No hace falta apuntarse a un casting de Tele
5 ni tener que irse a una isla desierta del Pacífico para
vivir experiencias que sólo un naufrago como Tom Hanks podría
vivirlas. A veces, lo único que hace falta es ser buceador
profesional y tener que construir un puerto en medio del océano.
A las dificultades de esta profesión, expuesta a todo tipo
de riesgos, poco valorada y casi desconocida fuera del mundo del
buceo, hay que sumar la hostilidad de la naturaleza salvaje. Sin
embargo, escuchándoles hablar de su experiencia, a uno le
entra una sana envidia por poder saborear ese estado de existencia
primordial en el cual el ser humano se encuentra solo ante los elementos.
Quizás sea porque de este modo somos capaces de apreciar
nuestra verdadera dimensión, en su grandeza y en su pequeñez,
cuestiones esenciales como la camaradería ó el ingenio
para resolver problemas, la soledad y la dependencia absoluta de
la naturaleza para nuestra supervivencia, la belleza de un amanecer
o de las estrellas sobre el océano...
Frecuentemente las situaciones de supervivencia
extrema también conllevan una sensación de satisfacción
y plenitud que raramente se alcanzan en la monotonía de nuestra
vida cotidiana. Quizás la compensación a tanto esfuerzo
no esté reflejada en una nómina o en el reconocimiento
social, sino en la posibilidad de vivir intensamente situaciones
que la mayoría de nosotros no podríamos imaginar y
que en definitiva esculpen nuestro carácter haciéndonos
más humanos.
Javier Salaberria
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