es un ejemplo de amante entregando, que ha puesto su vida en manos de la amada, que lo ha arriesgado todo a cambio de su abrazo, pero que ha conseguido una gran recompensa. Un hombre que habla de ella allí donde alguien quiera escuchar, del poco respeto que se tiene con sus dominios y propiedades, de que con ella no hay soledad ni tristeza sino asombro y alegría de vivir. Por eso se atreve a iniciar a jóvenes con problemas en el arte amatorio. Él quiere ser uno de esos amantes antiguos, sin artificios, que confía en ella y en su propio corazón más que en los hechizos tecnológicos de estos tiempos superficiales y vacíos.

Jasón de Caires Taylor es un artista y como tal ha creado un bello cuadro para su amada. El él ha conseguido que ella se exprese con todos sus matices: como madre de todo tipo de vida vegetal y animal, que con sólo posar su mano vivifica la roca más dura e inhóspita; como pintora que juega con luces y sombras, con los colores, con los volúmenes, con la visión; como coreógrafa, describiendo la danza de los seres en un mundo ingrávido y armonioso; como escultora, creando un paisaje viviente, unas formas en permanente evolución y cambio.

Rob Stewart nos ha mostrado a las criaturas más sofisticadas y menos comprendidas de esta señora de mundos y reinos escondidos. Son ángeles que guardan un paraíso, que vigilan su equilibrio y que no tienen deseos propios sino los de su dueña, que los ha puesto ahí para vigilar la hacienda. Hemos demonizado a los escualos, pero en realidad han sido los demonios humanos los que han intentado una y otra vez robar las joyas de este tesoro, y ahora también estamos acabando con los vigilantes. Rob Stewart ha escrito un poema visual llamado Sharkwater que retrata a los protagonistas de este drama como nunca antes se había hecho. Además nos aporta una esperanza sobre la posibilidad de dejar a un lado nuestra ambición para poder comenzar a ser amantes de esta reina de la creación que es la mar.

Y el mayor beneficio de amar es transformarse en amante.

 

Javier Salaberria


 
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