¡Que vuelve Scyllis y haga algo!


Pn la “página no oficial del buceo militar en la Armada Española” sita en www.galeon.com/buceadores/index.htm, y dedicada a “todos aquellos buzos y buceadores que fallecieron en el cumplimiento de su deber”, podemos descubrir una completa e interesante “historia del buceo”. Me ha llamado la atención los comienzos de la actividad, las primeras referencias históricas.
Aristóteles (384-322 A.C.), en su obra -Problemata-, habla ya de los buzos pescadores de esponjas, y de una campana de buceo utilizada por Alejandro el Grande, en el sitio de Tiro ocurrido en el año 332 A.C.. A esta campana se la llamo Colinfa. Con posterioridad, Plutarco habla de Marco Antonio y Cleopatra: “En cierta ocasión Antonio quiso tomar parte en un concurso de pesca que era presenciado por Cleopatra y, como no picara ningún pez en el anzuelo, mandó a sus buzos que fueran enganchando en el mismo los peces previamente preparados. Cleopatra fingió maravillarse de tanta abundancia, pero al día siguiente hizo que uno de sus buzos, anticipándose a los de Marco Antonio, enganchara el anzuelo de éste, un pez seco salado”.
Existen proezas realizadas por buzos en épocas muy antiguas. La mayoría de las mismas se relacionan con la guerra Naval. Tucídides, en su relato del sitio de Siracusa, 414 años A.C., destaca la existencia de buzos que aserraban debajo del agua las estacas que defendían las entradas del puerto.
El historiador griego Herodoto, en escritos del año 460 A. de C., nos habla de un famoso buzo griego llamado Scyllis y de su hija Cyana, empleados por el rey Xerxes para la recuperación de tesoros en un buque persa hundido. Habiendo terminado su trabajo, Xerxes los retuvo, pero el griego y su hija, durante una tormenta, se lanzaron por la borda y buceando sembraron el desconcierto en la flota fondeada al cortar sus amarras e irse los buques al garete. Mientras tanto, los dos fugitivos escaparon nadando hasta Artemisus, a nueve millas de distancia, mientras la flota se estrellaba contra los arrecifes.
El de Xerxes pudo ser uno de los primeros casos documentados de abusos laborales contra los buzos. Pero al parecer la cosa no ha cambiado mucho ya que tanto las empresas como la administración parecen haber decidido no mojarse en el tema de la seguridad de nuestros buzos. Algo tan lógico y sencillo como la adscripción del colectivo al régimen especial del mar en la Seguridad Social, o el adelanto de la edad de jubilación, sigue sin respuesta.
Pero si queremos situarnos en el extremo de la explotación, a un palmo de la esclavitud, entonces tenemos que viajar a Honduras. Dagoberto Rodríguez, en su artículo “Pescando con la muerte” publicado en El Heraldo (www.elheraldo.hn/series), describe las condiciones de trabajo del buceo en los bancos de langostas del Caribe, concretamente en la región de La Mosquita. No tiene desperdicio. Cito textualmente:
“Mientras en los más finos restaurantes de Estados Unidos y Europa se prepara y se sirve la exquisita langosta de las costas de Honduras, el cliente que la consume desconoce el drama humano que hay detrás de esta actividad…Desde que se levantó la veda de la langosta, hace más de cuatro meses, se registró la muerte de, al menos, once buzos y más de 26 quedaron lisiados…Un estudio de la Fiscalía Especial de las Etnias y Patrimonio Cultural arrojó un registro de 4.200 lisiados por el buceo submarino en esa región… La pesca de langostas por buceo es la principal actividad de los jóvenes misquitos y la primordial fuente de ingresos y motor de la economía de la zona. A la edad de 12 y 13 años los niños se inician en la actividad como cayuqueros, que son aquellos que asisten al buzo en la pesca diaria y durante la temporada… La pesca de langosta y caracol es económicamente rentable para los hombres misquitos, pero la cara opuesta de esta actividad son las deplorables y precarias condiciones en las que éstos laboran por la falta de una vigilancia estricta y permanente sobre los botes pesqueros. Por lo general, los buzos y sus ayudantes laboran en condiciones de hacinamiento y antihigiénicas, ya que hay embarcaciones que llevan hasta 120 personas a bordo y todas tienen que convivir en éstas durante el tiempo que se prolonga la jornada, que por lo general es de 12 a 14 días. Los capitanes obligan a los buzos a sumergirse a profundidades no reglamentarias, de ahí la enorme cantidad de buzos lisiados, y para eso los amenazan con armas e incluso les quitan los alimentos y el agua. Muchos llegan al extremo de proporcionarles drogas para “motivarlos” a sumergirse en aguas profundas… El número creciente de buzos muertos y lisiados por la pesca de langosta se agravó en los últimos años, debido a que ahora el producto se encuentra a mayores profundidades por la sobreexplotación de los bancos de pesca. A todo lo anterior se suma el hecho que la mayoría de propietarios de los botes pesqueros se niegan a pagar las indemnizaciones que por ley les corresponden a los buzos que quedan lisiados.” La mayor parte de los buzos fallecidos o lisiados sufren lo que llaman “Síndrome de descompresión medular” causado por bucear en profundidades mayores a los nueve metros y por largos periodos de tiempo, o por volver a la superficie con demasiada rapidez, “lo que produce falta de oxígeno en el cerebro y dolores crónicos, desórdenes neurológicos, parálisis parcial o total e incluso la muerte.”
Mal de muchos, consuelo de tontos, pero siempre hay alguien que lo tiene más crudo.

 

Javier Salaberria


 
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