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Buceo, espeleología y claustrofobia




El argumento de El santuario está basado en una historia real. En 1988, el productor de la película -conocido espeleólogo- Andrew Wight, dirigió una expedición para explorar y sumergirse en una remota red de cuevas oculta bajo la llanura de Nullarbor, en Australia. Mientras se encontraban en pleno viaje, una extraña tormenta hizo que la entrada de la cueva se derrumbara, lo que dejó a 15 personas atrapadas en las profundidades de la tierra. Se organizó una misión de rescate e, increíblemente, todos los miembros de la expedición sobrevivieron a su angustiosa experiencia. Pero la aventura dejó un recuerdo imborrable en Wight, que lo llevó a crear, en compañía de su colaborador de muchos años, James Cameron, una película inspirada en estos sucesos que marcaron su vida.

No es la mejor película de Cameron. El 3D llega a ser molesto, sobre todo en los exteriores, y no creo que aporte demasiado a la hora de ver el mundo subacuático y claustrofóbico de la cueva. Aunque en alguna escena, como la de la lluvia de la tormenta cayendo desde el patio de butacas a la boca de la cueva, logra el efecto pretendido.

Pero, no obstante, a pesar de no ser una gran película, tiene su interés.
No contener la respiración, el consejo definitivo sobre buceo que el protagonista da a una inexperta y asustada aventurera, resulta casi imposible. Tampoco el segundo consejo, el de "no entrar en pánico", parece factible viendo –casi viviendo- las tremendas escenas de acción y angustia. Son lo mejor de la película, junto con algunos escenarios naturales impresionantes. Aun así resulta difícil saber si esos paisajes son reales, de cartón piedra o recreados por ordenador. Probablemente sean una mezcla de ambos, pero el resultado es espectacular y creíble.
Quizás lo más importante del film es lo que nos dice, a lo mejor sin proponérselo.
En primer lugar; la naturaleza no es un parque temático. En el arranque del film no parece que los protagonistas lo tengan claro ya que hay un despliegue de deportes de riesgo que nos hacen envidiarles inevitablemente: emocionantes vuelos en helicóptero sobre la "última selva primigenia"; descenso en rápel y parapente al mismo centro de la tierra; espeleología; escalada; buceo técnico en cavernas inundadas inexploradas...¿Quién da más? Sin embargo, cuando trazas un plan debes saber que la naturaleza tiene sus propios planes y que éstos se van a cumplir indefectiblemente pasando por encima de nuestros diminutos e insignificantes egos.

En segundo lugar; sólo tenemos una oportunidad de salvación: "seguir al río" y "escuchar lo que la cueva nos dice". Eso hace que podamos tener una oportunidad que ni nuestra sofisticada tecnología ni nuestras tramposas triquiñuelas nos van a dar.

Aunque las licencias literarias (sobre todo en el campo del buceo) puede que se salten unas cuantas leyes físicas, la intención es lo que cuenta. Así que daremos por posible eso de respirar directamente de una botella de emergencia y beber las burbujas que se forman en el techo de la cueva, algo muy romántico pero que me gustaría saber si alguien lo ha podido hacer alguna vez. También pasaremos por alto los problemillas de descompresión que sólo afectan a los actores secundarios. Porque lo importante es escuchar lo que nos tiene que decir ese libro lítico, inmemorial y extraordinario sobre nosotros mismos, sobre nuestra propia naturaleza y sobre nuestros límites.


 
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