Carlos Sampietro
alias Huesi, un argentino que lleva dos años
y pico como instructor en Tenerife, me remitió una carta
electrónica muy interesante que trata de la lucha del pueblo
Mapuche, originales habitantes de la Patagonia y del sur de Argentina,
contra una estación de esquí que contaminaba su arroyo
con aguas fecales procedentes de sus cloacas. Los mapuches habían
comenzado a enfermar sin saber por qué: diarreas interminables,
dolores estomacales, infecciones urinarias... No había duda:
era el agua que habían usado durante siglos. Los Mapuches
agotaron varias vías administrativas hasta que hartos de
no ser oídos decidieron formar un piquete que bloqueó
el acceso de unos 5.000 turistas a la estación y suspendió
una competición internacional de snowboard que organizaba
Nokia (Connecting people). Los turistas conectaron
y se sumaron solidariamente a la protesta. La jueza Nora Argano,
tras ver los análisis de la apestosa agua que bajaba por
el arrollo, no tuvo más remedio que conectar
y clausuró la estación. Una gota de esperanza en un
océano más negro que nunca en la lucha por salvar
nuestro planeta de la usura. La búsqueda de lucro desmedido,
provocada por la enfermiza y destructiva codicia materialista, es
la enfermedad de nuestra especie. Si hay que declarar una Guerra
contra el Terror, no encuentro mayor terror en la tierra que
el de la usura. Y no encuentro mejor arma para ganar esta guerra
que la SOLIDARIDAD. Así lo estamos viendo diariamente en
Galicia. Es una lección
definitiva para nuestra especie: si queremos continuar poblando
este mundo, tal y como lo conocemos, tenemos que unirnos y pensar
que de nada nos servirá nuestra religión o nuestra
posición social, la raza, las fronteras y los ejércitos
contra este mal global. Sólo podemos vencer con el corazón,
un corazón heroico capaz de sacrificar el bienestar de su
ego para alcanzar la Justicia. Pero los usureros nos dirán
que de esos héroes está plagada la historia del horror
porque quisieron imponernos su visión de la justicia con
genocidios y purgas. Cierto. Como lo es que la usura, enterrada
la historia bajo toneladas de confusión, ha medrado libre
por este mundo con total impunidad. ¿Dónde está
la solución al dilema? En los Mapuches y en los voluntarios
de Galicia.
El fin no justifica los medios. Son los medios los que han
de conducirnos al fin. Por eso no hay mejor antídoto contra
la usura que la solidaridad. Si combatimos la enfermedad combatimos
sus síntomas: la injusticia, las guerras, la destrucción
del ecosistema...
Dicen que tenemos los gobernantes que nos merecemos...Ya no lo creo.
Porque los gobernantes sólo miraron por sus intereses partidistas
cuando decidieron alejar el problema como el avestruz
que esconde la cabeza. Gente de todo el mundo, sin embargo, se ha
acercado al problema y le ha plantado cara para solucionarlo a costa
de su dinero, de su tiempo, de su comodidad. ¿Cuándo
veremos esa actitud entre nuestros gobernantes? ¿Cuándo
serán capaces de sacrificar su estrategia política,
sus votos, su posición social y económica por lo que
dicen defender: el Bien Común?
Pero la cuestión crucial no es cómo
reaccionamos frente a una catástrofe, sino cómo lo
hacemos frente a lo cotidiano, que es la causa de la catástrofe
global que padece el mundo desde hace décadas. Sin rebajar
ni un milímetro el mérito de nadie, es relativamente
fácil reaccionar ante una catástrofe. El no hacerlo
sería inhumano. Pero ejercer el heroísmo diario en
medio de la rutina, eso sí es tener un corazón acorazado
contra la usura: Si queremos ser nosotros mismos el cambio que queremos
ver en el mundo, nuestra entrega ha de ser diaria. Así que
cuando terminemos de limpiar de chapapote las playas y acantilados,
tendremos que limpiar municipios, diputaciones provinciales, gobiernos
autónomos, cortes generales, senados, gobiernos nacionales
e internacionales y consejos de administración de sociedades
anónimas, multinacionales y bancos. La pelota siempre ha
estado en nuestro tejado.
Javier Salaberria
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