Año de nieves

3000 pescadores filipinos utilizan cianuro para hacerse con especies exóticas que venderán por 50 centavos y que en el mercado alcanzan un precio mínimo de 50 dólares. A su paso siembran el mar de cadáveres, unas 50 cabezas de coral por pescador al día, 34 millones de cabezas al año, además del 50% de los ejemplares atrapados, que no sobrevivirán al traslado. Por si esto fuera poco, otros depredadores humanos utilizan dinamita para pescar por allí, y también en costas de Yemen, de Indonesia y de otros lugares con bellos fondos coralinos. Una dinamita que mata todo lo que toca, sea o no comestible. Es la miseria que genera más miseria y que acabará por contagiar a otras zonas que aun sobreviven. Pero aquí mismo, en las Españas, el Proyecto Medas 21, trata de reciclar a un sector en crisis permanente, convirtiendo a los pescadores en pastores de peces y agricultores de algas. Mientras tanto, nuestros arrastreros siguen dando tantas dentelladas como el cianuro o la dinamita. A este paso sólo podremos ver peces de arrecife en el Aquarium del Abra, que ha conseguido reproducir fielmente estos ecosistemas dentro de sus tanques.

Nunca ha nevado tanto como este año. Dicen algunos que son los entremeses del cambio climático que se avecina. Al final parece que la teoría del enfriamiento parcial parece que gana peso con los hechos. Habrán cambiado las corrientes oceánicas, pero lo que es las mentalidades no han cambiado. Kioto se abre paso de forma raquítica y sin que el mayor contaminador del mundo se considere vinculado. Ése no sólo lanza C02 a la atmósfera, también bombas inteligentes sobre los incómodos dueños de las materias primas que desea obtener a toda costa. Toda la inteligencia del país debe de estar en esas bombas y por eso no les queda para la masa cerebral de sus líderes. La guerra en Irak y su primas hermanas de otros lugares del mundo han causado muchísimas más víctimas que las olas gigantes, y oigan, esas guerras sí que pueden preverse y evitarse mucho más fácilmente que los temblores de la tierra. Una tierra que tiembla de miedo por el futuro que le espera o que se quiere sacudir a un inquilino nefasto que no cumple con ninguno de los artículos del contrato. Por eso buscamos ya otra casa a la que mudarnos cuando nos echen de esta, pero en la guía inmobiliaria de la galaxia hay tan pocas opciones razonables como en la de cualquier ciudad de este país. Los planetas se muestran inhóspitos ante nuestras sondas, y los que no lo son fingen serlo para evitar tener que soportarnos. Esta sí es una discriminación por razón de género, de mal género diría yo. Cuanto más buscamos más encontramos escrito en signos claros y universales: sólo tenéis esa diminuta esfera azul en medio de la soledad absoluta; ¡vosotros veréis que hacéis con ella!.

Seamos optimistas. Hace unos años si yo tuviera en mi casa cuatro recipientes diferentes para la basura, los vecinos pensarían que estaba loco. Hoy hay países donde se hacen inspecciones de la basura que uno tira y multan a los que no están por el reciclaje. También sería impensable que un pescador se dedicara a pasear buzos por donde antes echaba las redes, o que en las pescaderías españolas el 50% del pescado fresco fuera de granja. Pocos pensaban que un río no era una alcantarilla, y muchos menos que en la ría más contaminada de Europa volverían a verse peces y patos. Quizás dentro de poco puedan bañarse en ella los turistas que salen del Guggenheim.

Puestos a soñar, imagino que lo mismo que muchos hemos dejado de fumar, a pesar de lo costoso que ha sido para nosotros, quizás a un nivel planetario también sea posible dejar de degradar el medio ambiente y preservar la salud del planeta para generaciones futuras. Sin duda esto tiene mucho que ver con decisiones económicas estratégicas que garanticen un desarrollo equilibrado y justo, para lo que será preciso apretarse el cinturón. Toda mejora requiere un esfuerzo. No hay mas que viajar, y los buceadores viajamos mucho, para darse cuenta que las sociedades humanas están desequilibradas y que nosotros consumimos diez veces más que cualquier habitante de esos exóticos lugares que visitamos. Para nosotros el mar es una fuente de placer y cultura, para ellos su modo de vida. No tienen tiempo de apreciar la belleza que les rodea porque primero tienen que comer. Y a veces lo que hacen es comerse las flores antes de poder disfrutar de su aroma y su presencia. De nosotros depende, en gran medida, que en vez de comérselas las cultiven para vendérnoslas. Quizás así, algún día, no sólo puedan disfrutar de sus fondos marinos sino que también puedan ellos visitarnos y admirar nuestros bosques, nuestros museos y nuestra gastronomía.


Javier Salaberria


 
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