Más de
6.000 millones de personas han sido traicionadas por sus gobiernos,
clamaba Ricardo Navarro, Presidente de Amigos de la Tierra, al concluir
la Cumbre de Johannesburgo. ¿Ha sido una pérdida de
tiempo para el 80% de la humanidad que sobrevive en la miseria y
para el castigado Planeta Azul? Una pancarta desplegada ante el
caradura de Colin Powell rezaba: Bush: ¡la gente y el
planeta NO son un gran negocio! Uno de los grandes fracasos de la
Cumbre ha sido el poco apoyo que han recibido las energías
renovables, algo que no debe sorprender teniendo en cuenta que las
multinacionales petroleras y armamentísticas son las que
parecen marcar la agenda de los países desarrollados. La
banca internacional no cede en eso de condonar deudas a nadie. Si
aquí, en un país desarrollado y democrático,
echan diariamente de sus casas a familias completas por no pagar
la miserable hipoteca, porqué van a perdonar ellos a unos
muertos de hambre que no les pueden causar ningún problema.
Lo que hipócritamente se autoproclama como Libre Comercio
sigue siendo un cauce de dirección única, con políticas
proteccionistas hacia los mercados internos de los países
ricos y con libertad absoluta de invasión de los mercados
pobres con el resultado del destrozo de la capacidad productiva
primaria de esos países.
No se por qué se asusta tanto la gente pulcra de Wall Street
cuando se descubre que alguna tribu del amazonas, en peligro de
extinción, practicaba el canibalismo de forma ritual con
sus enemigos, cuando resulta que ellos lo practican diariamente
y en masa con la humanidad, además de hipotecar la supervivencia
del planeta para las futuras generaciones.
¿Y ahora qué? Nos vamos a quedar esperando que nuestros
supuestos representantes decidan volver a juntarse para poner fin
a este desastroso y caótico proyecto llamado desarrollo
y orden mundial. Pues así debe ser puesto que,
exceptuando a una minoría concienciada y militante, el resto
volveremos a echar panza con el dedo hurgando en la nariz viendo
la boda de la hija de Aznar por la tele: una pasta gansa derrochada
en la más absoluta y mediocre vanidad.
Deberíamos dejar de pagar el recibo de la luz o dejar de
usar la luz, la gasolina, las autopistas, los impuestos, el agua...
deberíamos de sacar el dinero de los bancos e incluso deberíamos
de inventarnos nuevas monedas o volver al trueque... pero todo esto
en masa, en una gigantesca desobediencia civil que pusiese en jaque
a todos las grandes corporaciones de chorizos disfrazados de filántropos
que hay en la tierra y a sus lacayos en las administraciones públicas.
Eso sí sería una lección de democracia y soberanía
popular. Por lo demás dejad que me muestre absolutamente
escéptico respecto a esos dos términos. Hoy por hoy
sólo son soberanas familias como la de los Rothschild: las
únicas que son iguales, libres y fraternales entre ellas.
A veces ni eso, y nos meten a todos en una guerra por unos cuantos
pozos de petróleo o unas insignificantes minas de diamantes.
Eso si, en nombre de alguna religión, patria o movimiento
liberador.
La pelota está en nuestro tejado. Pueden encarcelar a una
persona, a cien quizás, pero no a millones que decidan acabar
de una vez con este festín de codicia imponiendo la fuerza
de la razón con su desobediencia. Pero para ello debemos
de acabar de ver con claridad lo que algunos adelantados nos llevan
diciendo desde hace décadas: que el mundo se agota, que cada
vez se reparte peor la riqueza y que nos están robando el
futuro con la impunidad que les procura el control de gobiernos
y medios de comunicación.
Javier Salaberria
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